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Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal

Andalucía y el modelo territorial de España, en el espejo del 28F

Rafael Escuredo y Susana Díaz, presidentes de la Junta de Andalucía.

Juan Miguel Baquero

“El problema entre dios y el diablo es un malentendido”. Sirve la alegoría para definir la disputa por una de las tartas políticas predilectas de España: la unidad del país y su modelo territorial. Un debate reincidente, cíclico e inconcluso desde los estertores de la dictadura hasta la actual crisis independentista catalana. Y tanto ayer, como hoy, Andalucía es “el fiel de la balanza”, apunta la presidenta andaluza, Susana Díaz.

Los procesos autonomistas son así un camino trufado por el 'café para todos', las nacionalidades históricas, la asimetría financiera, la equidad entre regiones... Con hitos y bisagras históricas que en el caso de Andalucía pasan por las movilizaciones sociales del 4D de 1977 y el referéndum del 28 de febrero de 1980. O apuestas, como el artículo 151 y el Pacto de Antequera, hasta desembocar en el Estatuto de Autonomía del 81.

Pleitos, pugnas, que juegan entonces con el diálogo como baza. O con su carencia, que el problema entre dios y el diablo es un puro malentendido. Formas de encarar un país, según han puesto de relevancia las jornadas '28F-La fuerza de un pueblo', organizadas por la Cátedra Rafael Escuredo de Estudios sobre Andalucía y la Universidad de Almería. Un encuentro que ha contado además con la colaboración de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla y de la Fundación Cajasol.

Unidad de España y “autodeterminación” andaluza

“No sé si es el café, si lo tiene que tomar quien quiera, pero sí que tiene que estar disponible para todos”, ha señalado la presidenta de la Junta de Andalucía en la clausura de las jornadas. Existe un debate, precisa, del que quiere “que salga un Estado federal” con la garantía de que la región volverá a ser “el fiel de la balanza” de la unidad de España y de la igualdad entre territorios.

En la nueva construcción del Estado que está “abierta”, Susana Díaz rechaza que, ni antes ni ahora, “hubiera comunidades de primera y de segunda”. Y recuerda que Andalucía, en 1980, “no quería ser más que nadie ni menos y con la fuerza de un pueblo abrió la puerta a la igualdad de todos los españoles”. Por eso, subraya, “quien hoy dice que la autonomía no sirvió para nada falta el respeto a generaciones completas de andaluces”.

“Las costuras del Estado autonómico han dado de sí”, refiere Díaz. Con renovados telones de fondo, pero un mismo escenario, está en litigio el modelo territorial. “Los tiempos cambian y ningún problema de hoy puede ser tratado como antes”, avisa el expresidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo. “Este pueblo no es uno más y tiene el sitio que ganó” aquel 28F.

En el marco de unas jornadas que responden “a construir un nuevo discurso sin olvidar el legado del 28F”, uno de los referentes del proceso autonomista andaluz define así aquel momento histórico: “nos autodeterminamos, en el marco de la Constitución, pero nos autodeterminamos”. De ahí, Andalucía “es hoy un país moderno y competitivo que en este nuevo tiempo debe tener voz propia para ayudar a la vertebración de España”.

El 28F como “hecho diferencial” andaluz

“El hecho diferencial de Andalucía es el 28F”, reconoce el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Almería y presidente del Consejo Consultivo de Andalucía, Juan Cano Bueso. La autonomía es “el encargo público más antiguo de la Junta de Andalucía” y creó un “nuevo paradigma” basándose en principios constitucionales.

Para Bueso fue un tiempo de “revisión de las normas” que sirvió “para combatir las desigualdades”. Y también para apretar en otros aspectos sociales, caso de “la igualdad de género”. En aquellos prototipos autonómicos que nacían, los medios de comunicación jugaron “un papel muy importante”, en palabras del periodista José Oneto.

La filosofía del 'café para todos' se fue extendiendo al resto de autonomías en un proceso en el que tuvo especial relevancia Andalucía”. Era un momento de ruptura con el franquismo, de un espíritu territorial que emana de la etapa republicana, de la asunción de libertades comunes y del combate a las desigualdades como ejes principales, señala Oneto.

“El pueblo, con las movilizaciones autonomistas, legaliza los símbolos antes de que lo hagan las instituciones”, ha afirmado en una conferencia titulada El problema territorial de España visto desde la prensa y que ha tenido continuación en El encaje de Cataluña en la constitución territorial del Estado: pasado, presente y futuro, del catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, Xavier Arbós, en sendas ponencias presentadas por la directora de eldiario.es Andalucía, Lucrecia Hevia.

“Independentistas” al calor del “quietismo del PP”

Aquellas “preautonomías” nacieron de un “consenso constitucional” que defendió “la variedad de colores, ideológicas y autonomistas” que componen el país, según Arbós. Una generalización “que se hace entonces sin los nacionalistas, porque no quisieron estar, no pudieron o estaban en otras cosas”.

Y ese proceso inconcluso, en el caso catalán, hace crecer ahora “las cuotas de independentistas” al calor del “quietismo del PP”, pura simiente. Como soluciones, el catedrático apunta la reforma constitucional o del “modelo de financiación autonómica” que actualmente prima algunas comunidades, caso de la vasca o navarra. Alude Xavier Arbós al malentendido entre dios y el diablo, a la falta de diálogo, “porque no se puede conjugar el modelo común desde la base de la sospecha permanente”.

La cuestión territorial está “abierta” tras la “recentralización llevada a cabo por el PP” en la última legislatura, advierte el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), Manuel González de Molina. Existen, dice, tres soluciones: “que las cosas sigan más o menos igual”, una posibilidad con costes “muy fuertes” y que dejaría el problema sin resolver. Un cambio en la Constitución “que abra un nuevo modelo, hacia un Estado asimétrico”. O un Estado federal “eficaz y real”.

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