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Envidia de cofrades y nacionalistas catalanes

Foto / EDU BAYER

María Iglesias

Envidio a los cofrades y a los nacionalistas catalanes. Envidio a aquellos con tirón social y capacidad organizativa para alcanzar fines. Los suyos.

El sábado en Sevilla una multitud de devotos de la Virgen de la Paz tomó las calles -en demostración de su credo o a modo de festejo- y el miércoles pasado en Barcelona más de medio millón de personas aceptaron diluir cuerpos e identidades, metamorfosearse en granos de arena para, entre Gran Vía y Diagonal, formar su V ¿de votación o victoria?

A nosotros, en cambio, la gente de izquierda de este país -a la izquierda de los social-liberales del partido aún guiado por Felipe González-, con la mucha ideología que tenemos, y la mucha conciencia y con lo indignados que estamos y lo convencidos de que esta degradación político-económico-social no puede durar ni un minuto más -¡desde 2008!- qué trabajito nos cuesta perseguir un fin común orillando diferencias. “De matiz pero importantes” es el mantra que llevamos por delante. ¡Como si la masa en procesión o que se manifiesta por un referéndum de autodeterminación fuera homogénea!

Así nos luce la historia: de derrota en derrota. Casi nos enorgullecemos de nuestro estigma colchonero. Llenos de grandeza en un compromiso tan de principios que no necesita como refrendo el éxito. Que otros sean Real Madrid y Barcelona y se repartan el liderato. ¡Pero si hasta el Atlético gana ligas algún año! ¿Cuándo dejaremos de enfrentarnos por ver quién, tras el recuento, ¡queda todo lo más tercero!: si Podemos, Izquierda Unida, Ganemos...?

Pecamos de desconfiados, reconozcámoslo. Cuando IU apuesta por integrarse en plataformas de convergencia nos decimos: ¿Cómo no va a hacerlo si Podemos le ha pasado por la izquierda y se la va a comer por los pies?

Y Podemos, ¿confía en sí, en sus bases? Cabe dudar cuando para no avalar con su sigla las candidaturas electorales de cada municipio alega que dada su corta trayectoria no puede asegurar que todo nombre de la lista vaya a ser puro, en el sentido de que ninguno falle, se deje corromper, devenga tránsfuga, ni en general se acerque al movimiento no tanto por ideales como al olor del éxito. Argumento similar al de Guanyem Barcelona para ante iniciativas tocayas en otras provincias -muchas andaluzas- alegrarse pero sin reconocer vínculo, ni paterno-filiar, ni de ningún tipo: “Estamos encantados pero no validamos ni tutelamos”, son las palabras del catedrático de Política Joan Subirats.

Somos tan limpios de espíritu, tenemos anhelos tan altos que estamos condenados a no alcanzarlos. ¿En el fondo misántropos? “Si es que ni yo me gusto del todo a mí mismo” -me reconocía esta semana en ese tono de broma que va en serio-, el miembro de un círculo sevillano, ya veterano de mil y un movimientos de compromiso político ciudadano.

Con eso hay que lidiar, con la posibilidad -más bien certeza- de que algunas expectativas se verán defraudadas y con la imperfección, que no es política es humana.

Sólo conseguiremos alguna vez, algunos de nuestros objetivos si somos capaces de unirnos. Y objetivos por los que luchar hay tantísimos que si nos parece demasiado ambicioso empezar por cambiar el sistema económico nacional-europeo-mundial de ultracapitalismo salvaje y la dictadura con piel de cordero de los mercados financieros, podríamos optar por comenzar por pedir que se construyan piscinas públicas. Que quizá parezca una frivolidad. Pero eso será a quien no haya visto nunca cómo chiquillos achicharrados por el calor sevillano miran, escondidos entre los setos, bañarse en las suyas a los hijos de quienes pueden pagar lo que a ellos sólo les es dado envidiar.

Quizá si Rajoy no da marcha atrás como la semana pasada amagaba, si sigue adelante con su reforma-pucherazo de la ley electoral municipal, nos haga un favor a los izquierdistas con vicio de cogérnosla con papel de fumar, no dejándonos más salida ante el riesgo de irrelevancia que la de llegar a un pacto. Muy fuerte me parece dejar el futuro de la unidad de la izquierda en manos de Mariano. Y las opciones de éxito, entendiendo éste como llegar al poder en algunos ayuntamientos, empezar a cambiar la realidad desde lo local. Pero o espabilamos o a eso vamos.

Conste que tira la piedra quien no está libre de pecado. Lee y oye nombres para la lista común de izquierdas y parpadea con estupor. Pero, ¿es mejor la alternativa bipartidista?

¿Nos dejamos paralizar? ¿Nos resignamos a la fragmentación de la fragmentación de la fragmentación de las alternativas? ¿Confiamos sólo en esa imposible lista de la que conozcamos a todos sus miembros de hace tiempo y estemos seguros de poder poner la mano en el fuego por todos ellos?

La cuestión no puede ser nominal, ni de personas, ni de siglas, sino de sistema de trabajo: trasparencia, control y participación, mucha participación. Mandatos limitados y cortos, vuelta luego cada uno a su trabajo y relevos para evitar las servidumbres que crecen como setas a la sombra del poder con el paso de los años (vamos, lo contrario a lo que ha pasado en Andalucía durante estas tres décadas).

Me consta que dentro de los grupos ciudadanos verdaderamente implicados con la imperiosa necesidad de regeneración democrática -no como el PP y el PSOE que usan el sintagma cual sábana de buenas intenciones con que tapar sus malas prácticas, se están considerando fórmulas para perfeccionar el sistema de partidos (desde el aprovechamiento de las posibilidades participativas que ofrecen las nuevas tecnologías, la democracia 4.0, hasta el uso complementario de la elección por votación con el sorteo de ciertos puestos, algo que aunque chirríe a nuestro inconsciente democrático fruto de una larga tradición, tiene precedentes en el mundo clásico y hoy practicamos en la gestión de las comunidades vecinales).

No será fácil. No tanto como para el Ayuntamiento de Sevilla sortear el problema que suponía un árbol para el festejo del 75 aniversario de la Virgen del la Paz. La planta del Parque de María Luisa estorbaba a la colocación de un altavoz para la misa y, sin más, fue cortada. Decisión tan expeditiva y salvaje hace que me reconcilie con ese vicio de la izquierda de la reflexión, el cuestionamiento, el pensamiento crítico y auto-crítico -no íbamos a tener nosotros el monopolio de defectos y vicios.

¿Seremos capaces los izquierdistas ecologistas de Sevilla, no sólo de salir a la calle sino de parar la abrumadora tala de árboles que está sufriendo nuestra ciudad de la que este caso concreto no es más que simbólico ejemplo (plátanos de Indias han caído en la calle Almirante Lobo, naranjos en Virgen del Valle)? Mientras reflexionamos sobre nuestros dilemas, otros llevan adelante sus ideas.

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