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Zemos98 o la memoria (que se pierde) de los bienes comunes

'Hackcamp' del 17 Festival Zemos98. / J.M.B.

Juan Miguel Baquero

“No te pierdas esto”. Gema Valencia sostiene un periódico del año 2000. “Lo recuerdo perfectamente”, responde Pedro Jiménez. Miran un especial a cuatro páginas sobre el segundo festival Zemos98. El papel recuerda aquellos primeros encuentros que nacían con perfil comunitario “cuando aún no se sabía qué era eso de los commons”. Ahora echan el cierre. Y dejan a su paso la memoria de los bienes comunes.

El 17 Festival Zemos98 será el último. Mucho trayecto recorrido desde aquella apuesta que iniciaran, a finales del siglo pasado, un grupo de jóvenes en mitad de la comarca sevillana de Los Alcores. De ahí “a la ciudad” y al ciberespacio. Poca broma. La apuesta consistía en pujar por la cultura vanguardista, alternativa… inquieta. Una jugada de riesgo que tiene principio y fin, denuncian, “en una política cultural inexistente”.

“Surge de manera muy casual. Como una apuesta muy honesta de aprendizaje. Es lo que hemos hecho cada año”, resume Pedro Jiménez, miembro del colectivo Zemos98. “Con la misma ingenuidad del que se pone a hacer un cortometraje en verano, con 14 ó 15 años y sin tener mucha idea, pensamos en construir un lugar donde aglutinar otras actividades y proyectar estos trabajos”.

“No hay interlocutores válidos”

Así fue el germen “y su primera etapa, en El Viso del Alcor”. Según como se mire, o quien, los gestores públicos ganan. O pierden. “Más que ir contra este tipo de propuestas –precisa–, las administraciones caen en la indiferencia por falta de políticas públicas activas sobre esos agentes que están desarrollando una cultura de calidad”.

No lo entienden. Juegan a otra cosa, dicen. “Gestionan. Nada más. Reparten cinco por aquí, diez por allí, tanto por ahí… no hay interlocutores válidos”. Es, cuentan, como que los entes públicos viven otro mundo. “Es la reclamación que hacíamos en el año 2000 y la que hacemos ahora”. Principio y fin, repiten, “en una política cultural inexistente”.

Tras anunciar que el 17 festival es el último Zemos98 recibieron llamadas “de todos los partidos políticos”. Nadie se sorprende de sus razones, “pero nadie da soluciones”. Buscaban acabar con la incertidumbre (presupuestaria, sobre todo) que rodeaba cada edición y abrir así, de paso, “un periodo de reflexión sobre las políticas culturales”.

Ahora fijan objetivo en otros proyectos a largo plazo. “Podríamos seguir muriendo poco a poco”. Desaparece el festival, “la cita anual de primavera, el background de todos esos años”. Pero no el colectivo. “No tiramos la toalla definitiva”, dicen. Ocuparán otros espacios de la ciudad. “No nacimos sabiendo que existía el concepto de los commons, pero ése era nuestro lugar. El lugar en el que las cosas se comparten, en el que las cosas se cuidan… internet es un proceso más, un bien común más este tiempo. Todo parte de ahí”.

Un referente de la cultura contemporánea

El fin del ciclo es el Caring For The City: Reclaim The Commons. Un Zemos98 dividido en claves que van de un campamento de hackers a los códigos fuentes audiovisual y audio-textual. O la velada musical con Niño de Elche. El último hito es una forma de trabajar la cultura que supone “procesos complejos que van al margen de la cultura del entretenimiento”.

Zemos98 no es un baile de masas. Ni lo busca. Sí es un referente de la cultura contemporánea que motivó a la ciudad para salir “de la lógica de lo que tenemos en medio, la Semana Santa y la Feria”. El festival número 16, como muestra, llegó centrado en migraciones y en la reflexión sobre la idea de Europa. Fue el Remapping Europe.

Un año antes, en 2013, la evolución del certamen llevaba la decimoquinta edición al debate y la reflexión en torno al mundo audiovisual, la creación colectiva, la educación, internet o la propiedad intelectual. Los Vulnerables. Imaginad una multitud que arde en el combate de la vida era el lema que rezaba un cartel con un titánico Godzilla ciudadano. La música, y la remezcla política, llegó de las manos del activista Dj Rupture.

Procomún, amor y remezcla presentó el 14 Festival Zemos98, un proyecto de “residencias” con las que investigar “las relaciones entre las nuevas tecnologías y el acercamiento a lo personal, los sistemas de producción y autogestión, las máquinas y los cuidados”. El potencial que se esconde en torno a la transformación social.

En 2011, el certamen internacional hacía “una llamada a la calma, al tiempo lento, a desacelerar los ritmos de producción para atender a lo afectivo, lo cotidiano y reencontrarse de nuevo con la ciudad y sus habitantes” con Progresa adecuadamente. Los espacios comunitarios, los bienes comunes, de nuevo como elemento vertebrador. Y la propia denominación de las citas anuales, casi llaves para abrir esos cofres repletos de contenidos alternativos.

Hasta ahí, antes fueron en orden decreciente Microbios seres vivos diminutos, o Educación expandida en 2009, un 10 festival con el nombre de Regreso al futuro, un año antes Fuera de control y en 2006 Más allá de la televisión. El 7 fue denominado Inteligencia colectiva. Antes habían sido el sexto, quinto, cuarto, tercero y segundo Zemos98, aquel que aparece en las páginas de un periódico en papel de marzo del año 2000. Precedido, solo, por el Primer Certamen de Cortos Zemos98. En 1999. Allá por el siglo pasado. “Ya no habrá un 18 Zemos98. Sería otra cosa. Al menos ahora mismo, que estamos de luto y casi en el sepelio”.

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