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Cañada Rosal, el 'deutsche leute' (pueblo alemán) de Sevilla

Cañada Rosal

Fermín Cabanillas

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A poco menos de 80 kilómetros de la capital sevillana, Cañada Rosal surge a los ojos el visitante con un espíritu que no tiene nada que ver con los otros 106 municipios sevillanos, ya que desde su origen cuenta con particularidades distintas a todo su entorno.

El alcalde, Rodrigo Rodríguez Hans, lo define como “espíritu carrosaleño”, y todo con un inicio realmente original. En la primavera de 1766 llegó a la Corte española una petición de un coronel alemán llamado Johann Kaspar Thürriegel, que ofrecía 6.000 compatriotas y de países vecinos para poblar de europeos las tierras descubiertas en América, y aunque parezca casualidad, supuso el origen de muchos pueblos andaluces.

La petición de Kaspar Thürriegel la convirtió el Reino de España en una contrapropuesta, que esos 6.000 colonos levantasen núcleos de población en la zona desértica que se extendía a lo largo del camino real que unía la Corte con Sevilla y Cádiz, y entre los pueblos que nacieron se encuentra Cañada Rosal.

A día de hoy, forma parte de las “Nuevas Poblaciones”, las ciudades y pueblos fundados de nueva planta, resultado de una política de colonización interior llevada a cabo con varios objetivos, entre los que se encontraba el de suprimir los fuertes desequilibrios territoriales y mejorar el aprovechamiento de los recursos.

Apellidos germanos

Cuando se pasea por las calles de este pueblo, lo más fácil es encontrarse con gente que tiene apellidos que más parecen de Baviera o Munich que de un pueblo andaluz.

Rodrigo Hans recuerda que hasta 1986, el pueblo pertenecía a La Luisiana, “pero siempre tuvo un sentimiento de identidad propia, queriendo gobernarse a sí mismos en lo local. Cañada Rosal ha sido capaz siempre de unirse para alcanzar juntos los retos importante”. Aunque no llega a los 40 años, es obvio que en la España de la transición era un lugar que “no tenía equipamiento, las instalaciones públicas eran deficitarias, y ahora estamos en un momento en el que el pueblo tiene un buen nivel de servicios públicos, sociales y culturales”.

El alcalde, de PSOE, puede presumir de ser de uno de los pocos pueblos de España donde un solo partido político copa todas las concejalías, dato que en Sevilla se da además en El Palmar de Troya y Las Navas de la Concepción.

El propio alcalde habla un alemán fluido, gracias los acercamientos de sus vecinos con el país centroeuropeo (y viceversa), en un pueblo de unos 3.300 habitantes

El pueblo tiene una baja tasa de desempleo, con “la espinita” de que los jóvenes no tengan que irse, y el alcalde añade que “no queremos grandes inversiones, sino mejorar servicios de alumbrado público, jardinería, limpieza, cosas básicas que sabemos que hemos tenido carencias”. El tiempo les ha dejado sin servicio de tarde en el centro de salud, y lo quieren recuperar.

Ante, esto, en el pueblo se quiere seguir trabajando en que los jóvenes lo tengan fácil, fomentando el empleo o salas de estudio con horarios flexibles para los estudiantes. “No queremos grandes inversiones, por obras faraónicas. Una gran inversión puede ser arreglar una carretera que nos hace falta”, sentencia.

Un parque periurbano o la depuradora de aguas residuales son otras de las ideas de este alcalde para el presente mandato, tras conseguir su tanatorio. En un año en el que el coronavirus ha dejado al pueblo sin una de sus citas más importantes, como es la fiesta de los Huevos Pintados, fijada para el Domingo de Resurrección. Ha sido siempre una celebración familiar, en la cual las madres y abuelas regalaban un huevo duro teñido de azul, rojo, amarillo o verde a los niños.

Tradición

Estos guardaban el regalo en una bolsita de croché, y así se acude a la misa de Resurrección, tras la cual son bendecidos los huevos que inmediatamente son comidos por los niños.

Si bien dicha tradición se sigue manteniendo con algunas transformaciones (es raro que los niños lleven los huevos a bendecir o que incluso los consuman; y por otro lado los huevos cuenta cada vez con una decoración más rica y variada), a finales de los años ochenta surgió una nueva variante consistente en la decoración pública de los huevos en la plaza de Santa Ana.

Para ello se reparten huevos cocidos entre los niños para que, provistos de rotuladores, los decoren. Actualmente la mañana del domingo de Pascua, tras la misa, que finaliza en torno al mediodía, comienza a acudir la gente a la plaza de Santa Ana, distinguiéndose numerosos trajes de colonos y colonas.

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