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Más que para Zurbarán estamos para Valdés Leal

Las 'Santas de Zurbarán', que suma ya 30.000 visitas, modifica su horario con la llegada del verano

María Iglesias

En medio de la catastrófica situación económica, social y política que vivimos, nuestras autoridades se vuelcan con la exposición Las santas de Zurbarán. Devoción y persuasión. Una muestra que del 3 de mayo al 20 de julio nos invita a comparar trajes diseñados por, entre otros, Elio Berhanyer, Ágatha Ruiz de la Prada, Ángel Schelesser, Ana Locking, Roberto Torreta o Victorio y Lucchino, con catorce de las santas del pintor extremeño del XVII, a quien se señala como “el primer diseñador español”.

Dejando a un lado cómo le sentaría la etiqueta al maestro, la propuesta ha hecho fortuna entre nosotros, ciudadanos. En su primera semana la exposición recibió 5.000 visitas. Cierto que el respaldo institucional y mediático ha sido máximo. La representación política en la inauguración no sólo estuvo integrada por la delegada de Cultura Mar Sánchez y el alcalde Juan Ignacio Zoido, sino por los mismísimos Príncipes de Asturias y todo informativo de radio, televisión, suplemento cultural -de local a nacional- ha dedicado generoso espacio a esta muestra de la que se destaca en la parte pictórica, la maestría en el retrato de las ricas telas y en la de los diseñadores, que la industria textil es y está llamada a ser una de las locomotoras del país.

Lejos de mí cuestionar la pericia de Zurbarán o la belleza de unos cuadros cuya contemplación me suscitó un déjà vu que explicó la información de Olga Granado pues de los catorce lienzos de santas que se exhiben, seis han estado todos estos años colgados en el Museo de Bellas Artes de la ciudad (aunque del presupuesto de más de 600.000 €, 82.711 sean para transporte y seguro de las obras).

Lo que no acabo de captar es la pertinencia justo de esta muestra en este preciso momento, ni de ponerla al servicio de un determinado equipo de modistos. Confieso haber estado atenta y leído con voracidad los artículos de los expertos críticos artísticos. Tenía la corazonada -por desgracia, frustrada- de que alguno repararía en la obviedad de que más que para Zurbarán estamos para Valdés Leal, otro autor incuestionable y coetáneo cuya obra además conecta mucho mejor con nuestro presente: Así pasa la gloria del mundo o En un abrir y cerrar de ojos también conceden a los ropajes notable atención. Muestran los atavíos de altas autoridades religiosas, militares, regias en descomposición, junto a sus cadáveres. Dejan bien a las claras lo que realmente valen los más caros atuendos.

Me adelanto a quien vaya a argumentar que con la exposición de Zurbarán se apoya a un sector productivo. Con la de Valdés Leal podríamos apostar por el sector funerario, con su turismo de cementerio, oferta inmobiliaria de camposanto (nichos baratitos, panteones para ricos, incineraciones de molido grueso o molido fino y fruslerías varias: florecitas, jarroncitos, velitas, adornitos...).

Si fuéramos más ambiciosos podríamos no descartar convertirnos en potencia en filosofía y pensamiento crítico. Cierto que en la actual sociedad pita más como motor económico ese oasis de juego y prostitución de Eurovegas, o la fiebre de los trapos, perdón, “la industria de la moda”. Esa que paga a Beyoncé por posar en bikini para las vallas publicitarias lo que en todo un año (¿O más? ¿cuánto más?) a una plantilla de semiesclavas bangladeshíes que cosen los vestidos que compramos a 14,95€, en talleres de mala muerte, en sentido literal de la expresión. Pero podríamos construir un mañana en que nuestras hijas admiren el modelo no de Kate Moss sino de Marta Nussbaum (¿Marta qué? Sí, la Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2012 ¡Ah, ya!). No estamos condenados a ser lo que somos, víctimas de una maldición. Estamos en este punto por decisiones políticas y (in)cívicas.

Cada uno elige sus maestros y lo que admira en ellos. A mí, de las santas de Zurbarán, que he disfrutado antes de que me varearan los cuartos traseros para que avanzara en pos de ellas como obediente borrega del rebaño, lo que siempre me ha llamado la atención es que parezcan mujeres profanas. Ricas, aristocráticas pero no sacras. Justo lo que en su tiempo le reprocharon. En palabras de Delfín Rodríguez, en el Cultural de ABC: “Fueron muchas las voces y textos que se alzaron contra esa confusión”. En mi caso, debe ser añoranza, anhelo de esa pintura no religiosa, civil, de un Vermeer de Delf desde la capital contrarreformista, barroca, en que vivo y nací.

Por cierto, que el recuerdo del autor, entre otros, de La joven de la perla, me hace pensar que si la programación cultural holandesa estuviera en manos de nuestras cabezas pensantes no tardarían en montar una exposición conjunta con los lienzos del maestro flamenco en los que aparece una ventanacabezas pensantes -que son legión- y un puñado de expertos en carpintería metálica y cerramientos de alumnio lacado. Que ya sé que tienen menos glamour que los modistos pero a ver por qué razón se va a primar a unos sectores productivos sobre otros. Eso es discriminación. ¿No?

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