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Mediterráneo, la vergüenza

Hungría y valla alambrada en su frontera con Serbia

Javier Aroca

Desayuno esperando que las noticias, tras el verano, iluminen un nuevo tiempo. Qué va. Los sirios se matan por el sur de Europa por salir de su matadero; otros nos recuerdan que Latakia, en la costa siria, ciudad natal de la dinastía de los Assad y patria de la minoría alauí en el poder, sirve de refugio privilegiado para algunos; varios periodistas sin amparo han sido condenados en Egipto; Gaza sobrevive, como toda Palestina, entre el terror; los griegos sobreviven a otro tipo de terror, el bancario. Y Felipe González ha dirigido una Epístola a los catalanes.

Todo ocurre en el Mediterráneo. Mi maestro Rafael Illescas se llevó un buen tiempo hace años tratando de convencernos de que el centro del mundo estaría en el Pacífico en las próximas décadas, decía. Casi me lo creí y apenas investigaba sobre asuntos culturales comunes aunque no menores; el licor que da la vuelta a nuestro mar, desde el mahia magrebí al raki, arak árabe, pasando por el ouzo heleno, hasta llegar a la grappa y el aguardiente. Creía así brindar por la paz.

Aprendí de un escritor croata, Predrag Matvejevic, que fue Isidoro de Sevilla el primero que llamó Mediterráneo al Mare Nostrum. El nombre hizo fortuna. Nostrum suena mucho a imperial. Por eso, en todas las lenguas empezó a llamarse así, hasta en árabe, la primera lengua en importancia, junto al español, que se asoma a sus aguas, para los que hasta entonces era el mar blanco.

El Mediterráneo no es el mar de paz que nos dicen, ni el ombligo del mundo se ha desplazado al Pacífico, al menos en lo malo. como se predicaba desde EEUU. Israel, desde su fundación, es el principal foco de tensión. Palestina, Gaza en particular, es una ofensa a la dignidad humana. Los gazaties apenas se asoman a sus contaminadas costas a las que ni siquiera pueden acceder. Las aguas de este mar compartido y sus orillas fueron escenario de terribles enfrentamientos en las dos grandes guerras, pero no hemos aprendido. La OTAN intervino en los Balcanes, las primaveras árabes han sido sangrientas y mal resueltas, o inútiles, tanto en Túnez, como en Libia o Egipto, donde, de nuevo, campa a sus anchas un dictador, en esa estratocracia consentida e impulsada por Occidente. Siria es otro escenario mediterráneo donde los que azuzaron y armaron a unos y otros en su guerra, hoy no están dispuestos a solucionar la catástrofe humana de sus malos pasos. El terrorismo se ceba con nosotros.

Podríamos seguir. Chipre sigue dividido, dentro de la UE, con dos bases de soberanía británica en su territorio; nuestras aguas siguen dando cobijo y alojo a las flotas extrañas de Rusia y EEUU, con bases militares incluidas. Turquía se debate entre el yihadismo y sus propios demonios internos sin resolver. A todo esto, Cataluña, en la desarrollada Europa , sigue siendo un conflicto vetusto ya, sin solución, entre sobreactuaciones, inacciones y Epístolas.

La UE sigue fracasando en su orilla sur. Resulta absolutamente inaceptable la incapacidad e insensibilidad de sus dirigentes para liderar algo, y señaladamente menos, solventar el gravísimo problema de la inmigración; hoy los focos están en las costas levantinas mediterráneas, pero siempre en las andaluzas o del Mezzogiorno, con cifras constantes que habitúan a los norteños pero que a los que vivimos aquí no nos dejan dormir.

Rápidos en lo económico, lentos con las personas

Ante la crisis sin precedentes, con gente hacinada, muriendo de asfixia en camiones, pateras, gaseados, quemados o apaleados, a la dirigencia europea periférica y al presidente del ejecutivo Juncker, sólo se les ocurre decir que hay que impulsar la política común de asilo. Otra vergüenza más, rápidos en lo económico, en las expropiaciones de vidas y futuro a personas y naciones y lentos en los avances sociales y la solidaridad .

El Tratado de Maastricht, de febrero de 1992, sí, del año de la Expo y los Juegos Olímpicos, ya preveía una política común de asilo en su Tercer Pilar,; es más, en la reforma y mejora que supuso el Tratado de Amsterdam, cinco años después, se hablaba de lo mismo, más un Mr/s PESC, responsable de la política exterior, sólo ocupado de manera digna por Solana.

La UE, ni en lo político ni en lo social está en el Mediterráneo, sus delegados meridionales, con apariencia de presidentes de Gobierno, miran más a Berlín que a sus propias orillas, que son las de la vergüenza.

Mientras, en la “metrópolis” se recrean aún con las aventuras y nostalgia cinematográfica de Al-Raisuli, con la Navy campando frente a Marruecos, y el sonido de fondo del himno de los Marines, “desde los salones de Moctezuma a las playas de Trípoli”.

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