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¿Por qué fallaron las encuestas hace un año?

Vascos y gallegos acuden a las urnas en las primeras elecciones tras el 20-N

Olga Granado

“Nunca unas elecciones autonómicas en Andalucía conllevaron un resultado tan sorprendente de acuerdo con las expectativas que la opinión pública y los propios actores del proceso tenían con anterioridad al de 25 de marzo de 2012”. Lo dicen los sociólogos Juan Montabes Pereira y José M. Trujillo Cerezo, que ultiman un análisis para el Centro de Estudios Andaluces sobre los sondeos en torno a la cita con las urnas de la que ahora se cumple un año. Todas las encuestas auguraban una mayoría absoluta para el PP que no se produjo, y esto ha abierto una brecha de desconfianza entre los sondeos y la opinión pública.

Los últimos meses se han conocido nuevos sondeos: el Barómetro de Opinión Pública de Andalucía del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) y el Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (EGOPA) realizado por el otro organismo de referencia en esta comunidad autónoma, el Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía (Cadpea) de la Universidad de Granada. Los dos, igual que el que más recientemente ha publicado el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) a nivel estatal, auguran en Andalucía una importante caída del PP en la intención de voto (de 10 puntos en el caso del IESA y de más de seis el Egopa). Pero si todas las encuestas (las oficiales del IESA, el Cadpea y el CIS, y las que para los medios hicieron IMC, Sigma Dos, Metroscopia, el Instituto de Opinón 2000 …) fallaron tan claramente hace un año, ¿por qué el ciudadano debe creérselas ahora? ¿Para qué sirven entonces estos estudios? ¿Significa que es demasiado elevado el margen de imprevisibilidad del elector?

No es un caso que pueda compararse con las generales de 2004, cuando también fue total el divorcio entre las encuestas y los resultados, porque entonces concurría la circunstancia de los atentados del 11M y todo lo que conllevaron. Los propios expertos tienen opiniones diferentes sobre qué ocurrió con las encuestas en Andalucía, pero todos coinciden en que hay que tener en cuenta un factor determinante: el hecho de que por primera vez desde 1990 las autonómicas no coincidieran con otra convocatoria. Que José Antonio Griñán -quizá en el movimiento más hábil de la historia en el tablero electoral de Andalucía- las pospusiera cuatro meses con respecto a las generales, conllevó una caída de la participación de hasta 10 puntos. Y esto tuvo sus consecuencias para los dos partidos más votados, “que las encuestas, o las inferencias efectuadas sobre las mismas, no fueron capaces de adelantar ni de expresar con claridad unos meses antes”, según reconoce Juan Montabes Pereira.

No hay que perder de vista que en las encuestas influyen muchas cosas, entre ellas cómo se calcula el nivel de abstención, pero también el tipo de cuestionario, la forma de hacerlas (no es lo mismo en el domicilio que por teléfono), la composición de la muestra, la corrección de los sesgos durante el trabajo de campo e incluso cómo se considera el voto de los encuestados que no revelan a quién votarán o los que están indecisos.

Cuanto más próximas a la fecha, mejor

Lo explica Eduardo Moyano Estrada, director del IESA. En su opinión, la principal razón para que se produzca este desfase entre lo que dicen los sondeos y lo que ocurre, es el margen de tiempo que se maneja. “Cuanto más se acerca la realización de la encuesta a la fecha de unas elecciones, y partiendo de que el sondeo está bien hecho y con un muestreo adecuado, mayor es la probabilidad de acierto”. Si no, el riesgo a equivocarse aumenta. Ese riesgo es aún mayor en situaciones como la del 25M, con un escenario político marcado por elementos -como la reforma laboral o el hecho de que el Gobierno de la Nación se resistiera a hacer públicos los Presupuestos Generales del Estado (PGE)- que hacen más volátil la decisión del votante.

Critica por ello la norma “absurda” que en España prohíbe publicar y difundir sondeos desde cinco días antes de la votación. De hecho, salvo Italia y Grecia, con normas similares, la mayoría de países de la UE permiten la difusión de este tipo de trabajos demoscópicos sin trabas. Está prohibido publicarlos, pero no realizarlos (y los partidos los manejan a última hora en sus estrategias). “Como sociólogo estoy en contra de esto, y pongo un ejemplo muy ilustrativo de las elecciones catalanas: la única encuesta que acertó fue la de 'The Guardian', realizada curiosamente por una empresa española -Sigma Dos- que en la que había difundido 15 días antes se equivocaba”.

No es una cuestión baladí la del margen de tiempo. De hecho, también hace un año en Andalucía, la encuesta que a pie de urna hizo Ipsos Eco Consulting para Canal Sur prácticamente clavó los resultados del PP y el PSOE, y sólo se quedó un poco atrás en la espectacular subida de IU.

Por otro lado, el director del IESA subraya que los resultados “deben ser vistos en término de probabilidad, donde se predice una horquilla, cuya distancia aumenta en función del margen de error que maneje la encuesta”. No es lo mismo haberse fijado en el extremo más favorable al PP en la horquilla de las predicciones (59 escaños), que haberlo hecho en el menos favorable (53). Más cuando todas las encuestas mostraban un elevado número de indecisos. Pero sí tiene clara una cosa: “Las encuestas son instrumentos necesarios y útiles en una democracia. Cuando aciertan, pasan desapercibidas, pero cuando fallan, centramos en ellas nuestras críticas. Lo que hay que hacer es no leer sus predicciones con demasiada ligereza, sino buscar la correcta interpretación”.

Gonzalo González, director de Análisis Social de GAD3, también cree que el problema radica en la estimación. “Es más sencillo, porque es más previsible, calcular a qué partido votarán los entrevistados que calcular cuánta gente irá a votar, independientemente del partido al que vote. Lo que falló el 25M fue el cálculo de la participación, especialmente con el PP. Los resultados que se dieron para el PSOE se aproximaron a la realidad pero no así los de IU y PP: la coalición de Diego Valderas subió más de lo esperado y la fidelidad del votante popular bajó, se quedó en casa, sobre todo en los municipios de la costa”.

En opinión de este sociólogo, director también de www.electometro.com, el PSOE jugó muy bien sus bazas -entre otras cosas con el retraso de las autonómicas- y el PP se contagió del resultado estimado por las encuestas dando por hecha su victoria. “Los sondeos han de ser tomados como tendencia y no como resultado, es un error considerar que se van a cumplir al pie de la letra. Hay que hacer política con las encuestas, no para las encuestas. Queda mucho por hacer antes y después de la campaña, a pesar de los datos que publiquen los institutos de opinión. La movilización del electorado y predecir cuál va ser esta es incierto, como todo lo que atañe al comportamiento de las personas”, asevera.

Lo imprevisible del elector

Por su parte, María Ángeles Huete, investigadora Centro de Sociología y Políticas Locales Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, recalca que “las encuestas muestran los resultados de la opinión de las personas en un momento específico, pero la realidad es cambiante, más aun en los tiempos que corren y con la cantidad de noticias importantes que les llegan a los ciudadanos”. En la misma línea, insiste: “Las encuestas reflejan lo que los ciudadanos dicen que van a hacer, pero no necesariamente lo que dicen es lo que realmente hacen luego”. Por ello, “las encuestas son o deberían ser el resultado de una tendencia y deberían ser tomadas así, no como un elemento predictor al 100% de lo que va a pasar”.

También apunta otro dato importante: “Se elaboran sobre la base de lo que algunos ciudadanos dicen que van a votar, pero también hay un importante grupo de respuestas que, si bien la persona no ha dicho a quién, se estima a partir de otras cuestiones como recuerdo de voto o simpatía hacia un partido”. Habría que ver por ello muy bien qué porcentaje de las respuestas son sobre la base de las reales o de las estimaciones. “Hay veces que hasta un 30% de los casos pueden haberse estimado a partir de otras variables y eso es asumir un riesgo importante”, concluye.

En la misma línea se expresa Carmen Ortega Villodres, profesora titular de la Universidad Pablo de Olavide: “Las encuestas no fallaron, si acaso, lo que erró fue la interpretación que hicimos de las mismas”. Expone así que las encuestas “son una foto fija del electorado, en un momento determinado, pero no hay que perder de vista que muchos electores deciden el mismo día no ya por quién se decantan, si no si van a ir a votar o no”. La también directora del Cadpea argumenta igualmente que en Andalucía “el votante está cambiado: siempre ha estado muy clara la ideología, o se era de derechas y se votaba al PP, o se era de izquierdas y se votaba al PSOE, pero ahora ha crecido la gente de centro, que no se siente vinculada a un partido en concreto y que decide en función del momento”.

Finalmente, la socióloga insiste en que las encuestas no sólo muestran, sino que también tienen un efecto: “Todas daban la mayoría absoluta al PP y eso hizo caer en un exceso de confianza tanto a la formación, que falló en su estrategia en un momento en que las campañas tienen más importancia a la hora de movilizar al electorado, como a sus votantes, que lo veían todo ganado y se quedaron en casa”.

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