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Mujeres almerienses: de precarias a referentes
A los veintiocho años, la almeriense Martirio Castilla tenía dos hijos, alternaba trabajos temporales de ayuda a domicilio y estaba apenas liberada de un marido que la maltrataba. Era 1996 y trabajaba en el pequeño pueblo de Huércal de Almería.
“Te despedían y te mandaban al paro para no hacerte fija”, recuerda hoy Castilla, con cuarenta y ocho años. “Un día, la alcaldesa Maribel Vizcaína, de Izquierda Unida, llamó a un compañero para que nos explicara lo que era una cooperativa. Nadie entendía qué era ni tenía espíritu emprendedor. Además, al trabajar a domicilio, entre nosotras no nos conocíamos. La alcaldesa organizó una serie de reuniones, pero cada una quería trabajar por su cuenta”.
La alcaldesa pactó con una empresa que se dedicara a la ayuda a domicilio, que contratara a mujeres como Martirio Castilla, les diera de alta en la Seguridad Social y les pagara correctamente. Pero la empresa mintió, pagó menos de lo pactado. En noviembre de 1997, después de sufrir más precariedad, la idea de la cooperativa volvió a la palestra. El departamento de la Mujer de la Diputación de Almería les ofreció un curso de formación de empresas y crearon Palacio Arboleas, con cinco mujeres socias y Martirio Castilla liderando el proyecto.
“Al principio hubo que convencer a las parejas de las compañeras, porque los maridos no estaban de acuerdo con que formaran una empresa”, cuenta Martirio Castilla. “Creo que tiene que ver con el nivel cultural, con el miedo a tener que aportar dinero, que entonces no teníamos. Sólo poníamos nuestro trabajo, que era ir a las casas. Ahora, con la crisis inmobiliaria, son ellos los que viven de los sueldos de ellas. Uno decía: ‘cuando nos casemos lo dejas’ y menos mal que no lo dejó. Trabajamos mucho al inicio, y lo más duro era tener que convencer a un hombre de que dejara trabajar a su pareja. Era como humillarles. Además, costaba hacer entender a las socias que tenían que formarse”, agrega.
A los dos años de comenzar la cooperativa, el alcalde de un pueblo vecino las llamó para que transmitieran el espíritu emprendedor a otras mujeres. “Nosotras les instamos a formar su propia empresa, pero ellas no querían. Querían formar parte de la nuestra. Así que las fuimos incluyendo”, agrega Martirio. “Poco a poco fueron contratándonos, fuimos presentándonos a concursos, hasta ahora que trabajamos en seis pueblos. Además, desde 2003 trabajamos para el departamento de la Mujer de la Diputación de Almería, con mujeres maltratadas, como monitoras. Yo vengo del maltrato y sé lo que es. Normalmente, cuando ellas hacen la denuncia, van a los juzgados, van a recoger las cosas, nosotras nos quedamos con los menores, a su cuidado, o las acompañamos directamente a ellas, para que no vayan solas”.
El 80% del trabajo que hacen en la actualidad en Palacio Arboleas es con mujeres en riesgo de exclusión. Hoy, la empresa es símbolo de superación. Quedan cuatro socias (una se fue), y dan trabajo a 120 mujeres, antes desempleadas de larga duración. Además de las socias, hay dos coordinadoras y dos administrativas que no son socias porque no quieren serlo, aunque no existe diferencia salarial entre las que están en la cooperativa y las que no.
“Hay que entender que esta no es una cooperativa que obtenga beneficios”, dice Castilla. “Es una cooperativa de interés social. Estar dentro de la cooperativa sólo es distinto porque se tiene más trabajo, hay que estar en todo. Ellas decidieron no complicarse la vida. El salario es el mismo y no hay interés”, agrega Castilla. “Este es un trabajo muy duro y muy mal pagado. En nuestra cooperativa las trabajadoras tienen contrato indefinido, algo que no es normal en el sector, pero no puede haber siempre la misma cantidad de trabajo. Si fallece un usuario o si pasa de pagar ocho a seis horas, cambia la cantidad de trabajo que hay. No puede ser fijo. Al principio lo intentamos, pero no se ha podido. No hay ninguna intención de bajar la calidad del contrato de una trabajadora”.
LEY DE DEPENDENCIA
El año 2008, cuando comenzó la crisis, fue paradójicamente bueno para Palacio Arboleas. “A nosotras, al principio, la Ley de Dependencia en Andalucía nos dio mucho trabajo, agrega Martirio Castilla. ”Fue entonces cuando pasamos de tener 60 trabajadoras a 130. La ley no repercutió directamente sobre nosotras; es decir, no nos contrataban para ayuda a domicilio, sino para formar a las personas que querían dedicarse a la dependencia. Es un trabajo que a la gente no le gusta hacer, pero como respuesta al marido parado, las mujeres buscaban soluciones y hacían formación con nosotras. Si la ley hubiera repercutido directamente habríamos sido muchas más en la cooperativa“.
De 2010 a 2012, la actividad se paralizó, junto a la Ley de Dependencia. Pero la Junta de Andalucía promulgó un decreto máximo para que se atendieran los casos urgentes con veinte horas mensuales, en casos de gente con enfermedades muy avanzadas, y volvió la actividad.
Ahora vuelven a tener un volumen de trabajo estable, en un punto donde “si fallece alguien, entra alguien”. Aunque no tienen los mejores salarios de España (en Euskadi, por el mismo trabajo se pagan 17 euros por hora, mientras que en Andalucía se pagan 13), están —como casi ninguna empresa del sector— dentro de convenio.
Castilla reconoce que esta labor “debería estar mejor pagada. No supone sólo un esfuerzo físico, sino emocional. Es un trabajo duro y las cargas emocionales del usuario son problemáticas y te las llevas a casa”.
UNA MUJER EJEMPLAR
La historia de Martirio Castilla es también una historia de progreso. No sólo lideró la cooperativa, sino que, habiendo salido de una situación de maltrato conyugal, sacó adelante sola a dos hijos a los que casi no vio crecer mientras trabajaba en ayuda a domicilio para pagar los gastos mensuales de los tres. Antes de entrar en la cooperativa trabajaba de lunes a domingo, catorce horas diarias, y después trabajó también mucho para la cooperativa, sobre todo en sus inicios.
Cuando sus hijos terminaron la universidad, ella misma estudió la carrera de Trabajo Social por la UNED y tiene en su haber varios masters y posgrados: un master en Dirección de dependencia, un curso de experto en demencia y un master en Inmigración, colectivos vulnerables y exclusión social.
Ha recibido una serie de premios por su capacidad de superación, y representa en Almería a Amecoop, la organización de mujeres cooperativistas ligada a la organización cooperativa FAECTA.
“Me siento muy orgullosa”, reconoce. “Sobre todo me llevo la satisfacción de ver que la gente que está conmigo puede mejorar su situación personal, que me he enfrentado a los maridos cuando me he tenido que enfrentar, que se me ha reconocido la labor. Y más que nada, que mis compañeras de trabajo me tratan como a una amiga y no como a una jefa”.
[Este artículo ha sido publicado en el número de septiembre de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
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