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Una beca por amor de dios
Urge una beca para cobrar más de 100.000 euros al año.
Consciente de las dificultades de la gestión política, la intrépida Isabel Díaz Ayuso, después de su exitosa gira por Estados Unidos, ha emprendido el camino inverso: quienes cobren más de 100.000 euros al año, podrán acceder a becas de estudios para que sus hijos puedan educarse libremente en los colegios segregados del Opus Dei. Ya veo a la prelatura personal emprendiendo una campaña para beatificarla, nombrándola sin duda patrona de España dentro de España: su familia, amén, obra milagros, ya que vender mascarillas por un millón de leuros no se considera delito en este país donde las cárceles están llenas de robagallinas.
El alcance social de las medidas del Gobierno de la Comunidad de Madrid no se detendrá en facilitar a la clase media por encima de la media que le paguemos entre todos los uniformes del colegio del Pilar, si es que siguen llevando uniforme en nuestro Georgetown del bachillerato. Vendrán ayudas a las familias para que puedan contratar seguros privados y, así, ahorrar a los contribuyentes ambulatorios y quirófanos públicos en este país que sigue enfermando por encima de sus posibilidades.
Nuestra sanidad es ya tan buena que el gentío hace cola en el centro de salud para que le atiendan y se apunta a las listas de espera con la esperanza de que le llamen antes de que tenga que inducirse el coma en una parafarmacia. Una prueba irrefutable del éxito de la gestión sanitaria de nuestra derecha civilizada.
En Andalucía, por ejemplo, el Gobierno del cambio de Juanma, en coalición con el Partido Popular, está avanzando en una línea eminentemente democrática, la del azar. Así, durante su primer mandato, preseleccionó con un algoritmo aleatorio a cientos de interinos, en vez de recurrir al sistema de contratar conforme a los principios de mérito y capacidad, qué antigualla. Qué pena que cuatro sentencias hayan anulado esas convocatorias tan pioneras y tan millenials: los tribunales, ya se sabe, están llenos de rojos.
Ese mismo sistema, o el de la margarita –si, no, si, no—debe estar aplicando a las solicitudes de eutanasia en esta comunidad: de 19 concursantes, sólo se les ha aplicado a 11. Qué mejor muerte digna, dirá el capellán de turno, que la muerte natural, tan plural, tan de toda la vida.
Eso sí que es progresismo y no el de la progresía que se ha hecho más de la OTAN que la OTAN y ahora vamos a aumentar la cuota de suscripción, como una forma de luchar contra la inflación, contra los precios del combustible y de la luz, a la que seguramente Alberto Núñez Feijóo aplaudirá con denuedo.
Cuca Gamarrra, la portavoz del Grupo Popular en el Congreso, denuncia que el paro baja pero no baja como debiera bajar. No como en la etapa de Mariano Rajoy, que subía pero no subía porque los españoles eran mucho españoles y aunque no había tantos contratos fijos como ahora, a la clase trabajadora se la podía contratar por un ratito y le quedaba mucho tiempo de ocio para irse de cañas, el indudable símbolo de la libertad española, nuestra principal factoría que, al paso que vamos, fabricará más camareros que clientes. Entonces, si que se primaba el esfuerzo: al comisario Villarejo –que haya mejoría—no le faltaba trabajo, sin ir más lejos.
Los populares dicen ahora que maquillan las cifras reales de los parados con la denominación eufemística de fijos discontinuos, que data de los tiempos de los Pacos de la Moncloa. ¿No los había en época del supermán Aznar cuando España iba bien y el único arma de destrucción masiva que encontró fue la de la burbuja inmobiliaria?. El maquillaje de hoy es el de la señorita Pepis, comparado con la libreta de Barcenas y los ordenadores triturados de la calle Génova.
Sabemos cuál es la receta de los conservadores para volver a conquistar La Moncloa y conservarla de por vida. Bajar los impuestos, en un país cuya presión fiscal está por debajo de la media europea. Todavía, dicen, hay que bajarla más, para que esas familias que sólo cobran cien mil euros puedan llegar a fin de mes. A este paso, no lo duden, terminaremos becando a los ricos para que no tengan que pagar la declaración de la renta.
No me extraña que, con esa receta, estén subiendo como la espuma en las encuestas. En los grandes almacenes de la historia, vuelve a llevarse la moda vintage. Más temprano que tarde, volverán las alpargatas y el gasógeno, la achicoria y la cartilla de racionamiento para este país con una pintoresca nostalgia de posguerra, entre faldas topolinos y juergas en Chicote de la alta suciedad. Vistos los sondeos, tenemos vocación de santos inocentes y, milana bonita, si nuestra descendencia no puede sacarse ni una FP, sólo le quedará hacer de mastín como a Paco el bajo y los nuevos Azarías le seguirán riendo las gracias al señorito cuando de nuevo terminen por matarle el pájaro de la esperanza.
Voy a pedir una beca para tomármelo con calma. O una limosnita, por amor de Dios. O huiré como los youtubers a Andorra, para llevarme allí todas mis deudas.
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