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Las becas ya eran excluyentes antes de Wert

Xavier Martínez-Celorrio

Como en el fútbol, la equidad de un sistema educativo se ha de construir desde atrás armando una buena defensa preventiva (infantil y básicas obligatorias), después se ha de lograr una buena zona central para ampliar y diversificar opciones de juego (secundaria post-obligatoria) y, por último, la equidad se corona y apuntala con la delantera (etapa universitaria). Hay que pensar y poner el foco de atrás hacia adelante. De poco sirve un sistema “equitativo” sólo en becas universitarias cuando la selección del alumnado ya está hecha en la secundaria, etapa clave de bifurcación de itinerarios donde el origen social, económico y cultural sigue siendo determinante.

De nada sirven las retóricas de la equidad si antes no evaluamos cómo sirven las becas para prevenir el abandono temprano de la secundaria post-obligatoria. En el modelo español, las becas sirven más bien poco o nada, porque sigue una lógica excluyente. Los excluidos de beca suman 773.000 jóvenes que, sumados a los abandonos entre 16-24 años que sólo tienen la ESO como máximo nivel de estudios, alcanzan un total de 1.678.000 jóvenes que se detallan en la siguiente tabla.

Alumnado excluido del sistema de becas y abandonos 16-24 (España, curso 2011-12)

En la reforma del 2007 aprobada con la ministra Mercedes Cabrera, se mantuvo el requisito de nacionalidad española que ya existía desde 1983. La reforma Wert lo mantiene. Por tanto, las becas en ESO y post-obligatoria son un coto prohibido para el alumnado extranjero (9% tanto en 2007 como en 2012). Bonita forma de promover la igualdad de oportunidades en un contexto de mayor diversidad y complejidad socio-educativa que nada tiene que ver con los años ochenta. Por si fuera poco, la reforma del PSOE incluyó otro requisito académico hasta entonces inexistente: no haber repetido el curso precedente.

Excluir a los repetidores no fue una medida insignificante cuando la tasa de idoneidad a los 15 años era del 57% (es decir, un 43% había repetido alguna vez en su trayectoria). Pero, además España es uno de los países que lidera el ranking mundial de alumnos desfavorecidos que han repetido alguna vez (una tasa del 53%). Otra constatación es que a igual nivel de competencia PISA en lectura, matemáticas y ciencia, a los alumnos desfavorecidos se les hace repetir casi 4 veces más que al resto de alumnos con su mismo nivel de competencia PISA. Esta discriminación didáctica en una ESO sobre-academizada y con rígidas pedagogías visibles hace de la pobreza económica familiar, un pasivo cultural que se penaliza. De hecho, el 79% de los abandonos de 18-24 años vive en hogares que llegan a fin de mes con dificultad o mucha dificultad.

¿Cómo puede legitimarse un modelo de becas que excluye a extranjeros, repetidores y abandonos que representan un 27% de los jóvenes entre 12-17 años y otro 29% de los jóvenes entre 18-24 años? ¿Es aceptable un modelo excluyente de becas que, en manos del PP, liquida los 70 millones de euros en educación compensatoria en 2011 para dejarlos en 5,2 millones en 2015? Un recorte del 92% del programa ministerial 322G dedicado a los grupos más vulnerables, no es un recorte. Es destruir un derecho básico de la democracia hacia sus miembros más desvalidos. No protestan, ni acaparan los medios de comunicación porque no están organizados ni tienen voz. Son una masa atomizada que suma casi 6 veces más efectivos que los universitarios becados de 18-24 años como refleja el gráfico.

 Población 12-24 años por situación educativa (curso 2011-12)

Las protestas estudiantiles de los universitarios están justificadas por los recortes, la subida de tasas y el empeño hiper-selectivo de Wert que fija un umbral de nota de 6,5 a los becarios. Pero conviene no relegar y dejar en el olvido un modelo general de becas mal planteado desde su base y con poca capacidad distributiva real. Desde el punto de vista de la progresividad (impacto de las becas sobre las rentas elevadas, en beneficio de las rentas bajas), los datos que aportan Calero y Gil Izquierdo son regresivos para las becas, la universidad y la escuela concertada. Es decir, el gasto público en esos capítulos beneficia más a las rentas altas. En cambio, el gasto público en la primaria y secundaria pública es claramente progresivo. Las becas tienen un efecto redistributivo muy modesto (0,0012 medido por el índice de Reynolds-Smolensky), en contraste con el gasto público total en educación que es mucho más distributivo (0,0354). Es el resultado esperable de un modelo que hay que repensar.

Índice de progresividad del gasto educativo (España, 2008) (valores positivos = regresividad / valores negativos = progresividad)(valores positivos = regresividad / valores negativos = progresividad)

Wert no ha hecho sino reforzar aún más la inercia de exclusión académica y selección meritocrática que ya quedó regulada en la anterior reforma aprobada por el gobierno Zapatero con la ministra Mercedes Cabrera (RD 1721 de 2007). La reforma Wert es más de lo mismo, mantiene la arquitectura del modelo heredado pero eleva la selectividad de acceso y, de paso, recorta el presupuesto un 12% (235 millones menos entre 2010-2012 según gasto liquidado). Así, vamos a heredar un sistema de becas aún más socialmente regresivo de lo que era.

Ni PSOE ni PP han elaborado un sistema de becas inclusivo, coherente y equitativo para hacer frente a la mayor complejidad socio-educativa del presente, reproduciendo un modelo de transferencia limitada de renta pensado para una sociedad industrial que ya no existe. Ahora, no sólo hay que neutralizar los costes y barreras económicas (crecientes) para acceder a la educación, sino también y, sobre todo, neutralizar los costes y barreras socio-culturales (persistentes) para mantenerse dentro y no fuera del aprendizaje y el conocimiento, reformando una secundaria tan obsoleta y excluyente.

No sólo hay que revertir el recorte del 12% de presupuesto de becas o el 92% de recorte en programas compensatorios, sino replantear paradigmas y estrategias de igualdad real de oportunidades en un escenario de mayores desigualdades sistémicas. Otro día hablaremos de los 3.000 millones “regalados” por el PSOE a las compañías eléctricas y los 12.000 millones que les regaló Aznar. Siempre hay actores extractivos que se apropian del Estado y sujetos invisibles excluidos por ese mismo Estado.

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