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Crónica de una boda 'sumisa' o cómo denunciar el libro editado por el Arzobispado de Granada

Boda sumisa de Izquierda abierta

Miguel A. Ortega Lucas

Granada —

Había un grupo de niñas excursionistas, casi púberes ya, ayer tarde, en la Plaza de las Pasiegas de Granada (la de la escalinata que sube hasta la Catedral). Y más de una pasó miedo real, como atrapada de repente en el anuncio navideño de la Lotería, al ver llegar, arrastrando cadenas y un siniestro vestido blanco, a la viva estampa de la niña de Los otros en aquella célebre escena en que la encuentra su madre (o Nicole Kidman) y se la queda mirando de soslayo, con los pelos de punta, tratando de adivinar si tras el velo se esconde su hija o la bruja del Pantano de Fuego.

–Ay, tía, pero qué cague, ¿no?

Y sí… Pero no se trataba de Los otros, ni de Aquí está la Navidad, sino de Cásate y sé sumisa: la performance. Aunque pertinente es insistir en el claro poso en la mirada del director de otro clásico cinematográfico contemporáneo: La princesa prometida. Al menos, el obispo que esperaba en las escaleras tanto a la velada novia –del brazo de su padrino– como al novio patibulario –más a lo don Pablo de Cuéntame, pero sin bigote– para perpetrar el enlace, comenzó con palabras parecidas a las del obispo mismo de aquella otra boda cruel de la película:

–¡Hijos míos! –tronó la voz, y volaron las palomas del crepúsculo–: ¡El magno matrimonio entre este varón y esta hembra, ¡esta varona! [sic], es para lo que nos hemos reunido hoy todos aquí!... ¡Hembra!: ¡baja un escalón y ponte en tu lugar! ¡Aprende cuál es tu sitio, en el escalón más bajo…! –y la novia, enfundada en su diseño del Ku-Klux-Clan, obedecía, sumisa.

–Estamos aquí –continuó, solemne– para unir a este hombre, ¡que dio sus costillas! [sic], como Nuestro Padre en el Paraíso, para crear a la mujer… Estamos aquí para devolver aquella costilla a este hombre, cual es su propiedad… –ya no quedaba rastro de las excursionistas, pero los profesionales de la prensa convocados se mezclaban con un tumulto de móviles, tabletas y demás chismes populares para inmortalizar el evento, con un japonés grabando con más resolución que el cámara de Canal Sur–… Y, como propiedad del hombre que es –seguía el obispo–, debe aprender y reconocer esta hembra que la obediencia leal y generosa es la condición de su sexo; ¡la sumisión es su naturaleza! Tu misión es satisfacer a tu hombre. Pues es él el que está hecho a Su imagen y semejanza [de Dios]. ¡Y tú no!

En este punto se dirigió el obispo a los contrayentes, mientras una turista extranjera se acercaba a un periodista (–Do you speak English? –Yes, a lidel bit…) para conseguir descifrar todo aquello (“It’s a problem with a book. Uh, very-very controversial…”)…

–Y por ello yo te pregunto, Juan Manuel [el obispo, al novio]: ¿vienes a contraer por esposa a esta mujer, por tu voluntad libre?

–Sí –contesta Juan Manuel, reciamente; la novia muda.

–¿Y te comprometes a sustentarla y domesticarla según los mandatos de los Sacros Imperativos del Patriarcado?

–¡Sí! –contesta de nuevo Juan Manuel, enardecido, como homenajeando por momentos a Forrest Gump en el Ejército-: ¡Según los Sacros Imperativos del Patriarcado, señor!

–¡Y tú, Catalina [a la novia], que fuiste expulsada del Paraíso, y eres obligada, como debe ser, a contraer matrimonio con Juan Manuel, que será tu nuevo amo: ¿Asumes [pregunta retórica] someterte a sus mandatos según los Sacros Imperativos del Patriarcado…? [leve movimiento de velo y de cadenas por parte de Catalina como respuesta]… En ese caso, padrino, ¡entrégale las llaves de las cadenas al novio! Yo os declaro amo y esclava. Novio: ¡puedes gozar de la hembra!

Después, entre gritos de la concurrencia (“¡Ni putas ni sumisas! ¡La sumisión mata!”), y a falta de la clásica lluvia de arroz, los flamantes Amo y Esclava se dieron un paseo por la plaza, a punto de arriesgar ella, de la emoción, un baile rociero como el de la duquesa de Alba tras su enlace, con sábana, cadenas y todo.

“Lo que pretendíamos con este acto desde Izquierda Abierta –explicó a la prensa, tras la boda, la co-portavoz de la formación política, Lucía Márquez– era hacer una denuncia de la discriminación de género y de las manifestaciones absolutamente machistas que se recogen en el libro Cásate y sé sumisa, editado por el Arzobispado de Granada”.

Márquez ratificó su deseo de que “se retire el libro” del mercado, y que la Fiscalía “actúe de oficio contra el Arzobispado por hacer apología de la violencia machista, porque entendemos que este tipo de mensajes, y también las reiteradas manifestaciones del Arzobispo, son un ataque a la libertad, la dignidad y la seguridad de las mujeres”.

A la pregunta de una periodista (¿Qué es lo que os ha parecido más duro del libro?), Márquez respondió que “en general todo. El título es suficiente para saber que es un ataque a la dignidad, la libertad y la seguridad de las mujeres, máxime cuando en España hay una media de 50-70 muertes de mujeres al año. Me parece excesivo que este tipo de libros reciban fondos públicos. Es escandaloso e indignante”.

A falta de que lo acaben o no retirando del mercado, lo único cierto es que la hoguera social y mediática en torno al libro parece no querer apagarse. Algo que redunda de manera directamente proporcional en la caja de autora y editores: Cásate y sé sumisa es ya el segundo libro más vendido en España de la plataforma de venta on-line Amazon; por delante de lo último de Pérez-Reverte (8º puesto), el Gran Wyoming (9º) y… Belén Esteban.

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