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Voluntarios en Tarifa: el esfuerzo que salva vidas

Una de las pistas del polideportivo de Tarifa // N.C.

Néstor Cenizo

Un cartel de madera clavado en el extremo del puente que lleva a Isla Paloma avisa: “Usted está en el punto más meridional de Europa”. Más allá, África, y entre medias, el Mar Mediterráneo. La sensación es que la montaña que se divisa al frente casi se puede tocar y que aquello no es otro país, otro continente u otro mundo. Pero entre esa tierra y esta hay 20 kilómetros de mar y corrientes que más de 1.200 africanos han intentado cruzar esta semana en barcas de juguete. Fueron rescatados por los barcos de Salvamento Marítimo y atendidos en tierra por una legión de voluntarios de Cruz Roja. El jueves, superado el trance, cunde la idea de que se ha hecho un buen trabajo, con el resultado palpable de que se han salvado vidas.

“Como esto, nunca”, zanja Miguel García, portavoz de Cruz Roja, que ha atendido a 1.219 personas llegadas en dos días: 307, el lunes, 912, el martes. La cifra casi iguala el número de personas atendidas por los equipos de respuesta inmediata durante todo el año 2013. “Cuando ocurre algo de esto el cuerpo te pide venir”, explica Laura de la Pascua, enfermera voluntaria de Cruz Roja en Cádiz. Tiene 22 años y el martes su teléfono sonó a las 8.30 de la mañana: “Te levantas, te vistes, desayunas corriendo y te vas”. A mediodía del jueves lleva acumuladas más de 15 horas trabajo seguidas, alguna de ellas consumida preparando biberones: “Cuando por la mañana los niños te miran y juguetean contigo, reconforta”. Su compañero Nordin Meskin es marroquí, lleva 27 años en España y es voluntario en Almería. El día 11 terminó de colaborar en la Operación Paso del Estrecho y se unió a los compañeros de Tarifa. Como habla francés y árabe, es uno de los encargados de ejercer labores de traductor, y tiene contacto directo con ellos: “Hay gente que lleva tres o cuatro años en Marruecos o que han cruzado casi toda África, y al llegar aquí sienten les ha llegado el momento. Y te abrazan”. Laura y Nordin son dos de los 52 voluntarios que Cruz Roja ha desplegado en Tarifa, distribuidos en los dos pabellones municipales. Muchos son de la provincia de Cádiz, pero han llegado también Granada, Málaga, Huelva, Sevilla o Almería. La mayoría no ha lidiado nunca con una situación parecida.

Trasladados los niños y las mujeres, casi 400 inmigrantes esperan en cada pabellón a que los juzgados decidan sobre su situación jurídica. El ajetreo de los primeros días terminó y cada uno se ha hecho ya su pequeño hueco. Desde la mañana del jueves, la Guardia Civil no permite que los periodistas accedan a las pistas sobre las que los recién llegados aguardan que alguien les diga dónde irán ahora. Así que al otro lado de un muro de metacrilato, matan la espera tumbados sobre sobre mantas rojas. Algunas de las mujeres se hacen trenzas; también se intuyen los primeros conatos de discusiones y peleas después de dos días de convivencia sobre una pista de pádel. Sobre la red hay ropa tendida y a la entrada se apilan cajas con zapatillas negras, ropa y mantas.

El lunes los inmigrantes fueron atendidos en el puerto, y el martes el ayuntamiento cedió el primero de los polideportivos habilitados, casi metido en una playa atestada de turistas. En el muro que separa el polideportivo del paseo marítimo, un dibujo muestra a un surfista al lado de un inmigrante que agarra un salvavidas: “Yendo por una buena ola. Huyendo por una mejor vida”, se lee. Este es el pueblo del viento y de las pateras. “En Tarifa llevamos cientos de años recogiendo náufragos”, asegura Juan Andrés Gil, su alcalde, quien dice recordar muchas oleadas de 500 inmigrantes cuando los medios eran distintos: “Aquí hace diez años nos poníamos el Ayuntamiento y el guardia de puerta y hacíamos arroz con pollo”. Hoy, el operativo lo coordinan la Guardia Civil y la Cruz Roja y el ayuntamiento cede las instalaciones, a las que el jueves se incorporaron duchas portátiles en previsión de que la estancia de los inmigrantes se prolongue otro par de días. Gil explica que el atasco (“lógico”, matiza) está en los juzgados, que deben decidir si pone en libertad a los recién llegados, los repatría o los ingresa en un CIE, algunos de los cuales ya estaban colapsados ayer: “Hasta entonces tienen que estar aquí, de acogida”.

Satisfacción en Salvamento Marítimo

Cinco buques de salvamento marítimo, un helicóptero, un avión, una embarcación de Cruz Roja, dos patrulleras de la Guardia Civil y una patrullera de la Armada han participado en las operaciones de rescate. Y aunque la mayor parte de los buques (salvamares) tienen 21 metros de eslora y capacidad para transportar habitualmente a unas 60 personas, estos días han llegado a llevar hasta 120. José Maraver, subjefe de coordinación de Salvamento Marítimo de Tarifa, explica que la mayoría de las intervenciones se producen a partir de un aviso que muchas veces lanzan a veces desde un teléfono móvil en la propia embarcación. Entonces se inicia la tarea es localizar dónde están: “Les preguntamos qué ven alrededor para intentar localizarlos. Si hay barcos grandes, pequeños, el color…”. Con todo, el momento más peligroso es el de acercarse a las balsas, pequeñas barcas de juguete con ocho personas a bordo medio hundidas en el mar.

Dice Maraver que el tipo de embarcaciones demuestra que quien se aventura en ellas a cruzar el estrecho no sabe lo que hace. Y pese a ello, la mayoría de las intervenciones se realizan muy cerca de la costa española, cuando ya casi tocan con los dedos la meta de una carrera que empezaron a miles de kilómetros. Para entonces, llevan entre 7 y 11 horas (“depende de su habilidad, de su fuerza, de si se coordinan bien…”) luchando contra las corrientes, remando por llegar a Europa.

“Cuando los encuentras, llevan muchas horas en el mar, con frío, y son frágiles. No saben qué es un chaleco salvavidas, y la angustia hace que cuando ven una embarcación que se acerca se pongan nerviosos y puedan caerse al agua. Por eso, lo primero es hacerles señas para que se tranquilicen…”, comenta el responsable de Salvamento Marítimo. Satisfecho porque desde el punto de vista técnico “se ha rayado la perfección”, Maraver dice que desconoce las quejas del sindicato CGT a propósito de la supuesta falta de personal, aunque concede que en estas situaciones “anormales”, “todas las manos son necesarias”. “Todos han estado a disposición de las circunstancias porque las circunstancias se lo merecían. Y eso engrandece un servicio público. Las cifras, a pesar de ser frías, a veces hablan por sí solas”: 1219 personas fueron rescatadas esta semana del mar que separa dos mundos.

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