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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

Siria o el invierno de la primavera (árabe)

Miles de personas refugiadas hacen cola para recibir la ayuda alimentaria de Naciones Unidas (UNRWA) en Yarmouk, al sur de Damasco, el 31 de enero de 2014. © unrwa.org

Miguel Ángel Ramos

Coordinador para Oriente Medio de Amnistía Internacional España —
  • A punto de cumplirse, el próximo 15 de marzo, el tercer aniversario del inicio de la crisis en Siria, Amnistía Internacional publica un informe en el que se detallan los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos contra civiles sirios y palestinos en Yarmouk, en las cercanías de Damasco, sometido a un asedio brutal por parte de las fuerzas gubernamentales de Siria.

Khair, Amal, Ahmed, Majid, Majdolin, Hassan, Sahar, Mohammed, Aref, Alla, Maryam, Awad... son los nombres de las doce personas que murieron de inanición durante los primeros diez días de este año 2014 en Yarmouk, a unos 8 km del centro de Damasco. Más de una persona al día de promedio. Es una selección arbitraria obtenida de una detallada lista de 194 personas, muchas de ellas menores y recién nacidos, que fallecieron en el periodo comprendido entre julio de 2013 y el 22 de febrero de 2014 en Yarmouk, cuando se endureció el asedio del ejército sirio sobre esta localidad, cortándose el acceso a suministros básicos de alimentos y medicinas.

De acuerdo a la investigación realizada por Amnistía Internacional, 128 de estas personas murieron de hambre a causa de la catastrófica crisis humanitaria que provocó el asedio. Las otras murieron por falta de asistencia médica o por disparos de francotiradores cuando salían a buscar alguna planta para comer.

Este informe se publica unos días antes de que se cumpla este 15 de marzo el tercer aniversario del inicio de la crisis en Siria. Hace tres años, en marzo de 2011, al calor de la llamada primavera árabe, la sociedad siria se echó a las calles reclamando libertades y derechos. El inicio de las protestas fue seguido por una represión sangrienta por parte del régimen que acabó desembocando en un grave conflicto armado. Tres años después, el país vive una terrible crisis humanitaria y de derechos humanos. Según datos de Naciones Unidas, más de 130.000 personas han muerto y alrededor de dos millones y medio han tenido que abandonar Siria en busca de refugio desde que comenzó el conflicto. Además, más de seis millones y medio han perdido sus hogares y se han convertido en desplazados internos. El éxodo continúa, los campos de acogida en Jordania, Líbano, Turquía o Irak están al límite de su capacidad y las posibilidades de estos países de ayudar a las personas procedentes de Siria se agotan.

Además, actualmente unos 250.000 civiles viven bajo asedio en distintas partes de Siria, de ellos unos 20.000 en Yarmouk. Muchos soportan condiciones terribles en su lucha por la supervivencia. La mayoría viven en zonas sitiadas por las fuerzas del gobierno de Siria y llevan un año o más confinados de hecho en lugares que son bombardeados periódicamente. En otras zonas, la población civil ha sido sitiada por los grupos armados de oposición, que han bloqueado la entrega de suministros imprescindibles. Su situación es desesperada. Carecen de alimentos, medicinas y combustible.

Yarmouk es un área densamente poblada de alrededor de dos kilómetros cuadrados, en la parte sur de Damasco. Sus residentes son tanto refugiados palestinos, expulsados de sus hogares durante el conflicto con Israel en 1948 y sus descendientes, como ciudadanos de origen sirio. Los residentes de Yarmouk aseguran que llevan un año sin electricidad, y que se ven obligados a salir, bajo el fuego de los francotiradores, a buscar plantas para comer; algunos incluso han recurrido a comer carne de gatos y de perros. Los activistas locales han publicado los nombres de decenas de personas, entre ellas trabajadores de ayuda humanitaria, detenidas en las dos últimas semanas cuando fueron al puesto de control principal, al norte del campamento, para ayudar en la distribución de un pequeño cargamento de ayuda humanitaria. Hoy sólo uno de los hospitales de Yarmouk sigue funcionando -parcialmente- pero no tiene médicos.

Los bloqueos impuestos por las fuerzas gubernamentales sirias en Moadamiya, en el este de Ghuta y en otras zonas también han dejado a los (desesperados) civiles atrapados y con una escasez extrema de alimentos y suministros médicos. También están sufriendo repetidos ataques y prolongados asedios por las tropas leales al Presidente Bashar al-Assad algunas zonas de Homs, la tercera mayor ciudad de Siria, y al-Hassaka en el nordeste. Por otra parte, dos localidades predominantemente chiíes de la gobernación de Aleppo, Zahraa y Nubl, también han sido sitiadas por los grupos armados de oposición en los últimos meses.

El Consejo de Seguridad de la ONU ha abordado tardíamente la crisis humanitaria en Siria exigiendo el levantamiento inmediato del “asedio de zonas pobladas” en su Resolución 2139, adoptada el pasado 22 de febrero. Si bien algunos de sus apartados podrían y deberían ser mucho más firmes, especialmente los que abordan las cuestiones de rendición de cuentas y fin de la impunidad, su aprobación es un paso importante.

No obstante, a Amnistía Internacional le preocupa que no se ponga en práctica de una manera rápida y efectiva dicha Resolución, por lo que ha lanzado una petición dirigida a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, para que exijan a todas las partes implicadas en el conflicto la implementación de dicha resolución y adopten medidas de forma urgente si alguna de las partes no contribuye a ello de forma efectiva. Los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU deben esforzarse en garantizar la aplicación efectiva de la Resolución 2139, tanto por el gobierno sirio como por los grupos armados de oposición. Esto significa, entre otros puntos, el levantamiento del asedio sobre civiles, acceso humanitario libre de restricciones y poner fin a las detenciones arbitrarias, las desapariciones forzadas y los secuestros.

El gobierno sirio debe permitir que la Comisión de Investigación de la ONU sobre Siria tenga acceso para investigar todos los abusos y violaciones de derechos humanos, incluidos los que constituyen crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra, que están cometiendo todas las partes del conflicto. También debe permitir el acceso a Amnistía Internacional y a otras organizaciones de derechos humanos. Asimismo, deben ser liberados los activistas pacíficos que están bajo custodia gubernamental, y también la de los civiles a los que los grupos armados de oposición mantienen como rehenes.

Tras las esperanzas de cambio y progreso surgidas hace tres años, al albor de la Primavera Árabe, el desarrollo cruel de los acontecimientos en Siria ha desembocado en todo lo contrario a lo esperado por la sociedad siria: un crudo y largo invierno para la vida y los sueños de millones de personas, a pocos centenares de kilómetros de nuestra Europa. Ojalá que estas débiles señales recientes, que apuntan al menos a paliar el sufrimiento atroz de la población civil, iluminen el futuro de Siria en esta nueva primavera que llega, y promuevan el retorno a la razón, a la paz y al respeto de los derechos fundamentales del ser humano.

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