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Fatiga de los materiales

Juan Manuel Moreno y Juan Marín

Isabel Pedrote

Como ocurrió el 28 de abril, el ventarrón de las elecciones generales ha vuelto a desvestir de golpe el edificio del Gobierno de coalición de Andalucía y ha dejado al descubierto los daños de su estructura. Entonces lo que quedó expuesto fue la debilidad de Moreno Bonilla y su irremediable dependencia de Vox, además de recordar a los olvidadizos la azarosa alineación de astros que lo condujo a San Telmo. En esta ocasión lo que muestra el armazón pelado, libre de interesados ropajes, es que el otro puntal, el de Juan Marín, ha perdido robustez y apenas alcanza la categoría de poste. En ingeniería, la fatiga de los materiales se produce cuando estos se someten a un proceso de cambio permanente, con continuas fluctuaciones de las cargas que soportan. Es difícil determinar cuándo surgirán grietas y si devendrán en una fractura completa, pero se sabe que la rotura llega con las alteraciones. 

Los tres pilares que sostienen el Ejecutivo andaluz han registrado oscilaciones tan bruscas como sostenidas. El caso del PP merece un repaso, que luego hay quien se pierde y termina por aturdirse y sufrir alucinaciones. Moreno Bonilla apoyó en las primarias de su partido a una candidata que fue derrotada en el congreso; hizo la campaña autonómica con la aureola de perdedor y una caravana paralela de Pablo Casado que le iba preparando las exequias; obtuvo el peor resultado en décadas, pero una oportuna carambola le colocó en San Telmo, eso sí, con el vasallaje imprescindible a la ultraderecha. Después Casado se descalabró y Moreno volvió a ser pionero al situar al PP como la tercera fuerza en Andalucía. Finalmente, acaba de recobrar algo de aliento, aunque, en parte, gracias a sus desvelos para que Vox pareciera razonable, ahora resulta que le pisa los talones y lo ha suplantado en plazas de fuste. 

Mientras la variación de la extrema derecha ha consistido en una subida trepidante que casi alcanza al PP, Ciudadanos se ha quedado aleteando en el vacío, haciendo equilibrios sobre el asta de una bandera de España cuyo gallardo portador ha desaparecido de repente de la vida pública. No se trata sólo de que se haya dejado más del 70% de su representación (de 11 a 3 escaños), es que ha perdido su Faro de Alejandría, una catástrofe aún mayor. Desde el primer momento, Albert Rivera fue el líder único y plenipotenciario de la organización andaluza, donde hizo y deshizo según la conveniencia de su tornadiza carrera personal. Marín y los suyos le han seguido con la misma devoción que el pueblo elegido fue tras Moisés camino de la tierra prometida. Y sus cambios de guión y alianzas han sido las tablas de la ley, en este momento, por cierto, hechas añicos.

Más cautivo que nunca

Sin más norte, por ahora, que la propia supervivencia en la Junta de los cargos que la integran, la formación naranja anda harto extraviada, a la espera de recibir instrucciones. Al menos una sugerencia sobre qué decir cuando le preguntan si la rúbrica, logo y foto junto a Vox en los pactos presupuestarios han tenido algo que ver con la hecatombe. Las declaraciones erráticas de Marín echándole la culpa a Susana Díaz (a este paso va a desbancar a Yoko Ono) dan una idea de la desorientación. La inconsistencia de su estructura administrativa tampoco ayuda. Carece de un aparato compacto. Lo inesperado de su entrada en el Gobierno devino en nombramientos improvisados, con cuadros intermedios reclutados en caladeros variopintos (incluido Linkedin), lo que se ha traducido en un índice de dimisiones y reajustes muy por encima de la media.

En este ámbito, la parte popular está sensiblemente mejor, si bien sus motivos para el desasosiego son otros. Moreno Bonilla es más cautivo de Vox que nunca. No ha rentabilizado la posición de privilegio en San Telmo, pese a las espectaculares funciones semanales sobre la herencia recibida y las portadas consiguientes. Ni Andalucía está encapsulada ni guarecida. Está en manos de las estrategias nacionales de Vox y lo que queda de Ciudadanos. Una vez más, el destino se marcará fuera. Lo que diga Andalucía pintará poco en la propia Andalucía; al fin y al cabo, fue en Madrid donde se fraguó el acuerdo firmado bajo la mirada marcial de Ortega Smith y la media sonrisa de Teodoro García Egea. Serán ellos quienes decidan sobre la estabilidad del pacto en la Junta y quienes determinen si se ha rebasado el índice de fatiga de sus materiales.

 

 

 

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