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El Pompidou de Málaga se enrola en la subversión dadaísta

Un niño, ante una imagen de 'Anémic cinéma', de Marcel Duchamp | Néstor Cenizo

Néstor Cenizo

“Me negaba a buscar un significado para todo aquello; simplemente dejaba que las ideas me llegaran y se transformaran en un estado que podría llamar de sueño virginal, me abandonaba al placer de la irregularidad espontánea de ese sueño... Pero, ¿basta eso para convertirme en un surrealista?”. La cita es de Hans Richter, que formuló esa pregunta a propósito de su obra Filmstudie. La respuesta es que probablemente sí: Richter era un surrealista y tres de sus obras, junto a otras de Marcel Duchamp, Man Ray o Luis Buñuel, figuran en la exposición temporal Cine Dadá, cine surrealista, recién estrenada por el Centro Pompidou de Málaga.

La muestra, que puede visitarse desde el pasado lunes hasta el 19 de junio (excepto los martes, cerrado) propone un atracón de surrealismo cinematográfico pocas veces visto en España: más de cuatro horas de metraje en total, repartido en 14 obras, algunas tan emblemáticas como Emak Bakia, el poema cinematográfico que Man Ray rodó en una casa en los acantilados de Biarritz, o Un perro andaluz, nacida de un encuentro en Cadaqués entre Salvador Dalí y Luis Buñuel en el que decidieron dejarse llevar por la escritura automática.

Dice la nota distribuida a la prensa que el Centro Pompidou “reivindica la subversión del cine dadá y el surrealismo”. La muestra, comisariada por Phillippe-Alain Michaud, solo hace un distingo: en el universo dadaísta “la subversión iconográfica se funde con la abstracción (…) en una indiferencia hacia el sentido”, mientras que los surrealistas de la segunda mitad de los años 20, representados aquí por Georges Dulac y Luis Buñuel, volverán a orientarse hacia el tema, la acción y el relato, condicionados por el inconsciente y el sueño. Por lo demás, todas las obras son subversión frente al cine entendido como espectáculo de entretenimiento.

El recorrido por las obras, datadas todas entre 1920 y 1930, muestra a autores con el único propósito común de incomodar, de llevar la contraria a las corrientes dominantes y poner en cuestión el orden establecido, la sociedad burguesa y sus valores, pero no solo eso: se trata también de deconstruir la forma y hasta las lógicas de la acción y la narrativa, eso que se conoce como trama. En ese contraorden, caben desde las abstracciones gráficas de Viking Eggeling (del que se muestra su Diagonal Symphony, arquetipo del cine no figurativo para recibir al visitante) hasta la experimentación fotográfica de Man Ray, que salpimentó (literalmente: vertió sal y pimienta, y luego clavos y chinchetas) el rollo de película de Rayogramas, “como un cocinero prepara un asado”.

“El cine me divertía especialmente por su lado óptico. En vez de fabricar una máquina que gire [...] me dije: ¿por qué no grabo una película?”, dijo Marcel Duchamp de su única película, Anémic Cinema, rodada nueve años después de cambiar para siempre la idea del arte en occidente con La Fuente. En Le Ballet mechánique, Fernand Léger disuelve el contenido figurativo en una especie de collage de ritmo trepidante, a menudo desenfocado y plagado de ángulos imposibles. En la misma sala puede contemplarse el único contenido no cinematográfico de la muestra: una marioneta deconstruída de Charles Chaplin, firmada por el propio Léger: Charlot cubiste (1924).

Emak Bakia (Déjame en paz) es un cinepoema, llamado así en homenaje a una casa perdida para siempre en los acantilados de Biarritz. Emak Bakia es también la película sin atadura alguna que incorpora el vuelo libre de una cámara lanzada al aire como parte del metraje. Y sí, también fue una editorial y el grupo formado por dos ex Migala, todo en homenaje a la película que rodó Man Ray y protagonizó Kiki de Montparnasse.

Resulta también interesante comprobar la vigencia de propuestas como Vormittagsspuk, de Richter, quien se inspiró en el guion de Werner Graeff, La rebelión de las armas de fuego. Es una fábula política en la que los utensilios domésticos se rebelan contra sus usuarios. Antes de las máquinas de Skynet se rebelaron las tazas y los sombreros.

La muestra se cierra con dos de las obras maestras de Buñuel, proyectadas en el auditorio. Si Un perro andaluz le sirvió para entrar en el selecto grupo de André Breton y los suyos, La Edad de oro, violento grito anticlerical, fue destruida en España y prohibida en todo el mundo hasta 1981. Por esta película el mecenas Charles de Nouailles se jugó la excomunión y un buen puñado de amistades.

Algunas obras tuvieron la virtud de provocar hasta a los provocadores: de La Coquille y le clergyman, con la que Germaine Dulac pretendió contar “unos estados de ánimo”, se explica que no gustó ni a los surrealistas. Los dadaístas habían utilizado las películas como “armas revolucionarias” y los surrealistas, con Buñuel y el propio Dulac a la cabeza, elevaron la técnica. Dos películas confirman que consiguieron lo que buscaban: Vormittagsspuk fue prohibida y destruida por los nazis, y La Edad de oro tuvo que esperar a 1981 para poder ser exhibida en Nueva YorkVormittagsspuk La Edad de oro . El objetivo era cuestionar el pensamiento dominante y algo debieron conseguir.

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