Los gatos y los ratones

A la altura del fin del mundo, los gatos y los ratones salen al encuentro del sol, juegan un rato y siempre ganan los mismos. Adivinen. A catorce mil kilómetros luz, en el país de los contrastes, una candidata a la presidencia se presenta como defensora de los roedores, bendita inocencia, y causa conmoción y emoción con un sencillo aunque impactante vídeo, dibujitos animados sobre la voracidad del sistema. Los ratones votan a los gatos negros. Decepcionados al cabo del viento, optan por los gatos blancos, que practican similares estrategias para comerse el pastel y ceder, si acaso, algunas migajas.

El cuadro naif de Roxana Miranda emula el discurso del canadiense Douglas de 1962. Los gatos cambian de piel, de colores, de disfraces, y camelan a los ratones con sus mejores máscaras. Nada nuevo. Los ratones sueñan con elegir un parlamento de ratones. No hay manera. Roxana sabe que no gobernará Chile. Otra mujer ostentará el poder. Según todas las encuestas, será Michelle Bachelet quien recupere el sillón de la Casa de la Moneda. Pero Roxana, que encabeza el Partido Igualdad, da mucho que pensar al electorado de cara a los comicios del 17 de noviembre.

Roxana es la Ada Colau de Chile. Sin comerlo ni beberlo, se erigió en dirigente vecinal de una populosa comuna llamada San Bernardo, a veinte kilómetros de Santiago. Un brusco giro del destino, en cambio, la empujó a luchar contra la injusticia, una deuda hipotecaria la puso contra la pared. Miles de compatriotas sufrieron la cruel estafa felina, ya saben, la típica estafa que nos mantiene entretenidos a tantos españolitos, por no utilizar algunas palabras gruesas acerca de los gatos negros y gatos blancos que están hundiendo el país de los ratones a costa de tanto sufrimiento ajeno, al ritmo vacilón y veleidoso de sus crecientes cuentas bancarias.

Roxana se enfrentó a banqueros y políticos corruptos con la fuerza de la razón y logró condonaciones de deudas y rebajas de intereses, entre otras cuestiones. Por supuesto, fue crucificada por ciertos medios de comunicación, ninguneada por los buscadores de tesoros y hasta rechazada por algunos ratones de su especie, tontos aspirantes a gatos obnubilados por el color del parné volátil y prepotente. Roxana resistió, y ahora se asoma a los carteles electorales y los espacios televisivos con un video rotundo y tierno que a nadie deja indiferente.

Las ideas de Roxana recuerdan a los indignados españoles y, en concreto, a los combativos miembros de Stop Desahucios, que decidieron pasar a la acción con notables resultados, un ejemplo contra la pasividad y el escepticismo. Roxana sabe que “se puede”. Juntó cuarenta mil firmas y se presentó a las elecciones a cara descubierta, sin necesidad de mangonear subvenciones, ni manejar presupuestos mentirosos, ni zarandajas a la vera del Pacífico, que a estas alturas de primavera está la mar de fresquito.

Al otro lado del charco, en la esquinita del Atlántico, no parece que la señorita Democracia vaya a hacer una de sus gracias al estilo Roxana Miranda, más bien tiene pinta de que los oscuros representantes, cómplices o esclavos de los señores gatos se repartirán porcentajes variados del olvido. Roxana tampoco conseguirá sus nobles propósitos, en primera instancia, pero su manera de poner empeño, sus agallas, no tienen parangón, y concitan elogios de izquierda a derecha. Manden a Roxana una postal de la España del siglo que viene, el país de los rateros. Circo tecnicolor de tigres de venganza, perros falderos, conejos de la suerte dispar, ladrones con pedigrí, lobos con piel de cordero, encantadores de serpientes, ovejitas descarriadas, la cabra y la trompeta.

Curiosamente, en Chile debaten con intensidad en torno a la educación pública gratuita, que aún no es tal, mientras en la Piel de Toro nos precipitamos hacia la mala educación privada de paganini, pasaporte en la boca y hasta luego Lucas. El mundo ya no camina derecho. Los derechos sociales del mundo van y vienen como los rumores de libertad. Los gatos hacen miau y los perros hacen guau.