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Shekinah, el taxista y la casera: una estadounidense se queda atrapada en España en plena pandemia a punto de dar a luz

Shekina se ha quedado atrapada en España mientras su marido trabaja en Marruecos

Juan José Téllez

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Una veinteañera estadounidense espera dar a luz en Algeciras, en torno al próximo 19 de abril, mientras intenta salir adelante acompañada por sus tres hijos –de dos a nueve años de edad–. Su marido, también norteamericano, no puede salir de Casablanca para reunirse con el resto de su familia.

En plenas restricciones como consecuencia del coronavirus, una inesperada red de solidaridad, en la que participan desde un taxista a un gestor, un alcalde y los trinitarios, han logrado encontrarle techo y buscarle ropa, pero nadie sabe qué ocurrirá con ella cuando dé a luz: “Necesitará cuidados, que le curen los puntos y que atiendan a sus niños chicos”, resume Ágata González, que le arrendó un apartamento, después de peregrinar por hoteles que iban cerrando paulatinamente a medida que avanzaba el confinamiento.

Excursión a la cuarentena

Afroamericana y vivaz, Shekinah McKinstry, de 27 años de edad, quizá haya tarareado por primera vez en estos días el 'Sweet home Alabama', de Lynyrd Skynyrd, añorando su casa en Anniston, aunque ella naciera en Texas. Eso sí, estudió en Jacksonville y su esposo, Martel, en Birmingham. Ahora, viven en Marruecos, en Casablanca, porque él trabaja allí, aunque siga cobrando en dólares.

“No estoy segura de cómo empezar a contar mi historia. De repente, una excursión de un día a España se convirtió en un mes de larga cuarentena”.

Su madre, Brenda Surles, se había reunido con ella y con sus tres hijos en Tánger: Issachar, el mayor, con 9 años; Judah, de 5; y Naomí, de dos años, a la que dio a luz en 45 minutos solo con la ayuda de su marido.

El día 12, pocas horas antes de la declaración del estado de alarma en España y del cierre del puente marítimo del Estrecho así como de las fronteras con Marruecos, la familia en pleno decidió visitar Tarifa, apenas a 11 millas al otro lado del Estrecho.

“Solo unas horas después cerraron el puerto, sin previo aviso –lamenta Shekinah–. Estaba, de repente, en España, con mi madre y con mis tres hijos, sin manera de volver a Casablanca con mi marido. Y tampoco él podía cruzar”.

Consiguieron, al menos, comprar los billetes para viajar al día siguiente desde Algeciras hasta Ceuta, por ver si podían retornar a Marruecos a través de la frontera del Tarajal. Así que encontraron un taxi a través de la página de Andrés del Río, un profesional algecireño que solo pudo en un principio encontrar a una compañera suya en Tarifa, para que pudiera hacer la carrera hasta Algeciras a bordo de su vehículo de alquiler.

“Esperábamos poder tomar el barco que iba a Ceuta, pero no nos dejaron subir a bordo”, se desespera al recordarlo.

Un alquiler fraudulento

La cosa es que Shekinah le echó paciencia y bicheó por Internet hasta conseguir habitaciones en el Hotel AC Marriot: “El Marriott se convirtió en nuestro refugio hasta que conseguimos reservar un apartamento por Airbnb en La Línea –prosigue su relato–. Así que hicimos el checkout del hotel cuatro días después, aunque los propietarios de la casa, con los que mi marido había contactado desde Marruecos, ya no devolvían nuestras llamadas”.

Cuando atendió de nuevo a su requerimiento de servicio, el taxista Andrés del Río no pudo por menos que sorprenderse: “Necesitamos dos taxis. Yo pensaba que estaba sola con la madre pero cuando llegué el primer día, eran cinco personas y ya había restricciones de dos personas con taxi. Yo no os puedo llevar a La Línea a todos”, les dijo antes de buscar a otro compañero.

A veinte kilómetros de distancia, La Línea les guardaba otra sorpresa: “La casa que habían alquilado no existía. Ni siquiera existía aquel número de la calle, era un solar, con un pequeño taller. Les habían estafado 500 euros por Internet”, resume.

“Casi dos horas en La Línea, intentando hablar con el marido en Marruecos –relata Andrés–. Un follonaco de cojones. A la una salimos y a las cinco volvimos al hotel, pero había cerrado ya. Había orden de que la gente que se había ido no fuera realojada de nuevo porque el cierre por el coronavirus se había decidido ya”.

De hotel en hotel

Del Río, un viejo militante comunista y activista solidario, empezaba a preguntarse qué podía hacer “con aquella mujer, con su madre y con los niños”.

“Después de varias horas de espera junto a los taxistas –rememora Shekinah–, volvimos al Marriott pero ya no pudimos hospedarnos allí porque iban a cerrarlo. El recepcionista, muy atento, nos refirió que había un hotel en Los Barrios donde podíamos quedarnos y allí nos alojamos durante una noche y pudimos cenar, aunque a la mañana siguiente nos dijeron que tendríamos que dejarlo porque iban a cerrarlo de un momento a otro”.

Se trata de La Montera, a donde también le llevaron las referencias del hotel Alborán, a cuya directora llamó Andrés del Río antes de emprender el trayecto de ocho kilómetros que media hasta allí: “Cerraron, aunque un tiempo después volvieron a abrir con autorización oficial. Pero no sabíamos dónde podía quedarse aquella familia y terminé llamando a la radio para contar su caso”.

Juan Manuel Dicenta, en el programa de mediodía de Radio Algeciras, le dio cabida a la historia y no cayó en saco roto: “Llamaron dos personas, una de Tarifa que les ofrecía su casa gratuitamente y otra, en Algeciras, que se la alquilaba. Ella decidió quedarse con esta, porque estaba más cerca de mí. Me decía que estaba viendo que yo la ayudaba y ella lo que necesita es toda la ayuda posible”. La está consiguiendo.

Parir en casa, sí o sí

“En realidad, a primera vista, ella no tiene más de una nuez en la barriga –continúa el taxista–; habría jurado que estaba de tres meses. Cuando nos enteramos de que iba a parir, sin seguridad social ni nada, se me abrieron las carnes. Menos mal que ya hay una partera que lo tiene programado todo para el 19 de abril”.

Cuando, el 18 de marzo, Ágata González recibió a sus nuevos inquilinos, también se sorprendió: “Me encantan los afroamericanos, en general, pero no sabía que eran cinco en total y uno de los niños, que son una monería, es hiperactivo”, reflexiona.

Unos amigos le dijeron que habían escuchado la noticia en la radio y se prestó a albergarles: “Al principio, tuvimos muchos problemas de comunicación, pero ella quería parir en casa, sí o sí, y a mí me parecía un riesgo. Ahora me parece más arriesgado incluso que dé a luz en el hospital, porque mi padre está en la UCI con coronavirus. Hemos buscado a una matrona de Conil y que nazca en el apartamento es la opción más segura”.

El Viernes Santo, desde Madrid, la madre de Shekinah tomaba necesariamente un avión de vuelta a casa, pero ella se quedaba en Algeciras sola ante el peligro: “El contacto con el marido es casi diario –explica Ágata González–, pero no sé qué va a pasar cuando dé a luz, porque necesitará cuidados y alguien que cuide de sus hijos”.

Así que la casera contactó con un gestor contable amigo, Abel García, que le ayudó a redactar y enviar cartas a medio mundo, desde empresas de transporte a la Embajada de Estados Unidos en Madrid y Rabat, sus consulados en ambos países, el consulado de Marruecos en Algeciras o la Cruz Roja. Se trataría de que la familia pudiera reunirse o le buscasen alternativas: “Todos se desentienden. Lo que le hacía más falta era ropa, porque venían para un día y ya llevan más de un mes aquí”.

Ropa por WhatsApp

Ágata se puso manos a la obra y tiró del grupo de WhatsApp de madres del colegio y consiguió ropa por un tubo: “La gente se ha volcado. Hay ropa en mi coche que no le cabe en la casa”, celebra Ágata, que espera obtener ayuda de algún tipo para cuando alumbre a su bebé. “¿Quién va a cuidarlos? –deja su pregunta en el aire-. Necesitará cuidados, recién parida, con el recién nacido y los tres niños”.

“En este momento –acepta Shekinah–, necesito estar segura de que el nacimiento del bebé va a ir bien y que mi marido tiene capacidad financiera para poder afrontar la situación, ya que en este momento tiene dos casas que pagar. Después del 19, necesitaría contar con más ayuda para salir adelante en esta casa porque puede ser extenuante cuidar de cuatro niños y de mí misma, al mismo tiempo”.

Quizá la fecha se adelante porque este Domingo de Resurrección comenzaron las contracciones. El padre Sergio, de los trinitarios de Algeciras, así como el propio alcalde, José Ignacio Landaluce, del Partido Popular, recién salido del hospital tras sufrir el coronavirus, empezaron a interesarse por el caso y a gestionar alternativas.

A Shekinah, lo que más le gustaría es volver a reunirse con su marido: “También es muy estresante para los niños no tener a su padre aquí. Los padres desde luego constituyen una necesidad, especialmente en estas circunstancias tan fatigosas. Crean mucho equilibrio. Yo no sé si es posible que mi esposo y yo podamos reunirnos en esta etapa, aunque intentaré no pensar demasiado en ello. Pero sigue siendo muy aterrador”.

En semejante situación, Ágata González parece curada de espanto: “Esto parece una película de Almodóvar, con el taxista por medio”, bromea.

“Al bebé que espero no le hemos puesto nombre todavía”, confiesa Shekina que, hoy por hoy, se muestra mucho más preocupada por su suerte y por la de los suyos que por semejante cuestión: “Yo digo que podría ponerle Ágata o Andrés, según fuera niño o niña”, suelta el conductor. Y ahí lo deja.

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