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Reencuentro con la fanfarria

Juan Manuel Moreno Bonilla

Isabel Pedrote

Septiembre es el mes oficial de los retornos. No importa si durante la fecha habitual de vacaciones se quedó varado y no vuelve de ninguna parte. Tampoco si ha carecido de periodo de asueto o si, en un escenario aún peor, el trabajo al que reengancharse es inexistente. El ritmo lento de los días de pronto se acelera, las prédicas entusiastas se disparan y se suceden las invocaciones a los proyectos ilusionantes, las energías renovadas, las pilas cargadas y otros lugares comunes que, en lo que a la política se refiere, más que inoportunos, son del todo irritantes. Apenas se ha movido nada, y la conexión con la actualidad consiste en el reencuentro con el mismo hilo de consignas enlatadas que pretende hacer pasar por realidad hechos que nunca han ocurrido. Pura fanfarria.

No se trata únicamente de la propaganda goebbeliana y su táctica machacona de repetir una falsedad hasta que se perciba como verdad, o de la exasperante negación de la evidencia que ha convertidos al gag de los hermanos Marx -¿a quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?- en la auténtica bandera de estos tiempos. La forma de hacer política que se ha instalado desborda el descaro de ambas (malas) prácticas y se extiende hacia recursos igual de desvergonzados: se fabrican problemas irreales presuntamente originados por enemigos reconocibles a nivel cómic para ofrecer después respuestas efectistas.

Es cierto que lo de la construcción del enemigo para autoafirmarse es algo muy viejo y se viene haciendo desde siempre -Umberto Eco escribió un brillante ensayo al respecto-, pero no me negarán que tiene un punto de innovación coger una política consolidada durante décadas y presentarla como una solución a un conflicto ficticio perpetrado por el malvado del TBO cuyo combate tantos votos procura. Es lo que ha hecho Juan Manuel Moreno Bonilla con las subvenciones a las casas de Andalucía en el exterior, que se remontan a los orígenes de la Junta, y que ahora el autoproclamado “Gobierno del cambio” vende como una manera audaz de rescatar a los andaluces en un tris de perder sus raíces por la inmersión lingüística, en Catalunya, claro. La coartada es que se lo ha exigido Vox (que se lo ha exigido, eso es así), si bien la intención ventajista se ve de lejos y el tufo electoralista lo impregna todo.

El propio presidente de la Federación de Entidades Andaluzas en Catalunya ha salido a aclarar que no necesitan salvamento alguno, que muchas gracias, de verdad, pero que allí hablan catalán y castellano indistintamente. Que mejor para otras cosas, si eso. Tampoco parece que los descendientes de los andaluces hayan sido despojados precisamente de su acervo cultural, sino más bien al contrario, el contagio es a la inversa: hasta una feria de abril está asentada desde el año 1971 con todos sus ornamentos. Hablemos claro: el peligro no es que los andaluces pierdan sus raíces en Catalunya, como se argumenta en la web de la Junta, el peligro es que el PP pierda la poca implantación que le queda allí.

No es la primera vez

Moreno Bonilla está decidido a echar una mano a sus correligionarios catalanes para que no desaparezcan -uno de los presidentes de las casas con los que se reunió al estrenar mandato le suplicó ayuda “con lágrimas en los ojos”, ha asegurado-, y de paso se la va a echar a él mismo. No es la primera vez que los populares andaluces buscan el choque con los nacionalistas catalanes a cuenta del idioma para tratar de arañar votos. En 2006, Javier Arenas lanzó una campaña publicitaria en la radio contra el pacto entre el Gobierno y la extinta CiU sobre la reforma del Estatuto catalán. 

Decía así:

-“¿Sabes que si nos vamos de Andalucía a Cataluña nuestro hijo tendrá que estudiar catalán?

-¿Cómoooo?

-Lo que oyes, que en Cataluña es obligatorio estudiar catalán y no se puede en español, que es la lengua de todos.

-¿Y por qué?

-Porque Zapatero lo consiente y Chaves lo apoya“.

Arenas personalmente ponía la voz a algunas cuñas de refuerzo, que eran parte, a su vez, de una campaña de recogida de firmas en petición de un referéndum acerca de la reforma del Estatuto catalán, en la que, por cierto, una profesora fue investigada por adoctrinamiento al recabar apoyos para la causa entre sus alumnos. Qué cosas. Empieza la temporada, la fanfarria ya está aquí.  

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