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Casas de acogida: un portal hacia la esperanza

Las casas de acogida para víctimas de maltrato se visten de fiestas estos días.

Miguel Ángel Parra

Rosa nunca olvidará las Navidades de 2008. Ese año ella y sus hijos decoraron el árbol de Navidad. En Nochebuena preparó la cena para los niños y unos amigos y en Fin de Año tomaron las uvas. El 5 de enero vieron la cabalgata y, al día siguiente, abrieron los regalos y desayunaron roscón de Reyes. Unas Navidades ‘normales’ de no ser porque fueron las primeras que Rosa y sus hijos pasaron en una casa de acogida para víctimas de violencia de género.

Tan sólo unos días antes, el 19 de diciembre, Rosa había cogido a sus tres hijos, de 13, 3 y 2 años, y se había ido de casa. Con lo puesto. Tras años de gritos, golpes y sufrimiento causado por su marido, decidió por fin escapar del infierno. Cuando llegó al centro de emergencia, se encontró con otras madres y otros hijos que estaban en su misma situación. O incluso peor. Dadas las fechas en las que estaban, el personal se esforzó para que pasaran las fiestas lo mejor posible e intentaron normalizar la situación con juegos, villancicos, regalos…

Era parte del programa Vacacionantes Navidad, incluido en el Servicio Integral de Atención y Acogida a mujeres víctimas de violencia de género del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM). El objetivo, propiciar a la mujer y a sus hijos un entorno familiar para que puedan celebrar las fiestas con cierta normalidad.

“En mi primera Nochebuena cociné yo. Nos juntamos dos pisos: ocho madres con sus hijos, más una soltera y otra enferma. Todos los años nos preparamos, nos arreglamos, primero cenan los niños y luego, las mamás. Por la noche, les preparamos los regalos de Papá Noel a los niños y también tenemos regalos nosotras. Durante esos días vamos a la función navideña de los niños y hacemos un montón de cosas. En Nochevieja, cenamos juntos, incluidos los auxiliares, hay confetis, matasuegras… Y el día 5 llevamos a los pequeños a ver a los Reyes Magos”, cuenta emocionada Rosa.

Alberto Arnaldo, director de la red de centros de acogida del IAM, explica que, con esto, “se pretende minimizar el impacto, dado que están en una situación muy débil. Son fechas muy complicadas, con una carga emocional muy potente”. Con este programa se consigue que tanto madres como hijos ganen en tranquilidad y confianza. “Además, hay que tener en cuenta que han perdido su entorno: trabajo, colegio, familia, amigos… Están desarraigados y tienen que empezar de cero. Esa afectividad que desaparece genera una situación depresiva y aquí se les procura una normalización”, explica Arnaldo.

Como Rosa y sus hijos, 183 víctimas de violencia de género (86 mujeres y 97 menores) disfrutarán este año de este plan a través de 200 actividades especiales que girarán sobre el eje de la educación, la no violencia y la interculturalidad: juegos cooperativos, sesiones de canciones y tradiciones navideñas, talleres de cocina y decoración navideñas, manualidades, animación a la lectura…

El Servicio Integral de Atención y Acogida (900 200 999) ha atendido desde su creación en 1999 hasta el primer semestre de 2013 a un total de 41.104 personas, 18.105 de ellas mujeres y 22.999 menores. El programa, que en 2014 cumplirá 15 años, se lleva a cabo en los 78 centros de atención y acogida a víctimas de violencia de género existentes en las ocho provincias andaluzas.

Los niños, los más beneficiados

Son los más pequeños a los que mejor sienta esta iniciativa. Según Arnaldo, “el 100% de los niños que llegan a los centros han sufrido maltrato psicológico por el ambiente en el que han vivido y, en otros muchos casos, también malos tratos físicos. Muchos llegan con enuresis o terrores nocturnos y es necesaria una intervención psicológica”.

Sin embargo, el efecto positivo de estas actividades es “inmediato” en ellos, que encuentran un entorno normalizado, sin gritos, sin violencia, van al colegio, participan en actividades extraescolares, vuelven a tener rutinas… “La recuperación es notoria con estas actividades. Los niños hacen amigos, las madres hacen cursos, se sienten seguras y se van fortaleciendo”, afirma Alberto Arnaldo. Rosa explica que los niños “prácticamente no se enteran de lo que está pasando, porque el equipo hace todo lo posible para que tengamos una Navidad normal”.

Porque, cuando llegan y mientras están en el centro, disponen de personal 24 horas al día, 365 días al año. “Ninguna de ellas llega después de la primera bofetada, sino tras una media de 10 años de malos tratos, psicológicamente están devastadas y con la autoestima por los suelos. Incluso se culpan a sí mismas”, explica Arnaldo. “Los auxiliares son increíbles, están siempre pendientes de ti y te cuidan muchísimo, especialmente estos días. Ellos y el resto de madres llegan a ser tu familia”, añade Rosa.

Atrás quedan para ella los años en los que “pasó la cosa”, como ella dice. Y bien lejos quedan también aquellas Navidades de 2008: “Cada año, las Navidades son mejores. Ahora tengo una pareja nueva y pasaré las fiestas con él, mis hijos y sus hijas. Y la siguiente Navidad será mejor que ésta… ¡seguro! ¡Quién me veía a mí hace seis años y quién me ve ahora!”.

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