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“Si el futuro del trabajo no se decide desde el diálogo social, los débiles no tendrán esperanza y los poderosos no tendrán límite”

OIT: España tiene 1,5 millones de empleos afectados por la transición energética

Javier Ramajo

Con motivo de su centenario, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) está impulsando a nivel mundial un amplio debate sobre el futuro del trabajo para abordar todas las repercusiones derivadas de un proceso en continua transformación. Joaquín Nieto Sáinz, director de la Oficina de la OIT para España, se encuentra en Sevilla con ocasión del Congreso interuniversitario sobre el Futuro del Trabajo que se celebra en Sevilla los días 7 y 8 de febrero. Tras la jornada inaugural, atiende a eldiario.es Andalucía en la Facultad de Ciencias del Trabajo.

La OIT cumple su centenario este año. ¿Qué momento vive la organización?

Hace cien años, tras aquella I Guerra Mundial absurda e inútil, había un enorme conflicto enorme de clases y un conflicto enorme entre países. Se decidió crear una organización multilateral con gobiernos, trabajadores, empleadores, basada en una premisa: no hay paz mundial sin justicia social y no habrá justicia social sin trabajo decente. Esa organización debía establecer unas normas mínimas del trabajo que sean válidas para todos los trabajadores del mundo. Y así hemos estado cien años.

Pero el mundo ha cambiado mucho y sigue cambiando día a día.

Hoy en día, el derecho del trabajo a nivel mundial no se podría entender sin la OIT. Deerecho del trabajo que existe en todas partes, con sus diferencias, pero con cierta homegeneidad que tiene que ver con la OIT. Cada día se nos reconoce, pero en el centenario queremos un nuevo mandato para los próximos cien años. Porque no es que el mundo esté cambiando, es que estamos viviendo un cambio de época, con macrotendencias en la sociedad que afectan al trabajo: la revolución tecnológica, la necesidad de hacer frente al cambio climático, las tendencias demográficas y migratorias en un mundo desigual. Todo eso está afectando ya al mundo del trabajo.

¿Se va a poder mantener el empleo con esa revolución tecnológica que avanza día a día?

Esa pregunta se la hicieron en todas las revoluciones industriales. Hoy hay más trabajo que nunca: 3.200 millones de trabajadores en el mundo. Probablemente, el resultado de la revolución tecnológica, de la transición energética para hacer frente al cambio climático y de la aportación de todos los procesos migratorios sea más trabajo también.

¿Y también más desigualdades?

La clave es ver si todo eso se va a producir en términos de mayor igualdad social o en términos de desigualdad. Es lo que tenemos que decidir y definir, porque el futuro del trabajo no será algo determinado previamente sino el resultado de una decisión que se tome por todos los actores implicados en el futuro del trabajo. Desde la OIT decimos que la decisión se ha de tomar desde el diálogo social.

¿Y si el diálogo social no se produce en los términos en los que lo plantea?

Pues que los débiles no tendrán esperanza y los poderosos no tendrán límite. Lo importante es gobernar esa transición entre el mundo del trabajo de hoy y del mañana para que nadie quede en la cuneta, y en eso nos alineamos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Porque cambios va a haber. Al menos 2.000 millones de trabajadores en el mundo se van a ver de una forma u otra afectados.

¿Qué quiere decir “afectados”?

Que su sector, su empresa, su profesión, o va a cambiar o va a desparecer. En unos casos los empleos simplemente se verán transformados, en otros desparecerán. Y, claro, si mil millones de trabajadores ven en riesgo que desaparezca su sector, su empresa o su empleo, esto genera incertidumbre.

¿Cómo se le puede dar certidumbre a esas situaciones?

Reactualizando el contrato social que hace posible que la sociedad pueda vivir con un mínimo de convivencia. Eso se consigue garantizando a las personas que, sea cual sea su situación, nunca se va a quedar fuera porque va a tener un ingreso mínimo, una protección social desde que nace hasta la vejez y la formación como un derecho para poder cambiar de empleo o de profesión. Si garantizamos esa transición, todo van a ser beneficios, porque el cambio tecnológico permitirá un incremento de la productividad. Y si esos beneficios se reparten y se garantizan con una protección social, que hay que financiar, será posible hacer el tránsito.

Y si no se da, ¿podrían quedar cientos de millones de trabajadores excluidos?

Esa hipótesis no es posible, porque entonces la convivencia no será posible. Y volvemos a lo mismo: no puede haber paz social sin justicia social.

¿Ha de crearse un nuevo universo de derechos?

Queremos dar ese enfoque, con una garantía laboral universal, para que todos los trabajadores, sea cual sea su sector o el contrato que tengan, tengan esos derechos reconocidos mundialmente.

Pero ya se están viviendo conflictos entre trabajadores y empresas a raíz de esta cambio de época que usted dice.

Espontáneamente, el cambio será conflictivo, muy, muy conflictivo. Sin embargo, se ha de gobernar desde el diálogo social. Se van a crear nuevos empleos en el ámbito educativo, en el sociosanitario para atender a las personas que viven más tiempo, en el de cuidados porque tenemos que ir a un mundo con igualdad de género, en el mundo recreativo, en el propio sector tecnológico y digital, etc. Hay fuentes de empleo nuevas e inmensas. La gente encontrará empleo, pero tendrá que encontrarlo en iguales o mejores condiciones. Si no, no se garantizará la convivencia.

Pero las tensiones se están produciendo antes de que los derechos se puedan garantizar, ¿no cree?

Claro que hay y habrá tensiones entre quienes quieran que este cambio sirva para sacar más beneficios a los trabajadores y entre los trabajadores que querrán que los beneficios de ese cambio sean para todos. Hay está la tensión, en si va a haber una distribución justa de los beneficios del cambio tecnológico. Si no existe esa distribución justa, el propio cambio tecnológico podrá colapsar porque la convivencia no será posible. Y volvemos al principio: no habrá paz sin justicia social.

¿La tecnología ayudará a trabajar menos horas o a trabajar mejor?

El incremento de productividad podrá ayudar a que haya menos tiempo de trabajo, pero no necesariamente repartido al día, a la semana o al mes, sino a lo largo de toda la vida laboral, pero ese menor tiempo no puede redundar en que las personas trabajen menos horas de manera precaria y cobrando menos, sino que hay que garantizar que todos los trabajadores tengan un ingreso justo, que les permita vivir dignamente.

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