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Un Gobierno para mejorar urgentemente

Díaz pide a su gobierno "coraje y determinación" y ofrece diálogo y consenso

Javier Aroca

Cuando se forma un nuevo gobierno, lo primero que me pregunto, antes que por las personas, es para qué sirve. Algo así como la frase de Deng Xiaoping, que hizo famosa Felipe González: “Lo importante no es que el gato sea negro o blanco, sino que cace ratones”. Me podría valer pero añadiendo algo a la sabiduría china confuciana: el color si importa. Según la presidenta de la Junta de Andalucía, su ejecutivo será el del cambio del modelo productivo de Andalucía; también está diseñado, ha declarado, para la defensa del estado del bienestar, con dos pilares fundamentales: la educación y la sanidad.

Si este país fuera serio, sería su última oportunidad. Es verdad que Andalucía ha cambiado mucho desde que tenemos autogobierno, pero no lo es menos que seguimos con las peores cifras de desempleo, con un diferencial constante muy elevado con España y la UE. Casi todos los expertos señalan como causante el problema estructural del modelo productivo andaluz. El PSOE de manera absoluta o en compañía de coaligados, en más de treinta años, no ha sido capaz de acabar con la lacra que afea la reputación de todo avance en Andalucía.

La defensa de las políticas públicas ha sido una de las señas de identidad de Andalucía. Con grandes dificultades por la austeridad ahora, y siempre, por la falta de recursos suficientes. No es sólo la obligación de un gobierno de color sino la de cualquiera, porque el nuevo Estatuto de Autonomía es clarísimo a este respecto. Las políticas públicas forman parte de los objetivos fundamentales, principios rectores de la Carta Magna andaluza, con el voto favorable hasta del PP.

Desde 2007, esos objetivos ha languidecido, no se ha aprovechado su potencia de fuego, se ha perdido mucho tiempo, entre otras cosas porque el PSOE en estas tres legislaturas y más de cinco gobiernos ha estado liado en esas cosas de las que ustedes hablan, parafraseando a Rajoy. Los derechos sociales que aparecen en el Estatuto por primera vez, deberían ser una prioridad irrenunciable del Gobierno de Susana Díaz, como la aprobación inmediata de la Ley de evaluación de las políticas públicas, porque garantiza nuevos procesos de hacer política, por higiene democrática, por acercarse a la ciudadanía y porque el Estatuto lo dice, y hay que cumplirlo.

El nuevo Gobierno andaluz es rácano en paridad y generoso en territorialidad, están todas las provincias y más. Lo primero lamentable, lo segundo, no imprescindible. Conserva su núcleo duro, alguna concesión orgánica y tiene color. El buen color le viene de fuera, con Ramírez Arellano, gran científico y gestor, que es el responsable de pensar el cambio de modelo productivo, y de Adelaida de la Calle, que hará lo propio con Educación. El buen color también viene de dentro, Aquilino Alonso, antes viceconsejero, un baluarte ideológico en la defensa de la sanidad pública. Mantiene la estructura vicepresidencial, heredada de la coalición con IU, con un Jiménez Barrios que suplirá a la presidenta cuando corresponda, que asume las competencias en administración local, prueba de que el bipartidismo, expresado en Andalucía en el reparto entre poder autonómico y local, entre socialistas y populares, se ha convertido en casi monopartidismo después de que el PP se haya desangrado tras los pactos, con una pérdida severa de alcaldes y Diputaciones, y gregarios, claro. También tiene color, en este caso rosa, para que, quizá, en la capital, tan aficionados a la anécdota de provincias, se enteren que hay Gobierno autónomo en Andalucía.

No sé si este Gobierno es mejor que el anterior, tendrá que demostrarlo. De momento, la brigada político social tuitera no ha encontrado pasados bochornosos. De momento, la oposición tampoco ha dado muestras de mejoría. Las críticas al nuevo Gobierno son decepcionantes y eso es malo porque el gobierno tendrá difícil mejorar con el acicate de la oposición. “No hay buen gobierno sin una oposición temible”, decía Benjamín Disraeli, y en verdad los argumentos críticos de la oposición no hacen albergar esperanzas de mejoría.

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