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El disputado voto del señor Vargas

Mario Vargas Llosa durante su intervención en la Convención Nacional del PP.

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La gente más bienintencionada ha querido ver en las palabras censitarias de Mario Vargas Llosa sobre las elecciones y el voto sabio el fruto del chocheo propio de ciertas edades, pero no. Primero porque hay muchas otras personas de su edad, José Saramago, Emilio Lledó son ejemplos, que no han chocheado y segundo, porque lo que ha dicho el escritor lo viene diciendo desde tiempo y, además, sus afirmaciones son propias de la burguesía a la que pertenece con el exotismo añadido de los criollos de allende el charco. 

A Jorge Mario Pedro -como diría Miguel Ángel Aguilar pero no dice-, le han saltado sus costuras en público aunque en privado, en esos cenáculos capitalinos del vargasllosismo patrio, es frecuente oírle como a sus congéneres del mismo tenor. Ese grupo compuesto de expresidentes de gobierno, ex directores de periódicos, artistas, periodistas y académicos bebe de sus mismas aguas, empeñados en defendernos de los peligros del sufragio universal en manos de gente que no sabe tanto como ellos, que han sabido tanto en su vida como para ahora ser ricos y autodeclararse misioneros. 

Las palabras de Jorge Mario en la Convención del PP no son nuevas y han sentado muy pero que muy bien en el tercio popular del Barrio de Salamanca que parece ser su círculo orgánico, endogámico y, por tanto, muy celestino. Se trata no solo de la reproducción ideológica sino, si cabe, la biológica aunque no sea posible por causa precisamente de la biología . En todo caso, preñada de espíritu dinástico.

Sobre su ideología, no oculta aunque si camuflada, hay suficiente bibliografía pero me limito a citar a Eric Hobsbawm. En Los ecos de la Marsellesa, Hobsbawm demuestra cómo tras triunfo de la revolución burguesa, frente a la monarquía absoluta y el clero, en la Francia revolucionaria, la burguesía nunca tuvo en sus pensamientos otra cosa que el cambio de la clase dominante, pero solo eso, de ahí que el Tercer Estado se viera rápidamente escindido. Los ideólogos del liberalismo burgués intentaron mantener a raya la democracia, decían, evitando la intervención de los pobres y de la mayoría trabajadora. Mediante el sufragio universal, se entiende, de ahí su rápida confrontación con el jacobinismo.

De hecho, llegaron a afirmar que el jacobinismo era como una viruela. Temor a la democracia, diría Tocqueville .Los burgueses que anticiparon a Jorge Mario ya temían que el sufragio universal sin inteligencia, así lo llamaban, se extendería por todos los países burgueses, de ahí que trataran de impedirlo o, en todo caso, desprestigiarlo. Para ellos, sus primos, votar era cosa de sabios e iluminados y no de pobres y trabajadores que votarían mal y pondrían en peligro su status quo.

No es solo en la Francia revolucionaria en donde los burgueses intentaron mantener sus privilegios de clase; tempranamente , en los recién emancipados Estados Unidos, la Convención de Filadelfia fue testigo de tensiones semejantes. Los debates entre Madison y Jefferson , hoy considerados héroes de la democracia, recogían el mismo clasismo y racismo, pecado original de los EEUU. Libertad sí , democracia también , pero solo votando los que sabían, ellos, considerados aristócratas de la nueva fe.

Afortunadamente ,con mucho sufrimiento y también, a veces, actos de contrición, se fue extendiendo el sufragio universal pero no menguó la resistencia burguesa, ungida de modernidad y de intelectualidad. Es frecuente aún en nuestros días no reconocer la victoria electoral de los partidos progresistas, tachándolos, en caso de formar gobierno, de ilegítimos y, en cualquier caso, tiñendo los resultados que no convienen a sus privilegios, de indigenismo, comunismo, radicalismo, nacionalismo o simplemente, fraude. Todo vale menos aceptar la idea básica y fundamental de toda democracia: voto para todos y un hombre o mujer, un voto.

El criollismo americano se impregnó de esa cultura original del liberalismo burgués y hasta aquí hemos llegado. Criollismo reaccionario de ida y vuelta, como los cantes, de Miami a Bogotá, de Lima o Quito a La Paz o Brasilia y escala cada vez más frecuente en el Madrid capital de la gusanera antidemocrática y , en ocasiones, golpista.

Ciudadanos ya no existe, formación a la que dedicó sus amores, fervores, esfuerzos y voto, Jorge Mario. No sé si Albert Rivera sigue siendo admitido en el círculo vargallosista, habida cuenta de su fracaso en la misión encomendada. En la captura de los restos del naufragio del aquel proyecto patrocinado, como los publirreportajes, los populares se disputan su apoyo. En estos días el disputado voto de Vargas Llosa ha ido a parar a Pablo Casado, quizá eso suponga una ruptura de la pandilla, lo veremos en prontos editoriales, filípicas, y columnas sansónicas de opinión. Podría ser hasta que el escritor sea gafe, no lo descarten.

En todo caso, esa cosa que anida en los cenáculos capitalinos tiene poco que ver con la democracia, mucho con los privilegios de clase, muy poco con la evolución natural de la burguesía dieciochista y se aleja de manera traumática del papel contemporáneo de la derecha europea antifascista .

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