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Día 44 en estado de alarma: ¿Hay luz al final del túnel?

Luz al final del túnel.

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¿Ignorar o celebrar? Es curioso cómo nos aferramos a las ideas más peregrinas para mantenernos con el humor justito. Inventamos excusas mentales para sobrellevar esta larga cuarentena que empieza a pesar más que una cadena perpetua. Mi plan para este fin de semana parecía infalible: ignorar que el sábado por la noche arrancaba la Feria de Abril. Nada de pescaíto ni farolillos caseros.

La primera noche funcionó todo como un reloj. El domingo, a la hora del almuerzo tardío, todo iba también sobre ruedas en casa: vinito tinto de Cádiz, ventresca de atún y remate a la saga de Wes Craven con Scream 4.

Pero, de pronto, a la hora de irme a la cama, un pensamiento fugaz dinamitó el precario castillo de naipes: a esas horas deberíamos estar deambulando de caseta en caseta, entre risas, catavinos y sevillanas. El pensamiento me cayó como una jarra de frío rebujito: por mucho que me engañara, estar encerrados en casa no era el plan para esta Feria de Abril.

¿Hay luz al final del túnel? Lo peor ha pasado, vemos la esperanza al fondo, pero estos días sin abrazos ni manzanilla ensucian más el ánimo que el albero del real. (La ventana de Alejandro)

Subirse al convoy

El problema de esa luz que algunos ya ven al final del túnel es que te puedes emocionar, o simplemente relajar, y casi no darte cuenta de que lo que viene de frente es el tren. Porque nos ponemos acelerados con estos días de recta final del Estado de Alarma. No creo que sea tanto que bajemos la guardia y nos vaya a atropellar el convoy, como que olvidamos que no vamos a tener más remedio que subirnos, y nos va a llevar a un destino que no nos gusta.

Me pongo a ver el recorrido que para el viaje que viene nos aventuran los que llevan el rumbo y me echo a temblar. Sé que no tienen más remedio que dibujar ese mapa, pero ¡quién hubiera dicho que se escondía tanta incertidumbre para un periplo tan gris cuando los que se impusieron en San Telmo y en Moncloa se denominaron gobiernos del cambio! ¡Vaya cambio! (La ventana de Olga)

Sinfinamiento

El túnel se hace largo, la luz aún es pequeña y el optimismo en tiempos de pandemia me dura lo que dos peces de hielo en un whisky on the rocks. Por cierto, hablando de whisky, que verme en los bares me parece más lejano que antes incluso del coronavirus, que ya es decir.

Los datos invitan a que esto parece tener fin y que la famosa curva empieza a doblegarse. La de términos nuevos que estamos aprendiendo a cuenta del virus, como confinamiento (a mí me gusta llamarle “sinfinamiento”) o desescalada. Esa me gusta menos, porque me suena a recorrer el camino, con lo que cuesta subir.

Esto iba de optimismo hoy, ¿no? Pues haremos el esfuerzo y llamaremos a la prudencia. No vayamos a estropearlo ahora, digo yo. Mi hijo, a la semana de encierro, me dijo con toda su inocencia, esa que me da la impresión de que va perdiendo al ritmo de mi paciencia, que ya llevábamos dos meses sin salir. Casi llevamos eso ahora. No me atrevo a preguntarle pero, vamos, que pronto saldremos de esta ¿eh?, que todo Ok. (La ventana de Javi)

Supervivientes

¿Hay luz al final del túnel? Por supuesto que sí, porque si no, no sería un túnel, o al menos eso es lo que dice la Real Academia en su definición. Y porque si no pensáramos que la hay, no habríamos sobrevivido tantísimos miles de años como especie a tantísimas calamidades que lleva la humanidad a sus espaldas. Unas sobrevenidas; las más, generadas por nosotros mismos. En cualquier caso, siempre hemos sabido mirar hacia delante y salir, quiero creer que mejorando como grupo.

Que la esperanza es lo último que se pierde parece ser que es cierto, y ese es el testimonio que nos han dejado las miles de personas que han sufrido a lo largo de la historia catástrofes y destrucción, muy por encima de esta pandemia que nos ha tocado vivir como generación.

Siempre habrá agoreros y aquellos que piensan que cuanto peor, mejor. Los conocemos, los identificamos y, si no es así, habrá que estar atentos, porque ellos sí son, sin lugar a duda, el verdadero peligro.

¿Hay luz al final del túnel? Seguro que sí, porque estamos convencidos de ello, porque son más las ganas de volvernos a abrazar, a besar, a compartir una cerveza en la barra de un bar, de ir hacia delante, que de quedarnos cruzados de brazos.

¿Hay luz al final del túnel? Por supuesto que sí, y si no, habrá que cavar hasta encontrarla. (La ventana de Luis)

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