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Mucho más que graneles, señor Garicano

Luis Garicano

Fernando Vicente

El profesor de Economía Luis Garicano Gabilondo se presentará, previsiblemente, a las elecciones europeas del mes de mayo como número uno de la lista de Ciudadanos, partido de cuya ejecutiva es miembro, además de ser su máximo responsable para temas económicos. Pasó por Sevilla la semana pasada, en lo que en realidad no es sino su lanzamiento de campaña para presentar su nuevo libro, “El contrataque liberal”, en el que expone la filosofía política que pretende llevar a Estrasburgo y Bruselas.

Desgraciadamente, en su mochila carga con algunos conceptos sobre la economía andaluza que están más anclados en falsos tópicos que sustentados por la realidad de lo que de verdad ocurre. Y es grave, pues a él corresponderá defender y liderar los intereses españoles, y andaluces, desde la representación de Ciudadanos en las sedes del Parlamento Europeo de Bruselas y Estrasburgo.

Garicano, como si nada hubiera cambiado desde 1980, afirma que en Andalucía “tenemos muchísimas más aceitunas que Francia, que Italia … y no tenemos la industria agroalimentaria que tienen Francia e Italia a pesar de que tenemos más olivas. En Andalucía hay que desmontar bastante administración paralela y red clientelar, y hay que enfatizar bastante el sector privado. Sí ves la desproporción entre la producción española de aceite de oliva y la de Italia y Francia estamos en otra liga. Exportamos mucho en granel”.

Pues no es así, profesor Garicano. Lejos de esa idea que tanto se ha vendido de un campo andaluz asfixiado por las esclavizantes y empobrecedoras subvenciones del PSOE, la realidad es justamente la contraria. La de unos emprendedores, esa palabra que a los liberales y ultraliberales de su partido tanto les gusta usar, que han sabido invertir las ayudas provenientes de la Unión Europea para crear milagros económicos como los de los cultivos bajo plástico de Almería y Huelva, los cítricos y frutos de hueso de la vega del Guadalquivir, los arrozales de sus marismas y, sobre todo, el de los olivares y sus industrias del aceite repartidos por todas y cada una de sus provincias.

Ya que usted pone el ejemplo del aceite, señor Garicano, alguien de su partido debería explicarle que España produce ya una media de 1.500.000 toneladas de aceite al año. Hace sólo veinticinco o treinta años, el récord de producción estaba en las 600.000 toneladas. Para lograrlo ha sido necesario modernizar las explotaciones sustituyendo viejas variedades por nuevos árboles más productivos, el secano por el regadío, el cultivo extensivo por el intensivo y super intensivo, y todo ello aplicando en su desarrollo y cultivo tecnologías de última generación.

Igual ha ocurrido con el proceso industrial. Si hace 30 años esas 600.000 toneladas se obtenían con 10.000 almazaras, hoy hacen falta sólo 1.800 (cooperativas y privadas) para obtener el millón y medio de toneladas que se producen de media en España. Las almazaras no son ya ni parecidas a como eran hace apenas un cuarto de siglo. Los sistemas de dos y tres fases y el almacenamiento del producto que obtienen en higiénicos depósitos de acero inoxidable (el 50% de ellas cuentan ya con atmósferas inertes), están detrás del espectacular salto de calidad del aceite español.

Esa calidad es lo que ha permitido que, si antes de esta revolución industrial sólo en torno a un 10% del aceite obtenido era virgen extra, el de mayor calidad supone hoy de media el 30%. Y en casos especiales como el de este año en el que la climatología ha sido excelente durante la cosecha, se habla de que se llegará a un 60% de aceites virgen extra.

La inversión ha sido enorme. De media, una almazara que moltura entre tres y cinco millones de kilos, con unos rendimientos del 20% -lo que genera entre 800.000 y un millón de kilos de aceite-, cuesta, sin contar la obra civil, entre 1,5 y 2 millones de euros. Y a ello hay que añadir que hoy todas las almazaras envasan; y para montar una línea de envasado hay que sumar desde otros ochenta o cien mil euros para una planta pequeña, hasta los 500.000 o 600.000 de una de mayor capacidad, sin llegar a las de las grandes industrias que ya requieren inversiones mucho mayores.

Como dice Enrique Delgado, el secretario general de la patronal de las almazaras privadas, Infaoliva, con las ayudas y subvenciones “ni se han comprado coches ni apartamentos, se ha invertido en almazaras”.

De ese millón y medio de toneladas que España produce de media al año se exportan unas 900.000, y de ellas, 300.000, en envases de menos de cinco litros. El resto sí que es granel. Para que usted ponga en perspectiva la importancia de esas 300.000 toneladas de aceite de oliva envasado exportadas cada año, debe fijarse señor Garicano en el hecho de que el siguiente país productor es Italia, con una media de 300.000 toneladas de aceite al año. Es decir, que España exporta tanto aceite envasado al año como el total que Italia produce, país al que los productores españoles venden unas 400.000 toneladas anuales. Es decir, algo más de una cuarta parte de su producción total.

Más aún, todas las grandes marcas de aceite de oliva italianas, Rizzoli, Carapelli, Sasso, Minerva… son propiedad de empresas españolas. Las únicas marcas italianas importantes que no están controladas por grupos españoles son Filippo Berio y Sagra, del grupo Salov, y éste es ya propiedad de Bright Food, un grupo inversor chino.

Lo mismo ocurre en otros países productores importantes como Túnez. Y en Estados Unidos, país que usted conoce bien, el principal grupo aceitero es Pompeian, líder tanto en importación como en comercialización de aceite envasado en ese gigantesco mercado. Pues el 50% pertenece al grupo cooperativo andaluz de segundo grado Dcoop. Agrupa a 110 cooperativas que producen casi el 20% de todo el aceite español. Con su propia marca envasa unas 30.000 toneladas, buena parte de las cuales exporta. Pero su estrategia en EEUU es otra, exporta allí su aceite a granel que luego envasa y vende allí con sus marcas de Pompeian.

Iñaki Benito, responsable del sector del aceite de oliva en Cooperativas Agroalimentarias de España, afirma con rotundidad que “la profunda transformación del sector del aceite de oliva es lo que ha permitido a España consolidarse como líder indiscutible tanto en producción como en exportación”. Y señor Garicano, no es un proceso acabado. Si crear un potente grupo cooperativo productor como Dcoop ha sido una labor de años, hace apenas unas semanas que las dos cooperativas aceiteras más importantes de Jaén, la principal provincia productora del país, han anunciado su fusión. La unión de Jaencoop y Olivar de Segura concentrará el 10% de todo el aceite que se produce en Andalucía, lo que a su vez le permitirá una mucho mejor posición en los mercados internacionales.

Rafael Pico, director de Asoliva, asociación que agrupa a la inmensa mayoría de la exportación española de aceite de oliva, lleva años luchando contra ese tópico de que España vende a granel para que Italia envase y se lleve el valor añadido. Su resumen es muy claro: “Hay que resaltar la imagen de España a todos los niveles, tanto en comunicación nacional como internacional, porque estamos en medios globales. Hay que poner a Italia en el lugar donde tiene que estar, que es el segundo país, pero a una enorme distancia de España. Hay que decir que las mayores plantaciones de olivos en el mundo las tiene España, con una producción que roza ya el 50% de la producción mundial. Que las mayores almazaras están en España. Que las mayores industrias envasadoras y refinadoras están en España. Que los dueños de las marcas italianas son españoles. Que los dueños de las marcas tunecinas son españoles. Y seguiría con un largo etcétera. Ese es el liderazgo que tiene España en este sector”.

Ya ve señor Garicano, vaya a Europa y difunda este mensaje, el del éxito debido al esfuerzo, el del liderazgo trabajado durante décadas, y no con el del campo andaluz atrasado y subvencionado que dejó de existir hace ya muchísimo tiempo.

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