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Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

La irrealidad como ecosistema

Juan Manuel Moreno

Isabel Pedrote

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El ecosistema de la política del ruido es la irrealidad. Sólo en un hábitat compuesto de bulos, datos falsos y alucinaciones puede sobrevivir un discurso desgarrado y permanentemente pasado de rosca que nada tiene que ver con la vida de todos nosotros. Lo hemos visto estos días en el Congreso de los Diputados, con esa refriega de honras mancilladas y ultrajes variopintos propia de las comedias villanescas. Tan pronto parecía otearse los pendones salvadores de los Tercios de Flandes, como la reencarnación de Stalin capitaneando las hordas marxistas junto a comandos de ETA en formación, como se visualizaban las húmedas mazmorras donde consumen sus días los héroes de la Cataluña sojuzgada. El estrambote se ha normalizado y es preciso imbuirse de la cotidianidad de los días para no sucumbir al clima enfebrecido.

El Gobierno de Pedro Sánchez nace tras un atribulado proceso, es cierto, y gracias a la abstención de partidos que despiertan dudas justificadas, al igual, por cierto, que los que sostienen varios ejecutivos autonómicos, entre ellos el de Andalucía. Eso está ahí. Pero ni es ilegítimo ni había otra alternativa al bloqueo enquistado. Y desde luego, no es la antiEspaña y, que se sepa, tampoco la antiAndalucía, aunque el presidente de la Junta se haya colocado ya frente a toriles con su capote verdiblanco para recibir a porta gayola al nuevo gabinete antes de que salga al ruedo. En su primera entrevista en Canal Sur Radio, Moreno Bonilla ha reiterado que la comunidad está “intervenida” y ha amenazado con sacar las legiones a la calle si se “pisotean” derechos, que él barrunta que va a ser que sí. Después ha añadido que encabezará cuantas manifestaciones hagan falta contra las afrentas, y se ha autocalificado como “moderado”.

Guerra preventiva

Más que por un prudente recibimiento institucional hasta que los hechos llamen a la acción, Moreno Bonilla ha optado por una declaración de guerra preventiva. En toda regla. Se proclama que algo se “pisotea” y enseguida la estrategia de combate pasa al modo on: el flanco andaluz del PP de Casado ya está en tensión. Toda retórica volcánica necesita de un entorno de fantasías, medias verdades y marcos aviesamente imaginarios. En San Telmo lo saben, y por eso han pasado de largo de la entrevista que Lucrecia Hevia y Daniel Cela le hicieron en este mismo diario al consejero de Economía, el catedrático Rogelio Velasco, en la que desarmó con un par de frases la propaganda de lazos en las solapas al negar taxativamente que Andalucía tenga sus cuentas intervenidas.

Entre el lenguaje agitador y la tozudez de los hechos hay distancias kilométricas, si bien el espejismo de los trazos gruesos suele funcionar. En la entrevista mencionada, el consejero Velasco vino a decir que el margen de las comunidades autónomas para influir en la economía y el empleo es exiguo, pues carecen de instrumentos adecuados, en manos del Estado y, en última instancia, de Europa. Y las recetas paliativas que desgranó son casi un calco de las de siempre, con apenas matices, porque son las únicas posibles. Sin embargo, durante lustros hemos escuchado la fábula del paro de culpabilidad estrictamente autóctona, de la negritud más absoluta, sin importar el contexto histórico, ni la financiación, las apuestas de los Gobiernos centrales de turno para acortar desigualdades o las inversiones estratégicas. Un guión que ahora el PP ha virado hacia el más sangrante agravio perpetrado por el malvado enemigo exterior.

Discurso siempre escandalizado

Pero, con todo, la cuestión no es la inversión de papeles cuando se está en el Gobierno o la oposición, una lógica que permanece inalterable en todos los paisajes políticos que se precien. Al fin y el cabo, es el juego, casi una convención: al cambiar de bancada, los unos hacen suyos los argumentos de los otros, que habían combatido con ardor. Lo preocupante es el hábitat de irrealidad, es decir, de falsedad, que requiere mantener enhiesto un discurso selvático y siempre escandalizado. La cantidad necesaria de fabricación de contextos, de vocinglería, de representaciones teatreras y desvarío. Sí, estoy pensando en los armarios ignífugos transidos en cajas fuertes de Fu Manchú, en los offices para empleados descritos como pasadizos secretos, en el misterio de las vacunas sin misterio, y en los cajones con papeles ocultos que aparecen casi todas las semanas en la chistera sin fondo del consejero Bendodo. Estoy pensando en el ecosistema aún más turbio que se avecina.  

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