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Parches y trampas en migración

Migrantes en el Estrecho de Gibraltar.

María Iglesias

Hace una semana que llegó a Valencia el Aquarius, con sus 629 migrantes. Fue la primera gran medida del Gobierno de Pedro Sánchez. Un símbolo del cambio de rumbo como, en el mandato de Zapatero, el regreso de las tropas de Irak. La esperanza no derivó en autoengaño, entre otras cosas, porque ese fin de semana llegaron, sin tan entusiasta acogida, mil migrantes por el Estrecho de Gibraltar y mar de Alborán. El propio Ejecutivo insistió en que abrir puerto, frente al cierre de Italia y Malta, era mera llamada de atención a la UE. Ahora, en el siguiente fin de semana, con mil rescatados en aguas de Andalucía y Canarias, y el Lifeline al que ni Italia ni Malta dejan desembarcar a 230 rescatados, ha empezado la verdadera toma de decisión en Bruselas con la mini-cumbre del domingo sobre migración. Y el panorama es desalentador.

Ha sido una reunión preparatoria del Consejo europeo del jueves-viernes y afrontar juntos la realidad, en plena deriva de decisiones unilaterales, es positivo. Pero la idea que se ha lanzado es, no sólo decepcionante, sino profundamente equivocada. Y peligrosa. La migración no se puede contener con la creación de centros de internamiento de personas. Ni en lugares antidemocráticos como Turquía, Marruecos, Libia, ni en los países de origen de los que huyen por algo; ni siquiera en el continente europeo. Ya lo siento por quienes cifran sus esperanzas en tan simplista plan.

La migración no se puede parar con vallas más altas, más y mayores campamentos-cárceles para retener a más gente por más tiempo. Y no se puede por dos motivos:

  • El básico y que debería bastar de que eso viola la legalidad internacional y los derechos humanos, éticos, más elementales: no se puede privar de libertad a quien no ha cometido delito. Es más, existe, desde la Convención de Ginebra de 1951, el deber de protección de los perseguidos por la guerra, su orientación política, sexual, religión, grupo étnico… Y, si la miseria o el cambio climático no están contemplados, más parece fruto de la distinta coyuntura, entonces y ahora, que de ausencia de una voluntad de amparo de tales casos, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
  • Pero, si esto no basta –y parece que no lo hace en el siglo XXI deshumanizado-, resulta que intentar blindar Europa como una jaula dorada (dejándonos, ojo, a los europeos encerrados), es un empeño inútil. Fracasaremos.

 Un par de pinceladas son útiles para dimensionar el fenómeno:  

No doy crédito a que, ante este hecho, y ante la creciente brecha de desigualdad tras la crisis-estafa de 2008, entre norte y sur del planeta, entre norte y sur de la UE, entre ricos y parados en cada uno de nuestros países, los líderes europeos no citen la reforma del sistema económico, del modo de producción y reparto de riqueza. Sino que, en cambio, se centran en medidas que son sólo parches y trampas al solitario. Concesiones a la ultraderecha fascista que ya campa a sus anchas en los EEUU del presidente Trump, que viola los derechos de 2.300 menores al separarlos sin garantías de sus padres, y, en esta Europa, donde el ministro Salvini amenaza a los extranjeros y a sus nacionales, sean gitanos o el escritor Roberto Saviano.

Esto ya lo hemos vivido. Las concesiones a Hitler y los paños calientes no bastaron para contentarlo y llegamos al holocausto. ¿Desconocen nuestros mandatarios la lección de la historia? Como me resisto a responderme “Sí”, considero la opción de que eviten hablar de “reforma del sistema económico” como estrategia para que no les acusen de comunistas, bolcheviques, revolucionarios y lograr avances prácticos para un número creciente de seres humanos.

Ahora bien, ¿qué estrategia pro igualdad de heterosexuales y LGTBI sería invisibilizar a este colectivo, no nombrarlo, ocultarlo para no alarmar a los reaccionarios?

¿Qué plan contra los feminicidios sería silenciar los crímenes machistas, desaconsejar la denuncia a las maltratadas y sus familias?

Serían, lo sabemos, estrategias equivocadas y perversas que causarían más agresiones y muertes. Por eso las hemos desterrado. En materia migratoria, en cambio, se mantiene el tabú sobre la causa, económica, mientras se oyen salvajadas, incluso entre progresistas, como que “de vez en cuando, una guerra reequilibra”. Cualquier cosa antes que cuestionar el sistema ultra-extractivo-capitalista que, contra el mantra que nos repiten desde niños, no sólo no es el único posible, sino que no funciona. Lo vemos, dentro y fuera de cada frontera, por el sufrimiento que genera.

Un sistema capaz de sacrificar vidas de los seres humanos a quienes debería servir para perpetuarse él, ¿qué clase de sistema es? Uno, en realidad, al servicio de élites mínimas, de egoísmo insaciable y desalmadas.

Exijamos a los políticos que nos representen a nosotros y no a esos grupúsculos.

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