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Día 40 en estado de alarma: cuarentena (ahora sí)

Cuarenta días.

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En una de las escenas del safari de Memorias de áfrica, el personaje de Robert Redford describe a la baronesa Meryl Streep la particular naturaleza de los Masái. “Si los metes en prisión, se mueren”, dice pelando pensativo una naranja. “Viven el presente. No piensan en el futuro. No pueden entender la idea de que algún día los dejarán salir. Creen que es algo permanente y se mueren”. La frase siempre me ha dejado intrigada, porque, razonemos, si los Masai no piensan en el futuro, ¿por qué van a creer en los ‘para siempre’? Luego leí que Redford había confesado años después que no entendía la mitad de sus líneas en la película, y me sentí más tranquila.

Hoy nos sorprende haber pasado ya cuarenta días con sus cuarenta noches en confinamiento. Aquellos primeros 15 días de estado de alarma se sumaron a otro medio mes, y así, a pasos cortos y sin darnos demasiado cuenta, vamos camino de los dos meses de encierro. Quizá aguantamos porque a diferencia de los Masai de la película, como sociedad siempre hemos estado convencidos de que acabaremos saliendo de nuevo. Que todo, o casi todo, volverá a ser igual que era.

A menudo trato de hacer el ejercicio contrario. Me imagino que soy esa astronauta cuya nave ha perdido su ruta. El náufrago a quien nadie está ya buscando. Una condenada a cadena perpetua. Pienso qué pasaría si esta anormalidad temporal se volviera realidad permanente. Me hago a la idea, trato incluso de disfrutarla. Mi plan es que un día, cuando menos me lo espere, la libertad me sorprenda. (La ventana de Ángela)

El ecuador de la vuelta al mundo

Si estuviéramos dando la vuelta al mundo en 80 días, habríamos llegado al ecuador de nuestro viaje. Acompañados de Phileas Fogg, habríamos partido rumbo a Yokohama, desde el puerto de Hong Kong. Tras cuarenta días viajando, habríamos dejado atrás las pirámides egipcias, las muchedumbres de la India y los misterios de China. Eso sería si hubiéramos seguido un viaje imaginario con Julio Verne.

Pero hay una travesía alternativa, real y planeada con esmero por National Geographic. En ese caso, la mitad de nuestra aventura nos llevaría hasta la cima del mundo: el Himalaya. Ya habríamos atravesado las húmedas montañas de los Cárpatos, atravesado la antigua Unión Soviética, cruzado la Ruta de la Seda, navegado el Nilo y admirado la riqueza natural de la Reserva Nacional de Masai Mara (Kenia).

Pero el ecuador de la cuarentena nos ha dejado en el mismo sitio que estábamos hace mes y medio: nuestras casas. Ahora mismo nos parece una eternidad, porque cuando no nos movemos del sitio, la vida parece perder su sentido. Puede que estemos más tristes, sensibles, irascibles o preocupados, pero le habremos ganado la batalla a la cuarentena, si hemos tenido la oportunidad, o nos la hemos brindado a nosotros mismos, de ver, leer y soñar. Hoy quiero soñar que he estado cuarenta días visitando las mayores maravillas del mundo y que, encaramado a la cima del Himalaya, tengo el mundo a mis pies. (La ventana de Alejandro)

40 días y 40 noches

Cuarenta años duró la dictadura franquista. Cuarenta días estuvo Jesús en el desierto, sufriendo las tentaciones de un Belcebú malísimo, y 40 días anduvo por la tierra resucitado antes de irse al cielo definitivamente. Y ya que estamos un poquito bíblicos, 40 días con sus 40 noches duró el diluvio universal, ese en el que Noé construyó su arca para meter una parejita de cada especie animal. ¡Parece que se le fue la mano con los insectos!

Pues 40 días, con sus 40 noches, llevamos de confinamiento en nuestra particular arca. Etimológicamente, hoy se cumple la cuarentena, es decir, los “40 días de aislamiento de animales y personas para evitar la pandemia”. Si miramos atrás, parece que hace un siglo que comenzamos el encierro y es que, a los que no tenemos madera de eremitas como San Antonio Abad, ni amamos la clausura como sor Teresita, que estuvo tan solo 86 años en en un convento, se nos hace un poquito largo el confinamiento. Pues, aunque los días pasan volando, la sensación cuando miras atrás es que hace mucho, mucho tiempo, que nos tomamos la última cerveza de tirador en la calle con unos amigos, que fuimos al cine por última vez o que estuvimos en la presentación de un libro.

40 eran los ladrones que acompañaron a Alí Babá a su gruta maravillosa, que luego daría nombre a un barrio de marionetas capitaneados por Espinete y que se emitió hace 40 años. ¿Qué son cuarenta días? Willy Fog necesitó el doble para dar la vuelta al mundo.

Seamos pues optimistas. España sobrevivió al franquismo, Jesús sobrevivió a las tentaciones, el Arca de Noé no se fue a pique, sobrevivimos a la Guerra Fría y a la movida. Y los más jóvenes sobrevivieron a Espinete, Barrio Sésamo y Verano azul. Cuidado, que no es cualquier cosa. ¡Me río yo de Netflix! Así que, quién dijo miedo. 40 días nos los saltamos a piola. Para las 40 noches....para esas, habrá que tomarse algo. (La ventana de Luis)

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