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El mensaje que escuchó Pedro Sánchez

La noche en Ferraz tras la victoria del PSOE en las elecciones

Juan José Téllez

En la noche del No Pasarán, cuando el fascismo tuneado desinfló sus expectativas como un ciclista con pájara, a la falda de Ferraz, el presidente in pectore Pedro Sánchez dijo haber oído el mensaje. Uf, al menos no dijo haberlo entendido como cuando Felipe González afirmó hacerlo en 1994, aquella primera vez que sintió en la nuca el aliento de José María Aznar, quien  le arrebató el Gobierno dos años más tarde, sin más mensaje ni hostias, porque el hijo del vaquero de Bellavista no había entendido nada bajo la sordina de su coche oficial.

El actual inquilino en funciones de La Moncloa, que ya no será un supuesto okupa como ha subrayado Carlos Alsina, abre su carnet de baile para la semana próxima, invitando a palacio a los partidos demócratas. De entrada, ya ha mostrado su intención de marcarse un danzón con Unidas Podemos, aunque no sabemos si se tratará de un suelto o de un agarrado. De salida, ya veremos.

Sería mejor, por la cuenta que les trae a ambos, que entonaran el viejo cantable de Paloma San Basilio, aquel alegre estribillo de “juntos, un día entre dos parece mucho más que un día”. Aunque no sepamos a ciencia cierta si juntos podrían decir a los problemas adiós como en esa letra de hace ya tanto.

Yo te voy a decir mi verdad: no parece viable que Sánchez y Casado hiciesen una pareja feliz, porque ni siquiera sabemos a ciencia cierta si el líder del Partido Popular estaría en condiciones de asistir a la boda o sus compañeros del charrán alicaído le habrán hecho antes un Hernándezmancha y tendrá que conformarse con acabar el año matriculándose otra vez en la Juan Carlos I.  Lo tiene difícil con o sin trabajo fin de máster: no es plan de que dimita o que lo cesen antes de las convocatorias electorales del 26 de mayo, pero ¿qué candidato del PP va a querer tener en sus mítines a semejante fracasado? Lo mismo el cunero Manuel Vals, que lo acepta todo, puede hacerle un hueco en su fin de campaña como independiente por Ciudadanos en Barcelona.

Lo que escuchó Pedro Sánchez la noche del 28 de abril fue a su militancia gritándole: “Con Rivera, no”. Con lo que el equipo de graciosos habituales se apresuró a difundir un meme en nombre de los bodegueros de la Rioja, dándole las gracias por excluir a su tradicional competencia del brindis de la victoria. La CEOE y otras fuerzas progresistas han animado a formalizar un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos similar al trágala de 2016 que terminó elevando a Mariano Rajoy a los altares.

 Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio

Quizá no estaría mal si supiéramos en qué espacio del arco político se encuentra ahora el partido de Albert Rivera o incluso en qué momento de su ciclotimia pillaríamos al líder naranja. Fuere como fuere, Hollywood obtendría gratis un remake de “La guerra de los Rose”, habida cuenta de los desplantes con que el liberal de todas las derechas ha obsequiado a Pedro Sánchez y al PSOE durante la última campaña. De terminar este asunto en un final con beso, nos encontraríamos más bien ante la última secuencia de “Con faldas y a lo loco”, de Billy Wilder, cuando Tony Curtis o Jack Lemon –perdonen la mala memoria-- confiesa que es un hombre y su pretendiente, cuyo nombre tampoco recuerdo, se limita a responderle con una sonrisa complaciente: “Nadie es perfecto”.

Si bien es cierto que un pacto con Ciudadanos podría facilitar, de rebote, otra vuelta de tuerca en Andalucía, los socialistas se arriesgarían a una nueva tocata y fuga de sus votos izquierdistas, que son muchos de cara a las inminentes municipales. ¿Se imaginan cuantas diputaciones podrían perder de esta forma ante el auge de Vox en determinadas circunscripciones?

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se necesitan, aunque quizá aún no lo sepan. En 2016, la estrategia de Podemos impidió el acuerdo y ahora puede impedirlo la estrategia del PSOE. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, canturreaba José Luis Avalos en el 1 de Mayo. Un acuerdo programático pero sin entrar en el Gobierno proponen los de Sánchez. Una separación de bienes políticos que tranquilizaría a los mercados, esas fuerzas indefinibles que parecen padecer siempre otro baile, el de San Vito. Quizá los mercados se relajarían como si se fumaran la última cosecha de Ketama, pero a costa de intranquilizar a sus electores, que han vuelto a casa por navidad como en el viejo anuncio del turrón, pero no necesariamente van a quedarse. Mejor sería que sociatas y podemitas se casaran como Dios manda, aunque durmiesen en habitaciones separadas pero bajo un mismo matrimonio gubernamental.

Que llueva a cántaros

¿No se merece este país un gobierno estable entre los socialdemócratas de toda la vida y esa otra socialdemocracia a la que representa Unidas Podemos, que hereda los viejos postulados del eurocomunismo al que tan olvidado tenemos en estos tiempos tan reaccionarios? De gobernar sensatamente ambas formaciones, se rompería el arcano que considera anatema que la izquierda posibilista y la probabilista se junten para urdir a pachas esa España distinta que muchos compatriotas reclaman; la de ni un paso atrás en lo conquistado, pero sí pasos adelante en lo que queda por conquistar, sin reconquista que nos valga dicho sea de paso. Más cerca del Capitán Trueno que del Guerrero del Antifaz, por citar a los clásicos.

Ignoro si Pedro Sánchez, en la noche electoral, escuchó lo que le gritaban, o simplemente lo oyó. Lo que chillaba la muchedumbre era lo que cantaba el Nobel de Literatura Bob Dylan, que nos visita de nuevo en estos días. Que hace falta que llueva a cántaros, como le tradujo Pablo Guerrero. Aunque nunca llueva a gusto de todos, resulta mejor cantar bajo la lluvia que llorar a secas por otro sueño roto como un paraguas descuajaringado por la misma ventisca de siempre.

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