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¡Ya ‘la’ dije que no contesta a las preguntas!

Susana Díaz durante su comparecencia en el Senado

Lourdes Lucio

La comparecencia de Susana Díaz Pacheco en la comisión de investigación de financiación de los partidos políticos, en la que sólo participa el PP y el grupo mixto, celebrada este jueves, arrojó pocas novedades y mucha pirueta circense a una semana de que se inicie la campaña de las elecciones andaluzas del próximo 2 de diciembre.

En resumen, el PP quería saber cuántos familiares y amigos de dirigentes del PSOE han podido acceder a un puesto de trabajo pagado con dinero público a lo largo de 36 año y medio de Gobiernos socialistas, mientras miles de personas siguen apuntadas al paro y Andalucía figura a la cola de las regiones europeas con más desempleo.

Esa pregunta lleva haciéndola el PP los 36 años y medio que también lleva en la oposición y cree que si algún día encuentra la respuesta podrá hallar la fórmula magistral para presidir la Junta de Andalucía. La teoría popular parte de la premisa de que existe una “falta de control” en la Administración autonómica que le permite al PSOE tejer una red clientelar en torno a la Junta que impide la alternancia política. Y que ese es el motivo de que el PP encadene un fracaso electoral tras otro desde 1982. De la falta de alternativa y de credibilidad no hablan.

Nada más pisar la sede de la Cámara alta, la presidenta de la Junta de Andalucía adelantó que la comparecencia iba a ser un “teatro” y un acto de precampaña. “Estoy aquí no como presidenta, sino como candidata al Gobierno andaluz para el próximo 2 de diciembre”, dejó dicho en el diario de sesiones. Afirmó que en sus cinco años como presidenta “no ha habido ni una sola mancha ni una sola causa judicial” y que su presencia se debía a la “desesperación” del PP.

También insistió en que en ninguna de las miles de páginas de los muchos sumarios abiertos hay ni una sola referencia a que el PSOE andaluz se financie de manera ilegal. Ese fue su leitmotiv y como suele hacer no abandonó esa partitura en ningún momento. Lo que sí perdió en ocasiones fue el tono.

El senador del PP Luis Aznar, laísta recalcitrante –“la tengo que decir”, “la diría”, “la pregunto”- tardó cinco horas y media en darse cuenta de que la actual presidenta de la Junta tiene por costumbre no responder a lo que se le pregunta, más aún si de lo que se le pregunta es sobre supuestos casos de corrupción, enchufismo, trato de favor, etcétera que ocurrieron cuando ella no estaba en el Gobierno andaluz.

Si se hubiera leído la comparecencia de Díaz en la comisión de investigación del Parlamento andaluz sobre los cursos de formación, Aznar tal vez hubiera atinado algo más. Por el contrario, Susana Díaz tardó menos de un minuto en controlar la escena, hasta el punto de que parecía que a veces la que presidía la comisión era ella.

Sobre el caso de los ERE, dijo: “Eso es anterior a mí. Yo llegué al Gobierno en 2012 y en 2013 a la presidencia de la Junta”. Del caso Invercaria: “Yo no estaba allí”. Sobre el jefe de los servicios jurídicos de la Junta, que se sienta en el banquillo de los acusados en el llamado juicio político junto a los ex presidentes Chaves y Griñán: “¿El jefe de los servicios jurídicos conmigo?”. Y así todo el tiempo. La memoria sólo le alcanza para sus cinco años de presidencia. “De Pulpí a Ayamonte lo que ocurre en mi mandato me entero de todo”, aclaró.

Ni siquiera Díaz contestó a la pregunta de cuántas sedes socialistas hay en Andalucía, ni cuántas comparten con UGT, algo que viene ocurriendo desde 1908. Díaz vio venir de lejos que el senador popular le preguntaría sobre la contratación de sus familiares en cursos pagados por la Junta organizados por la UGT o por una institución ligada al sindicato socialista. Se trata de su marido, José María Moriche, que fue “despedido” cuando ella entró en el Gobierno andaluz, y de tres cuñados. Uno de ellos trabajó en una empresa de recogida de aceite usado que recibió subvenciones.

En la comisión del Parlamento andaluz, Díaz dejó mudos a los parlamentarios cuando reconoció que su marido participó en un centenar de cursos como auxiliar administrativo y que su nómina oscilaba entre los 700 y los 1.200 euros. “Me casé con un tieso”, lo califico. Este jueves no lo repitió, pero lo llamó “criatura”. “La criatura lo que ha hecho es casarse conmigo”, dijo. De su cuñada aseguró que “no se avergüenza de tener familiares que recogieron aceite usado por las casas con un carrito”. También especificó que “las criaturas iban en autobuses a los pueblos” a recoger aceite.

Aznar, sin quererlo o no, llevó a Díaz al terreno donde mejor se desenvuelve. A ese mundo de vecinas del barrio de León que le aconsejan lo que tiene que decir en campaña, a ese padre fontanero que le dijo ya hace algunos años que no hiciera nada por lo que tuviera que agachar la cabeza.

“No me venga con novelas de pobrecitos de Charles Dickens”, le espetó el senador popular picando el anzuelo. Y ahí Díaz soltó su aria: “Cuando llego a mi casa, me miro al espejo y veo una presidenta decente y honesta. No me pueden acusar de nada. Mi familia es humilde y mi entorno no come con Villarejo, ni tiene jaguars en la puerta de su casa y los confetis de las fiestas de los niños lo pagamos nosotros”.

En la Carrera de San Jerónimo tal vez eso no se entiende, pero en muchos pueblos de Andalucía, esos que sostienen al PSOE y en los que el PP apenas ha podido penetrar un milímetro desde tanto tiempo, sí. A esas criaturas iba dirigida su actuación en el teatro.

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