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Ángela, Juanma y Deborah: tres historias de la precariedad laboral

Cataluña, Madrid y Andalucía liderarán el nuevo empleo en 2016, según un informe

Raúl Solís Galván

A sus 43 años y con dos hijos, Ángela se divorció y cambió su ciudad de residencia conyugal por la de sus padres. De trabajar en una empresa familiar junto a su exmarido, pasó a limpiar habitaciones en uno de los muchos hoteles que inundan la Costa del Sol. Pensó que trabajando de camarera de pisos lograría poder ser autosuficiente para criar a sus dos hijas y llevar una vida autónoma.

Desgraciadamente, se encontró con la dura realidad que inauguró la reforma laboral de 2010 y que profundizó aún más la de 2012. Firmó un contrato de cuatro horas diarias, por 500 euros al mes, pero ni un solo día trabajó menos de siete horas. El contrato estipulaba que tenía que limpiar diez habitaciones en cuatro horas. La norma no escrita era limpiar 14 habitaciones en el mejor de los casos.

“En Navidad, Nochevieja y Reyes entré a trabajar a las diez de la mañana y salí a las ocho de la tarde”, recuerda. Las horas extras, por supuesto, no se las pagaban y, si se queja, a la calle que en la cola hay cientos de miles de desempleados esperando. De ese hotel, Ángela ha sido despedida después de Semana Santa y está a la espera de encontrar, en sólo un año, su cuarto contrato laboral.

Juannma es más joven que Ángela, tiene 34 años, pero ya conoce la crudeza de la precariedad laboral. A pesar de que estudió formación profesional en el ámbito sanitario, nunca ha trabajado de ello y casi toda su vida laboral ha transcurrido detrás de la barra de un bar.

Igual que Ángela, las cuatro horas de su contrato como camarero se convierten en jornadas laborales de ocho y, en algunos casos, hasta de diez horas. “Y si te quejas, te ponen mala cara como si estuvieras pidiendo algo raro”, se lamenta este joven sevillano que ha llegado a trabajar de camarero a tres euros la hora.

Otro de los sectores precarizados es el telemarketing. Vendiendo ropa de marca y joyas por teléfono ha trabajado Deborah, una gaditana de 31 años que relata que su último contrato como teleoperadora duró menos de un mes y que el sueldo ascendió a 107 euros. “Dejé aquel trabajo porque era de vergüenza cómo nos trataban y el nivel de presión que había”, subraya Deborah, que cumple a la perfección el perfil de precaria: joven, mujer y con hijos a su cargo.

Deborah cambió de trabajo pero el que tiene ahora tampoco la saca de la pobreza. Trabaja como camarera, cuatro horas al día, y para poder llegar a los 600 euros se ve obligada a hacer horas extras para pagar los casi 400 euros del alquiler. Con los 200 que le restan, cría a su hijo y hace lo que puede para estirar el dinero. No podría salir adelante si no fuera porque su familia le ayuda.

50% de los trabajadores andaluces gana menos de 645 euros

Ángela, Juanma y Deborah no viven en una isla ni son una anécdota, su realidad es la del 50 por ciento de andaluces asalariados que ganan menos de 645 euros al mes, siendo Jaén, Huelva, Córdoba y Almería las provincias españolas con los salarios más mermados.

El salario medio andaluz es un 22% inferior a la media estatal y desde el inicio de la crisis ha retrocedido más de un 8%, según el informe sobre rentas salariales elaborado por la federación andaluza de CCOO, que revela que sólo un 4% de los contratos en 2015 fueron indefinidos y que el 36% de los temporales no superaron los siete días de duración.

La precarización no lleva aparejada solamente bajos salarios, contratos temporales y explotación, sobre todo acarrea inseguridad vital, procesos de depresión agudos, incapacidad de desarrollar un proyecto de vida digna y, según la Organización Internacional del Trabajo, es ya la primera causa de accidentes de trabajo.

Pepa Cuaresma, de CCOO, destaca que la precariedad afecta con dramática virulencia a los sectores de la hostelería, el comercio, telemarketing y limpieza, ámbitos muy feminizados y con un peso destacado en Andalucía, comunidad autónoma con un modelo productivo poco diversificado, escasamente industrializado y que concentra su actividad económica en el turismo y en el ámbito de los servicios.

Convenios a la carta del empresario

“Con la última reforma laboral, un empresario puede reunir a sus seis trabajadores y negociar con ellos el salario y las jornadas laborales. Ahora los empresarios se aprovechan del miedo que tienen los trabajadores a perder su empleo y les bajan el sueldo y endurecen las condiciones laborales sin justificar pérdidas ni nada”, explica con vehemencia Guillermo Márquez, presidente del comité de empresa por CCOO de un gran hotel de la capital andaluza.

En concreto, Márquez se refiere al artículo 82 del Estatuto de los Trabajadores que, con la reforma laboral de 2012 aprobada por el PP, permite que las empresas se descuelguen de los convenios colectivos y que los trabajadores de empresas con poco personal, sin capacidad de presión sindical, vean reducidos sus salarios y condiciones, bajo amenaza de ser despedidos si no aceptan el convenio a la carta del empresario.

Derogación de las reformas laborales

Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), Andalucía tiene un 29,7% de su población activa desempleada, nueve puntos por encima de la tasa de paro estatal que afecta al 21% de los españoles. A pesar de estos datos absolutos, la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, ha valorado esta semana positivamente que la EPA refleja que “uno de cuatro ocupados nuevos en España eran andaluces”. Por su parte, UGT Andalucía acentúa que la mitad del 1,2 millones de andaluces en paro no tiene ningún tipo de ingresos.

Así, UGT y CCOO salen este domingo a las calles de las ocho provincias andaluzas para reclamar la diversificación de la economía andaluza y la derogación de las reformas laborales de 2010 y 2012, y revertir así la situación de extrema vulnerabilidad que sufren cientos de trabajadores en Andalucía que, como Ángela, Juanma y Deborah, no constan como parados en las estadísticas pero el empleo que tienen no les garantiza abandonar el laberinto de la pobreza y la exclusión social.

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