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Lecturas que no tienen precio

El proyecto funciona gracias a voluntarios.

Néstor Cenizo

Un par de veces cada semana llega un señor, carga un carrito de la compra con diez, doce o quince libros, salva el escalón de la entrada y se marcha sin pagar. Y no pasa nada en la librería Más Libros Libres, que está en Málaga (calle Ara, 1) y donde los voluntarios animan a los usuarios (que no clientes, matizan) a llevarse todos los libros que quieran y a traer los que les sobren. Son gratis. La experiencia funciona desde febrero de 2013, y bien. Tanto que el espacio cedido por la asociación de vecinos La Cooperación empieza a quedarse pequeño y buscan otro lugar. “Tenemos tantos libros que ese señor nos hace un favor”, comenta sonriendo Alberto Medina, el ideólogo detrás de esta librería.

“Un libro en una estantería es como tener un animal recluido. Es bueno que conozca nuevas personas”. Esta es la filosofía detrás de la idea que Alberto Medina tomó prestada de The Book Thing of Baltimore, una librería gratuita instalada en un almacén de la ciudad de la costa este de Estados Unidos. Es biólogo de la Universidad de Málaga, un tipo con esa clase de bondad que ayuda a confiar en el éxito de una idea como esta: “Estaba seguro de que funcionaría. La gente da más libros de los que se lleva, así que el stock siempre crece”.

Manejan un fondo de 5.000 volúmenes. Y tienen de todo, así que es un lugar ideal para que el bibliófilo se pierda. El catálogo, expuesto ya en doble fila, va de 50 Sombras de Grey (que dura poco en la estantería) a una colección completa de Carl Sagan, pasando por obras de Bernard Malamud, un amplio muestrario de libros en idiomas extranjeros y hasta una balda sobre la historia de Málaga. Rechazan enciclopedias, un producto en desuso que ocupa mucho espacio, y los fines de semana salen a la calle para instalarse en los mercadillos de la ciudad.

Salva Rosado es uno de los voluntarios que aporta su tiempo a esta iniciativa y explica que ha sentido tanto con algunos libros que le gusta pensar que ayuda a que otras personas vivan lo mismo. “Ves que la gente se emociona cuando encuentra lo que busca”, comenta. Marina López, también voluntaria, describe el momento en el que quienes acuden a los mercadillos descubren que el tomo que tienen en las manos no cuesta nada: “Yo disfruto mucho ese momento, porque no se lo creen: '¿Perdona? ¿Gratis?' ¡Se piensan que les vamos a vender una enciclopedia!”. En ocasiones organizan bookcrossings: sueltas de libros por la calle que anuncian en su cuenta de Twitter. La codificación del libro permite luego conocer su periplo y saber qué personas lo han leído.

Más Libros Libres no es una biblioteca, porque no exige carné ni que el libro vuelva a la estantería. Tampoco es una librería porque tan sólo estampa un sello sobre cada libro. Es una asociación cultural que organiza talleres, cenas y lecturas, y que recibe y entrega libros de y a las personas que quieren leerlos. Tiene unos 30 socios (de los que 15 son, además, voluntarios) y aportan una cuota anual de 20 euros que les da derecho preferencial sobre los libros que llegan. También admiten donativos, venden bolsas de tela por tres euros y camisetas por nueve. No reciben subvenciones. Con ello cubren los gastos de material de oficina.

Un ejemplo de usuario es Antonio López, un joven en la treintena que llega a la librería en una pequeña scooter y se describe así: “No sé si soy usuario, cliente, o aprovechado. Pon que soy simpatizante, antes tenía dinero y no tenía tiempo. Era montador de grúas torre, pero me quedé en paro y me decía, ¿cómo voy a gastar 20 euros? Si no fuera por esto, hubiera pasado muchas noches de aburrimiento”, cuenta. Lee un par de libros a la semana.

Como él, otros usuarios. Como una vez que recibieron la visita de dos señoras de Francia que conocieron la librería por internet. En otra ocasión se presentó un vecino del municipio de Humilladero que cogió un autobús para buscar en sus estanterías libros de Agatha Christie y se llevó una caja repleta de misterios de vuelta al pueblo.

Pero para resolver la ecuación hay que despejar otra incógnita: ¿Y quién entrega sus libros? Gente como José Luis Atienza, ya jubilado, que devuelve Tres hombres en una barca, de Jerome K. Jerome, y se lleva un SuperHumor de Mortadelo y Filemón, para su nieto: “Hay que hacer hueco. ¡Qué le digan a mi mujer si el saber ocupa lugar o no!”. Y está el caso de las grandes donaciones, que explica Salva Rosado: “Nos llamaron desde el Puerto de la Torre [un barrio a las afueras de Málaga] y nos ofrecieron 1.800 libros. Tuvimos que alquilar una furgoneta. Muchos estaban sin estrenar”. Tienen donantes “institucionales”, entre ellos la Biblioteca Provincial de Málaga o el Centro Cultural Generación del 27, y disponen de una red de puntos de recogida que abarca toda la provincia.

La iniciativa se extenderá próximamente a Sevilla. Pero para para que Más Libros Libres funcione se necesita también una genuina pasión por la lectura y la creencia de que un libro en una estantería está muerto. Salva Rosado cree que la idea llama la atención porque falta una educación en la cultura del intercambio. “Me da mucha pena cuando veo libros en la basura”, explica Vicky Martín, otra voluntaria. Marina López completa el razonamiento: “Los libros que han pasado por otras manos tienen un poco más de experiencia”.

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