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Rota frente a Nápoles

Nápoles

Juan José Téllez

“Bravo Zulu”. Así, con el código BZ, que identifica al trabajo bien hecho, despidió el vicealmirante Enrique Torres Piñeyro, Almirante Jefe del Arsenal de Cádiz (ALARDIZ), al capitán de navío Michael D. Macnicholl, que ha desempeñado el cargo de comandante de Actividades Navales de EEUU en España desde julio de 2016 y cuya sustitución por su homólogo David S. Baird ha venido a coincidir con el anuncio de la llegada de los helicópteros en las nuevas fragatas del escudo anti-misiles.

La ceremonia de relevo marcó, según quienes asistieron a la misma, el buen estado de las relaciones entre la Armada española y la estadounidense, a pesar de la controvertida retirada de la fragata Méndez Núñez cuando acompañaba a un Grupo de Combate liderado por el portaaviones Lincoln en unas maniobras estadounidenses que se encaminaban al Estrecho de Ormuz rumbo al Golfo Pérsico, en plena crisis diplomática entre Washington y Teherán. Aunque no faltó quien vaticinara un nuevo rifirrafe entre La Moncloa y la Casa Blanca, no parece que llegara la sangre al río.

Más que un escudo anti-misiles

El escudo anti-misiles, en realidad, es algo más que un escudo anti-misiles, expresión que blanquea otro tipo de maniobras, como las que Estados Unidos desarrolla desde Gandsk, en Polonia, Rota y Nápoles en el Mediterráneo, en torno a Libia en el Magreb, o Siria, o hasta el mar Negro en torno a la codiciada Crimea, anexionada por Rusia en 2014. Una partida de ajedrez a muchas bandas, que también incluye a China, Turquía, Irán o Egipto y esa Unión Europea que dio por imposible su Unión Europea Occidental como alternativa propia a la OTAN y ahora baraja la creación de un ejército propio que sería hasta cierto punto inviable sin las patentes tecnológicas, en su mayoría estadounidenses.

La Sexta Flota, basada en la misma ciudad italiana con sus 3.950 marinos, o los cuatro destructores de Rota y su personal acreditado, se encuentran a las órdenes del almirante de cuatro estrellas James Foggo III, que asume el mando de las Fuerzas Navales de EE.UU. en Europa y África y, asimismo, la jefatura de la Fuerza Conjunta de la OTAN del cuartel general de Nápoles (Italia), a lo que se une un destacamento naval en la base griega de Soudha Bay (Creta) y otro aéreo en la base de Sigonella (Italia). La estrella de este despliegue no es Rota sino Nápoles. La base española supone una reducción de costes para su operativo y una suerte de intercambiador aeronaval que igual le permite actuar en el Mediterráneo y el Mar Negro que dirigirse al Atlántico Norte, al Báltico o a la costa atlántica de África, un territorio donde anida Boko Haram o el Daesh.

Trasladar las instalaciones

Hace unos meses, en Jerez, Pablo Casado, presidente nacional del PP, rescató una vieja idea de José María Aznar, de los tiempos del trío de las Azores: que la base de Rota albergue al cuartel general de la Sexta Flota, que trasladaría sus instalaciones desde Nápoles. Lo más que España consiguió entonces a duras penas fue algo más de carga de trabajo para Navantia, a pesar del coste de toda índole que supuso la guerra de Irak.

En esta ocasión, la propuesta de Casado se basaba en que el Gobierno italiano era populista y no era fiable. Tampoco Estados Unidos se fía demasiado de los Gobiernos españoles, lo que quizá explique que después de muchos dimes y diretes, la sede de su Mando de África (AFRICOM) descartara las ubicaciones de Rota y de Tan-Tan en Marruecos para establecerse en la base alemana de Stuttgart, a pesar de su evidente lejanía geográfica. El traslado de la VI Flota de Nápoles a Rota le permitiría a España, eso sí, incrementar su aportación presupuestaria en ese 2 por ciento del PIB que reclama Washington. No parece, sin embargo, que su iniciativa despierte entusiasmo ni allí ni en Madrid.

El operativo de la VI Flota no sólo afecta a Nápoles, sino a otras cinco bases, como son La Spezia, Augusta, Taranto, Brindisi, Gaeta: un costoso despliegue a 20.000 soldados, 200 aviones, dos portaviones nucleares, cuatro cruceros, más de diez destructores y cuatro submarinos, amén del buque ‘Mount Whitney’ que comanda la fuerza. Trasladarlos, en caso de que así se decidiera, no sería flor de un día y Rota no cuenta, hoy por hoy, con espacio disponible para todo ello. En su día, José María Aznar y Georges Bush empezaron una negociación en dicho sentido pero, de repente, todo se fue al traste cuando Atocha se nos llenó de muertos.

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