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¿Pequeño o Gran Hermano de la banca?

Mario Draghi

Ariadna Trillas

Una de las (tantas) consecuencias del estallido de Bankia es la pérdida de confianza de las autoridades europeas en el Banco de España, que había dado por bueno el plan de viabilidad del expresidente de la entidad, Rodrigo Rato, poco antes de que su sucesor, José Ignacio Goirigolzarri, reclamara una señora recapitalización de 23.400 millones de euros. Aparte de haber propiciado la fusión entre la antigua Caja Madrid y Bancaja, dos tuertos que crearon un ciego.

De ahí las riendas directas que Bruselas entregó al Ministerio de Economía, las famosas auditorías “independientes” a la banca para evaluar la foto real de su carcoma inmobiliaria y el acelerón que se le ha dado a las soluciones para las entidades nada o poco viables.

Pero a medio plazo (pinta, mejor dicho, que a largo plazo, a partir de 2014), no hay que preocuparse. No serán los bancos de España, ni de Francia, ni de ningún otro Estado miembro de la eurozona los que tendrán que tener que vigilar los balances de los bancos. De remover las tripas de las entidades (¿de todas? ¡no! sabemos que Alemania se basta y se sobra para resolver problemas más que posibles en sus banquitos menores y en las cajas de sus länder) se ocuparán los que saben, los infalibles: los halcones del Banco Central Europeo (BCE).

Encabeza los halcones Mario Draghi, un italiano tan alemán que Berlín le ha aceptó en 2011 como presidente de la institución que vela por contener el fantasma germánico por excelencia, que la inflación no se descontrole, aunque sus palabras divinas capaces de sosegar a los mercados susciten recelos entre los halcones más halcones de todos, como el presidente del Bundesbank, Jens Weidman, porque implican solidaridad con el endeudado Sur.

Bien, el BCE ejercerá de Gran Hermano de la banca cuando la futura Unión Bancaria europea sea una realidad. Ya podemos respirar tranquilos… ¿Sí? Pues la verdad, no tanto. El episodio que vive Italia a raíz del escándalo en el tercer mayor banco del país, Monte dei Paschi di Siena (MPS), es, en este sentido, muy poco tranquilizador. Veamos. La entidad financiera italiana cambió a sus gestores el año pasado. Y los nuevos, rebuscando entre papeles, resulta que han encontrado sorpresas francamente desagradables. Una serie de transacciones financieras relacionadas con derivados realizadas entre los años 2006 y 2009 han servido como postre unas pequeñas pérdidas imprevistas cercanas a los 720 millones de euros.

El Banco de Italia se expulsa responsabilidades, y alega que las operaciones habían sido mantenidas “ocultas” por la anterior dirección del banco MPS. Sólo ahora ha tenido conocimiento de ellas, después de que hayan reportado los nuevos gestores de la entidad.

Casualmente, Mario Draghi, il capo del BCE, el patrón del Gran Hermano de la Unión Bancaria que nos permitirá dormir tranquilos, presidía el Banco de Italia mientras se tejía el entramado de operaciones de Monte dei Paschi. El exministro de Economía italiano Gilio Tremoni no ha dudado en confesarse “estupefacto” de que el entonces guardián del sistema financiero italiano fracasara en descubrir o directamente impidiera dichas operaciones durante tres años.

Para echarle emoción al asunto, Monte dei Paschi di Siena ha pedido 3.900 millones de euros en ayudas al gobierno del tecnócrata (a punto de bautizarse en las urnas) Mario Monti. Pese a que MPS es una entidad tradicionalmente próxima a la izquierda de Pier Luigi Bersani, que lidera los sondeos de cara a las elecciones del próximo 24 y 25 de febrero, esta crisis es la peor de las noticias también para Monti. Porque antes de darle el dinero, se supone que se ha estudiado bien el estado de la entidad.

Se da la circunstancia de que los quebraderos de cabeza de Monte dei Paschi di Siena se iniciaron a partir de la compra del banco Antonveneta al Banco Santander. MPS pagó al Santander la friolera de 9.000 millones. El banco de Botín lo había adquirido sólo unos meses antes por un precio un 60% inferior. ¿Por qué aceptó MPS pagar tanto? ¿Pudo evitar el Banco de Italia la compra? ¿Tenía capacidad el supervisor para declarar que el precio era excesivo? ¿Conocía las transacciones que realizaba la tercera entidad del país y, sobre todo, que estaban vinculadas a otras operaciones que suponían la pérdida de dinero? ¿Hubiera podido forzar un relevo en la cúpula de la entidad financiera?

El actual Banco de Italia insiste en que no le gustaban los gestores y que presionó, pero no podía echarles. El BCE se mantiene mudo. No sabemos por qué. Draghi considera que no tiene nada que decir. Si sabía cosas y no actuó, no podemos estar muy tranquilos. Si no se enteró de nada, pues como supervisor no se ganó el sueldo. Así que tal vez debamos llamarle Pequeño Hermano de la Unión Bancaria.

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