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El Zaidín se queda huérfano

Isidro Olgoso/ Foto:Granadaimedia

Ángeles Huertas

Granada ha despertado este lunes de luto. Isidro Olgoso, exconcejal Socialista del Ayuntamiento, falleció anoche a los 53 años tras una repentina enfermedad dejando huérfano al Festival de Rock del Zaidín y a todos los vecinos del barrio.

Isidro, casado y con tres hijos, fue uno de los pioneros del movimiento vecinal de Granada, en el que comenzó en los años 80 en la Asociación de Vecinos del Zaidín, el barrio más populoso de Granada, como vocal de Juventud creando uno de los festivales de Rock más antiguos de Europa y el único gratuito con tres días de duración, que en sus 33 años de vida se ha convertido, como su fundador decía “en la historia del rock en España”.

El domingo, este antropólogo creador del libro Entre dos Ríos, historia del Zaidín, educador y trabajador social perdió su última batalla. La muerte le ha sorprendido terminando la segunda parte de la historia de su barrio, en la que relata el nacimiento y evolución de esta zona de Granada desde una perspectiva social, alejada de los sillones presidenciales, las alfombras rojas y los medallones.

El Zaidín cumple ahora 60 años de historia y sus fiestas, las que Isidro llevaba cerca de cuarenta años preparando comienzan, ironías de la vida, esta semana. El escenario nunca volverá a ser el mismo sin la figura de sombrero blanco que en cada edición deambulaba entre cables y micros atento a cualquier detalle. El festival, que empezó, según él mismo relataba, “con los vecinos entrelazando sus brazos como única medida de seguridad para cortar el paso con el escenario”, reúne en la actualidad a 60.000 espectadores.

El Carnaval, otra de las pasiones de este luchador granadino, también llora su muerte, porque fue él quien lo rescató del olvido cuando ya nadie recordaba que en la Tierra de la Malafollá se cantaban chirigotas. Los integrantes de esta herramienta popular reivindicativa han perdido un padre.

El que fuera uno de los concejales más cercanos y trabajadores del Ayuntamiento de Granada, sólo estuvo en primera línea de fuego político entre los años 2007-2011, siempre prefirió el anonimato del trabajo colectivo vecinal, donde se dejó la piel durante cuatro décadas pateando las calles con su sonrisa bonachona y talante conciliador.

Isidro, que nunca supo hablar en singular, entregó su vida a los demás, ayudando allí donde alguien lo reclamaba. Porque en Granada, dice uno de sus hermanos, “quien no le debía un favor era porque no se lo había pedido”.

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