2017 se confirma como uno de los peores años para el plátano desde la pérdida de la reserva del mercado nacional en 1993

Corte de piñas en una platanera, en Tenerife

D. M.

Santa Cruz de Tenerife —

Annus horribilis (año terrible) para el plátano canario. Así mismo se puede decir que ha sido el ejercicio que se acaba de cerrar el 31 de diciembre pasado. Lo de 2016, con un pica en torno a los 15 millones de kilos (tres de ellos recepcionados por entidades benéficas), parecía insuperable, pero, por lo que ahora se ve, no ha sido así.

El año 2017 pasará a la historia del plátano isleño como uno de los dos peores desde que esta actividad agrícola y exportadora perdiera la reserva del mercado nacional el 1 de julio de 1993, cuando nació la Organización Común de Mercado (OCM) del plátano (hoy desmantelada) tras la plena entrada (con matices) de Canarias en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), a partir del 1 de enero de 1992.

El año 2017 se ha puesto las botas, y lo ha hecho prácticamente en todo lo malo para el desarrollo equilibrado de este cultivo de exportación, la actividad agraria con más importancia económica, social y paisajística en las islas. Para más inri, el mercado no ha sido leal a las estadísticas ni donde antes siempre lo era: en los meses de otoño y diciembre, las semanas de los buenos precios y del todo va bien.

Canarias deja atrás una campaña en que la pica (la destrucción de plátano -alimento- por exceso de oferta en destino y derrumbe de los precios) ha estado por encima del nivel de 2016, que ya es decir. En el año que se acaba de finiquitar se han inutilizado entre 17 y 18 millones de kilos de plátanos (de estos, unos tres han sido recibidos por el Banco de Alimentos). Se trata, sin duda, de una cantidad global que representa el 4% de toda la producción de 2016, la última anual de la que hay datos oficiales, entonces con una cifra de 434 millones de kilos cortados.

Para no dar señales de optimismo a corto plazo, la primera semana de 2018 además se estrena con otra retirada de fruta, de un millón de kilos y con envío externo de 5,74 millones, más lo aportado por las entonces díscolas Europlátano y Llanos de Sardina (unos dos millones más), que, como ya se sabe y adelantó Canarias Ahora, se habían salido de la disciplina de Asprocan.

La reunificación se produjo el miércoles 3 de enero con la firma de un acuerdo avalado por el Gobierno de Canarias y tras las amenazas del presidente Clavijo de cambiar el requisitos de kilos para constituir una OPP, que propuso dejarlo en 100 millones de kilos (en la actualidad en 30) si no había acuerdo. Esto hubiera borrado del mapa a las desafiantes Europlátano y Llanos de Sardina, que juntas no suman esa cantidad anual. Con 100 millones de kilos como mínimo por OPP solo hubiesen existido un máximo de tres y hoy hay seis en Canarias: las que se mantienen.

A la destrucción de fruta por exceso de oferta, el derrumbe del mercado en otoño e invierno (un añadido sorprendente) y la gestión nefasta e ilegal, en algunos casos (sobre todo en La Palma), de los residuos agrícolas resultantes de la pica, hay que añadir al menos otras dos cuestiones preocupantes que han pasado casi inadvertidas.

Una de ellas es que la banana cada vez domina mejor el espacio peninsular, donde antes avasallaba el plátano canario (principalmente por factores de protección indirectos). Hoy, la fruta que se importa de América y de África se ha hecho con prácticamente el 50% de la cuota de ese mercado. Esta razón es una de las que justifica la crisis de precios de estas últimas semanas y el colapso en la demanda de plátano canario.

Pero ese no es el único problema grave de los dos que menos están en las pizarras: a la presencia cada vez más llamativa de banana en los dominios ancestrales del plátano isleño, estas semanas se había unido, aunque no fuera la primera vez, una pelea interna y fortísima en el seno de Asprocan que activó todas las alarmas.

La panacea del sector platanero canario, su unión inquebrantable, se había hecho añicos, y la culpa otra vez había vuelto a ser de la maldita pica. Sobre todo por esta razón, dos de las seis organizaciones de productores de plátanos (OPP) existentes en Canarias, las que antes formaban una Asprocan (con un presupuesto de seis millones de euros al año) a seis, habían dicho basta y, con más o menos razones, abandonaron el barco de la unidad. El boquete que se había abierto en el casco de la nave Asprocan parece que ya se ha arreglado con el pacto firmado este miércoles pasado, con la mediación de Fernando Clavijo.

El primero que pidió la unidad en torno a Asprocan a las OPP díscolas fue el actual presidente de esta asociación de productores, Domingo Martín, también gerente de Cupalma. El mismo Martín, el 23 de enero de 2007, confirmó al periódico El Día que su actual organización, o sea, Cupalma, había solicitado el 22 de ese mes y año la salida de su OPP de Asprocan porque los agricultores a los que defendían no estaban de acuerdo con la pica. Todo esto ahora ha quedado atrás, pues una vez más hay fumata blanca.

De las seis OPP que existentes en las islas, Coplaca, Cupalma, Agriten, Plataneros de Canarias, Europlátano y Llanos de Sardina, las dos últimas habían renunciado a picar y, por lo tanto, no desean someterse a las normas de la mayoría al menos en este aspecto. Ese fue uno de los motivos de la ruptura hoy ya subsanada.

Así las cosas, se puede decir que el plátano canario afronta un 2018 con todos los grandos frentes abiertos: a) otra ruptura de la unidad de acción en Asprocan, con el abandono de dos OPP de seis, y la posterior reunificación, aunque no con todas las heridas cerradas; b) los problemas gravísimos para colocar toda la fruta donde único se vende el plátano isleño, o prácticamente, en Península y Baleares, y bastante menos en Portugal; c) el melón de la reforma de la PAC a punto de abrirse y con la necesidad de consolidar una vez más las importantes ayudas que reciben los plataneros locales dentro del programa Posei (141 millones euros al año) en el nuevo septenio; d) la llegada masiva de banana a bajos precios al destino antes dominado por los canarios y la imparable reducción de aranceles a esas producciones de terceros países, e) la sequía, que cada vez es más visible, y el agua se encarece y la calidad del recurso empeora, y f) las dificultades extremas de las pequeñas y medianas explotaciones plataneras, que empiezan a ver que llega la pérdida de renta debido a dos razones esenciales: los bajos precios, a veces hasta negativos para el agricultor (exportar les cuesta dinero), y la destrucción de fruta, de manera especial en los meses de finales de la primavera y en todo el verano, justo donde suele haber mayores cortes en esas parcelas.

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