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Oña, ¿esperanza? Oña

Esperanza Oña vota en el congreso nacional del PP.

Lourdes Lucio

Por primera vez en un congreso nacional del Partido Popular se han podido contar y ver quiénes han sido los vencedores y los perdedores, y quiénes han estado al lado o en contra de los candidatos en liza. En otras formaciones esta situación se da desde hace mucho tiempo, pero el tránsito de la cultura del dedazo a la de la dura competición ha dejado ahora en el PP un reguero de heridos y abierto un campo de incertidumbres que se resume en una frase: ¿Qué va a ser de mí, de lo mío y de los míos? En la medida en que el nuevo presidente del partido, Pablo Casado, vaya encajando las piezas habrá respuesta a esa pregunta personal e intransferible.

En Andalucía, el cuadro de perdedores lo encabeza Javier Arenas y su eterno número dos, Antonio Sanz. Y después, Juanma Moreno, el presidente regional, quien apostó fuerte y claro por Soraya Sáenz de Santamaría, aunque también hizo saber su buena relación con Casado.

La foto de los vencedores en Andalucía está menos poblada, pero el primer plano lo ocupa Esperanza Oña (Sevilla, 1957), quien apoyó a Casado desde bien temprano porque entendía que el PP, tras la renuncia de Mariano Rajoy, “necesitaba colágeno”, la proteína que da vigor al músculo desnutrido.

¿Quién es Esperanza Oña? Es hija de un comisario del Cuerpo Nacional de Policía, médica de profesión y una mujer que no deja indiferente a nadie. Para bien o muy bien; o para mal o muy mal. Sus amigos la llaman Pachina. Toca el piano, le encanta la novela histórica, el chocolate y las comidas de cuchara. Su libro preferido es La Columna de hierro: el gran tribuno de Taylor Caldwell. Su personaje histórico, Isabel la Católica. Y su equipo de fútbol, la selección nacional, según confesó al diario Sur en 2008. Está divorciada y tiene dos hijos.

Su biografía política puede resumirse así: es una veterana de la política andaluza, con cinco mayorías absolutas en su haber como alcaldesa de Fuengirola (Málaga), cargo que desempeñó desde 1991, con un paréntesis de dos años por una moción de censura, hasta 2014 al optar por el escaño andaluz cuando los socialistas aprobaron la incompatibilidad de ambos cargos. También fue vicepresidenta de la Diputación de Málaga entre 1995 y 1999 y diputada nacional en la legislatura 1993-1996, cargo que deja en 1995. Es parlamentaria andaluza desde 2000. Fue portavoz del Grupo Popular en el Parlamento de Andalucía entre 2006 y 2012 y antes portavoz adjunta. Actualmente es vicepresidenta segunda de la Cámara autonómica.

El triunfo de Casado ha sido también el suyo y en varias entrevistas periodísticas ha dejado dicho que “algo ha hecho mal el PP” cuando lleva 40 años en la oposición en Andalucía. En realidad, son 36 años y dos meses, aunque las encuestas pronostican las cuatro décadas. Ha entrado en el Comité Ejecutivo Nacional y algunos la sitúan en puestos de mayor responsabilidad orgánica y con mejores cartas para el futuro en Andalucía si los sondeos aciertan.

Como todos, hasta que se produjo la llegada de Juanma Moreno a la dirección regional, Oña entra en el Parlamento andaluz de la mano de Javier Arenas, cuando este dirigía el partido a golpe de levantamiento de ceja. Sus críticas al apoltronamiento de su partido no son nuevas. A Arenas ya se lo advirtió cuando se hizo cargo de la portavocía del grupo parlamentario en 2006. “Hay diputados que se han acostumbrado o resignado a estar en la oposición”, se quejó.

Poco ha debido cambiar su percepción cuando ahora insiste en la misma crítica, aunque ella fue vicesecretaria general, portavoz adjunta, portavoz y participó en mesas de estrategia política, como apuntó días atrás Moreno en unas declaraciones a La Sexta cuando recordó que Oña había tenido “importantes responsabilidades institucionales”.

Sus detractores afirman que siempre es la primera en reclamar renovación, aunque lleva 18 años, de los 36 años y dos meses que lleva el PP en la oposición, en el Parlamento andaluz y unos cuantos usando el coche oficial.

Oña es una persona que habla muy claro, no maquilla su lenguaje, es franca, directa, sobre todo cuando se sube a la tribuna del Parlamento y se dirige a los socialistas. “Siempre he pensado que el socialismo tiene una ideología sectaria y dogmática y que eso es peligroso”, dijo en una ocasión en un debate en 2007.

Tiene un estilo parlamentario muy rocoso, ácido, contundente, con potencia escénica y casi nunca rectifica cuando se equivoca. En 2005, protagonizó una metedura de pata enorme cuando acusó a una consejera andaluza de tener “colocados” a dos hermanos en la Junta. La acusación era falsa. En vez de rectificar y pedir disculpas, argumentó que todo se debió a un “error por una confusión de apellidos”. La consejera insistió que le debía una excusa, pero ella perseveró en no darla: “Ya he reconocido que fue un error, qué más quiere”.

Protagoniza varias polémicas más como cuando asegura en 2010 desde la tribuna que el campo andaluz “estaba mejor con Franco que ahora” y desde la bancada socialista le replican que los que vivían mejor con Franco eran los de su grupo.A la diputada andaluza, se la considera una persona muy escorada a la derecha ideológica y económica, pero ha habido debates espinosos para el PP en el Parlamento andaluz que sólo Oña ha sabido afrontar y defender. Por ejemplo, cuando se debatió por primera vez en 2009 una iniciativa en favor de las reivindicaciones de los transexuales. El PP nacional naufragaba en este asunto y fue Oña la que sacó a su partido de la ambigüedad a favor de las demandas del colectivo. Con la misma determinación, también defendió la investigación con células madre.

Como alcaldesa de Fuengirola, Oña dirigía el Ayuntamiento con mano firme y a la oposición, con mano dura. “Ni firme ni dura, dictatorial”, puntualiza una de las fuentes consultadas para este perfil. “Nunca he visto a nadie dirigirse con tanto desprecio a la oposición como a Esperanza Oña”, opina otra. Que su gestión fue buena, lo atestiguan sus cinco mayorías absolutas, pero que era implacable lo recogen las hemerotecas.

Al año de acceder por primera vez a la alcaldía, Oña suspendió en sus funciones por un año y dos días a un policía local por llevar coleta. También fue sancionado con seis meses de suspensión de sueldo por el mismo motivo. En 2010, Oña promovió medidas disciplinarias contra varios participantes en una manifestación contraria a la construcción de un aparcamiento subterráneo en Fuengirola, en la que se produjeron hechos violentos y que los afectados interpretaron como represalias por su actividad política.

En 2007, Oña tuvo que declarar como imputada en un presunto delito de prevaricación y tráfico de influencias ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, por una querella de los socialistas. Estaba acusada de haber contratado publicidad institucional con una agencia del director de la televisión municipal con el que tuvo una relación. En su declaración, responsabilizó a la consejera delegada de la TV local de autorizar el contrato. Oña salió finalmente indemne del proceso.

El diario Málaga Hoy desapareció de las bibliotecas municipales de Fuengirola el día en que publicó este titular el 19 de junio de 2009: “Oña duplica su patrimonio en un año y pasa de declarar 809.000 euros a 1,7 millones”. El subtítulo recogía: “Los datos actualizados el pasado mes de mayo incluyen 6 casas, mientras en el documento de junio de 2008 sólo aparecían dos”.

La información aludía a la declaración de actividades, bienes e intereses que todos los diputados andaluces están obligados a registrar en el Parlamento y que son de acceso público. Oña es la diputada que figura año tras año en el top-ten de los más ricos. Tiene 11 inmuebles urbanos en la provincia de Málaga; 127.517,61 euros en cuentas corrientes; acciones y participaciones en tres entidades por valor de 973.038 euros; derechos de reembolso por 278.805,14 euros; y un plan de pensiones por 184.233,62 euros, según figura en su declaración que data del 8 de abril de 2015.

A Esperanza Oña muchos la consideran un verso suelto. Nunca ha sido muy de nadie, tiene criterio propio y aseguran que ejerce la crítica, pero sin maniobrar y desde la lealtad. El distanciamiento con su mentor, Javier Arenas, se fue produciendo poco a poco y por ambas partes. “Cuando dejó la portavocía se consideró desaprovechada y castigada por Antonio Sanz”, el hombre que mejor sabe interpretar el arqueo de ceja del tetracandidato a la presidencia de la Junta, asegura una periodista.

Oña, a la que se le ve de manera frecuente sola en el Parlamento, nunca tuvo apoyos orgánicos suficientes y relevantes para intentar la aventura de liderar el Partido Popular. Unos dicen, los menos, que ella nunca lo ha intentado ni querido; otros por el contrario resaltan su “incapacidad” para formar equipos. “No sabe, no puede, porque en ella impera el ordeno y mando”, asegura una de las personas consultadas. “A ella le gustaría presidir su club de fans”, resalta otra. Con estos mimbres no es de extrañar que haya quien esté muy preocupado por que sea Oña, ¿esperanza? Oña, la que responda a la pregunta del primer párrafo de esta crónica: ¿Qué va a ser de mí, de lo mío y de los míos?

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