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Desunidos no se puede y unidos, según cómo, tampoco

Arriba Iglesias entre las candidatas a la Comunidad de Madrid, Serra, y a las europeas, Rodríguez Palop. Abajo Carmena y Errejón.

María Iglesias

Vale que el PSOE ha superado a las derechas en cómputo total de europeas, municipales y autonómicas y es la locomotora socialdemócrata de Europa. Mayor respiro da que la ultraderecha no logre desbordar el Europarlamento y sea residual en España (gana en Francia, Italia, Reino Unido, Polonia o Hungría). Pero el alivio no eclipsa un enorme fiasco progresistas español: la alternativa política surgida del 15M se ha estrellado en solo una legislatura. Podemos ha pasado de los famosos cinco eurodiputados, con que nació el 25 de mayo de 2014, a los seis de este 26M.

Eso no es ganar uno, ¡sino perder cinco! Porque en las europeas previas, Podemos se presentó solo y La Izquierda Plural (Izquierda Unida+Iniciativa Per Catalunya+Anova+et al) obtuvo seis. Sumados eran once. Ahora, coaligados son seis.

El mayor shock estas elecciones para los españoles de izquierda ha sido la pérdida del Ayuntamiento de Madrid y el frustrado recambio progresista en la comunidad madrileña tras 24 años en manos del PP corrupto de Cristina Cifuentes, Ignacio González, Francisco Granados o Esperanza Aguirre. Que la Ayuso del “concebido no nacido”, de la “añoranza de los atascos”, “deseo de empleos basura”,  “la mujer modelo que vuelve al trabajo horas después de su parto” presida la autonomía con más presupuesto ( ¡20.000 millones de euros este año! ) parece un chiste malo. Lo malo es que es cierto.

Y si el desastre en Madrid, capital y comunidad, es resultado del irresponsable harakiri entre Más Madrid, Podemos, Madrid en Pie (con el fiasco del dedazo a Pepu Hernández en el PSOE, claro), en la UE la bajada a la mitad ha ocurrido yendo unidos. Los resultados de quienes, bajo diversos nombres y colores, cubrían el espectro morado son malos en todos lados. Hasta en los Ayuntamientos del cambio.

A excepción de Cádiz que, con ser revalidación de alcaldía celebrable no es, a diferencia de la de Compromís en Valencia, un modelo exportable pues se debe al tirón unipersonal del alcalde Kichi. Más que discrepancias programáticas con el pablismo de su corriente anticapitalista –representada a escala nacional por Miguel Urbán- él ha chocado con Iglesias al hacer bandera de una supuesta idiosincrasia local: desde dar la medalla de la ciudad a la Virgen del Rosario a defender el encargo de corbetas de Arabia Saudí para la guerra contra los yemeníes en los astilleros de Navantia.

Estas elecciones ha pasado lo que se sabía. Lo que los líderes del espectro podemista conocían, aunque en campaña evitaran invocar el fantasma del fracaso electoral. “No podemos ser sopa de siglas”, “Sólo unidos se puede”, les hemos escuchado desde la gestación del partido tantas veces. Con lo claro que lo tienen, con la cantidad de intelligentsia que es médula del partido nacido como alternativa para esa ciudadanía transversal que tomó plazas al grito de “¡Que no nos representan!” el 15M de 2011, cuando el socialista Zapatero con Pérez Rubalcaba de vicepresidente, portavoz y ministro del Interior.  

En pueblos y ciudades, capitales de provincia y autonomías sabemos cómo se ha descapitalizado de gente inteligente y diversa, independiente y con criterio el movimiento. No es ninguna alegría señalarlo hoy para quien lamenta el resultado. Pero, ¿acaso se ha pugnado de verdad por la alcaldía de ciudades como Sevilla? ¿Hubo opción de vencer pese a la proeza de confluir siete grupos: Podemos, IU, Participa, Equo, Izquierda Andalucista, Primavera Andaluza y Alternativa Republicana?

Ya ante las municipales hace cuatro años publiqué “El momento es ahora y en Sevilla no será” y los resultados confirmaron que la capital andaluza no estaba entre los consistorios del cambio. Temo que la crítica sea hoy tan “malvenida” como antaño. Pero, ¿no valdría más encajar críticas constructivas y evitar retroceder de 5 concejales a 4?

El revalidado alcalde del PSOE, Juan Espadas, puede recurrir a ellos como a Ciudadanos pues ha subido de 11 a 13, a las puertas de la mayoría absoluta de 16. El caso de Espadas, exhibido como triunfo por el PSOE federal sanchista y regional susanista, simboliza la cara y cruz del éxito socialista para el electorado progresista: alivio y riesgo. Porque para Espadas ha pedido el voto la misma añeja voz de derecha local que, confirmada su victoria, se ha lanzado a festejarla.

¿Qué PSOE vamos a ver en España y Europa? ¿Uno que de verdad se cree la imperiosa necesidad de virar a “la protección de derechos laborales, sociales y medioambientales”, como proclamó el domingo noche en Ferraz Pedro Sánchez (sin mencionar, de nuevo, los derechos humanos de migrantes, el chivo expiatorio que la ultraderecha usa y usará para pasar de cáncer a metástasis)?

¿O el PSOE que tantos recordamos, que promete entender la voluntad popular para luego confesarse impotente ante los mercados, las troikas, las presiones externas e internas –sobre todo financieras- y traernos al filo del acantilado hasta que la población se entrega al Aznar o Rajoy que haya? 

Ojo, que nos jugamos todo. Ojo que, en el contexto europeo, nosotros somos lo más avanzado y nos libramos de involucionar por un pelo. Ojo que a la siguiente el testigo se lo van a disputar los del trifachito: Casado, Rivera, Abascal.

Digo yo, una vez más, que habrá que concretar propuesta de progreso y no fallar.

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