- Más de un millón y medio de personas que han buscado refugio en Turquía durante los últimos tres años y medio de conflicto bélico en Siria enfrentan una terrible e inhumana situación. Amnistía Internacional ha realizado una investigación que pone de manifiesto la deplorable reticencia de la comunidad internacional a la hora de asumir su responsabilidad respecto a esta dramática crisis de refugiados.
Cuando comenzaron las protestas y los levantamientos populares de la “primavera árabe” a principios de 2011, vivían en Siria poco más de 20 millones de personas. En la actualidad, aproximadamente la mitad de la población siria ha perdido su hogar, sus pequeñas posesiones, sus cultivos, su ganado o su comercio, y se ha visto obligada a huir de su pueblo o ciudad por la guerra que enfrenta al gobierno de Bashar al-Asad y distintos grupos armados. Se estima que unos seis millones y medio de personas son desplazadas internas, es decir, se han visto obligadas a abandonar su lugar de residencia hacia otras poblaciones del país huyendo de la violencia, la persecución y otras violaciones de derechos humanos en Siria, y más de tres millones y medio han huido de Siria para buscar refugio en los países limítrofes, principalmente. Y esto sin contar los cerca de 200.000 muertos (entre ellos, 10.000 menores de edad) y los 250.000 civiles que viven en localidades sometidas a asedio por el ejército sirio.
Más de 3 millones de esos refugiados de Siria se concentran entre Turquía (1,6 millones de personas, según el informe de Amnistía Internacional, incluyendo 200.000 refugiados kurdos de Kobani que escaparon este verano de los ataques del Ejército Islámico), Líbano (1,15 millones) y Jordania (620.000 personas).
Aunque Turquía mantiene una política de fronteras abiertas para los refugiados sirios en los puestos fronterizos oficiales, la realidad es que sólo hay dos puestos totalmente abiertos a lo largo de los 900 km de frontera. Incluso en esos puestos, las personas que no tienen pasaporte son devueltas sistemáticamente a menos que tengan necesidades médicas o humanitarias urgentes. Además, la distancia que las personas refugiadas tienen que recorrer hasta los puestos fronterizos es peligrosamente larga. Muchas personas no tienen más opción que recurrir a cruzar por puntos irregulares difíciles y a menudo peligrosos en las zonas de conflicto, dependiendo en muchos casos de contrabandistas. En esos puntos, a menudo son recibidas con la fuerza.
Amnistía Internacional ha registrado este año los casos de al menos 17 personas muertas por guardias fronterizos que utilizaban munición real en cruces de frontera no oficiales. Además, muchas personas han sufrido palizas u otros malos tratos y han sido devueltas al territorio sirio azotado por el conflicto. Ocurrió, por ejemplo, con Ali Özdemir, un muchacho de 14 años que recibió un disparo en la cabeza la noche del 18 al 19 de mayo de 2014 cuando se aproximaba a la frontera turca. Ali estaba con otros nueve refugiados a unos 10 metros de la frontera turca y oyeron a personas que hablaban en turco. Ali se asustó y justo cuando decidió darse la vuelta, recibió un disparo en un lado de la cabeza. No hubo ninguna advertencia verbal, ni tampoco disparos de advertencia al aire. Como consecuencia de ello, Ali quedó ciego de ambos ojos.
Por otra parte, la situación una vez pasada la frontera no es mucho mejor. Del millón y medio largo de personas refugiadas sirias en Turquía, sólo 220.000 viven en los 22 campos dotados de recursos adecuados, que actualmente operan a plena capacidad. Más de 1,3 millones de refugiados tienen que valerse por sí mismos. Según fuentes gubernamentales turcas, sólo el 15% de las personas refugiadas sirias fuera de los campos oficiales reciben ayuda de agencias y organizaciones humanitarias.
La necesidad de conseguir cobijo y alimentos básicos obliga a las familias a recurrir a medidas desesperadas para tratar de sobrevivir: incluso poner a los niños y niñas a trabajar. Por ejemplo, “Ibrahim” (nombre supuesto), de 10 años, y su familia huyeron de Alepo hace dos años y se trasladaron a la localidad fronteriza turca de Kilis, donde viven en un búnker de cemento. Para sobrevivir, padre e hijo recogen plástico de los cubos de basura, y obtienen una libra turca (medio euro) por cada ½ kg de plástico. El joven Ibrahim contó a Amnistía Internacional que se despierta cada día a las seis de la mañana y termina de trabajar hacia las cuatro de la tarde. Algunos días tiene tiempo de aprender a leer y escribir con el imán local. Ninguno de los otros nueve niños de la familia va a la escuela.
¿Y qué está haciendo al respecto la comunidad internacional? Prácticamente nada. La reticencia de los países ricos a asumir una mayor responsabilidad económica respecto a la crisis de refugiados en su conjunto, y las escasísimas ofertas de reasentamiento, son deplorables.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) se encuentra limitado debido a los insuficientes compromisos de financiación. En particular, a finales de octubre de 2014, los donantes internacionales sólo se habían comprometido a aportar el 28% de los 497 millones de dólares asignados a Turquía en el llamamiento de financiación regional de la ONU de 2014 para la población siria.
Más allá de la insuficiente financiación, los países más prósperos del mundo están fallando a los refugiados de Siria de otras maneras. Las promesas de reasentamiento siguen siendo extremadamente escasas. ACNUR estableció un objetivo de asegurar unos 30.000 lugares de admisión de refugiados sirios desde 2013 hasta el final de 2014, y un aumento de 100.000 plazas para 2015 y 2016. Debido al compromiso de Alemania para reasentar 20.000 refugiados sirios, la meta 2014 se cumplirá. Pero el objetivo a más largo plazo de ACNUR será imposible de alcanzar sin un significativo cambio en las políticas nacionales.
¿Y España? El Gobierno español ofreció aumentar hasta 130 plazas su programa de reasentamiento para refugiados sirios en el año 2014 (uno de los más escasos de los ofrecidos por los países europeos que los han habilitado), lo que aun así supondría todavía solo un 0,004% de las personas que han tenido que huir de Siria, una cantidad ínfima. Y peor aún, a fecha de hoy todavía no se ha realizado la acogida de ninguna persona en dicho programa.
La inacción de la comunidad internacional respecto al creciente número de personas refugiadas sirias que huyeron de sus hogares, muchos de ellos reducidos a cenizas por la guerra y los bombardeos indiscriminados del ejército sirio, ha generado una crisis de proporciones sin precedentes, en la que los refugiados son recibidos con disparos de munición real para impedirles cruzar la frontera, mientras cientos de miles viven en la miseria.