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Perturbadora ideología

El consejero de Hacienda del Gobierno andaluz, Juan Bravo.

Isabel Pedrote

Es un clásico. Cuando alguien se refiere a la ideología como algo intrínsecamente perjudicial y desaconsejable no es difícil predecir su orientación. En La escopeta nacional, la mítica película de García Berlanga, el personaje que representa José Sazatornil responde a la pregunta de si está comprometido políticamente: “Yo, apolítico total, de derechas, como mi padre”. Repeler y repudiar la ideología suele ser un recurso muy socorrido de los partidos conservadores para tratar de convencer, como si sus propios actos políticos no estuvieran inspirados en ideas y creencias sino en una suerte de pragmatismo infalible, ungido por el sentido común a la manera del descendimiento del Espíritu Santo en lenguas de fuego sobre las cabezas de los apóstoles.

El Gobierno andaluz sigue esta táctica con el presupuesto de 2019: abjurar de la ideología para demostrar el sumun de la buena voluntad y altura de miras. Eso sí, después del encomio de teorías fuertemente ideologizadas. El exponente de este contrasentido es el consejero de Hacienda, Juan Bravo, quien en cada comparecencia pública en la que se le presenta la ocasión regala a la concurrencia una entusiasta defensa de la economía neoliberal y, sin embargo, se apresura a tachar de “ideológico” -como sinónimo de “negativo”- aquello que le incomoda o simplemente le viene mal. Caso de la memoria histórica, las medidas de violencia de género y de inmigración, que rechazan sus aliados de Vox.

Una construcción ideológica en toda regla

A Bravo le hemos escuchado, por ejemplo, a propósito del paquete fiscal de su Ejecutivo, preconizar una máxima tradicional del pensamiento conservador: la bajada de impuestos estimula la economía y, por tanto, todos los contribuyentes se benefician felizmente por igual, aunque los premiados sean las capas más altas. Vamos, lo que viene siendo una construcción ideológica en toda regla, aunque él no la explicita como tal, sino como una reflexión lógica incontestable. Las cosas son así, y negarse es negarse a la realidad. La cuestión parece ser precisamente ésa: la derecha cree que lo suyo atiende únicamente a la razón, y lo de los demás es un desvío politizado con una carga ideológica perniciosa.

La secretaria general del PP, andaluz, Dolores López, ha escalado a la cumbre de la demonización de la ideología y ha pedido públicamente apartarla de la política, como si fuera algo a extirpar, porque “acaba martirizando a los ciudadanos”. Una afirmación harto peligrosa, desde luego, aunque queda meridianamente claro que López sólo pretende procurar el apoyo de Vox al Presupuesto. No obstante, tal afirmación da la medida de hasta qué punto ha interiorizado una parte de nuestro espectro político la ideología como obstáculo. La ideología es mala, los valores (nuestros valores) son buenos. Basta con añadir a cualquier cosa el adjetivo “ideológico” para desacreditarla.

Prueben a ver. Huelga ideológica, feminismo ideológico, manifestación ideológica, reivindicación ideológica. Incluso la bondad no lo es si se le apellida ideológica. Entonces estamos ante el “buenismo”, curiosamente, una de las dianas favoritas de la sátira cruel de quienes se autoproclaman depositarios naturales de los principios del bien por su mera condición de católicos. Cuanto más se procura la ayuda a inmigrantes, el humanitarismo o el multiculturalismo, más afilados son los cuchillos, más hirientes las ironías, más aceradas las caricaturas de sus defensores, retratados, para mayor escarnio, como unos cretinos irresponsables.

La palma se la lleva sin discusión el concepto de “ideología de género”, que es como llaman a la igualdad entre hombres y mujeres y a la igualdad de orientación sexual quienes se oponen a ellas. Todo un hallazgo. Dos palabras que si individualmente ya están denostadas, juntas suponen la encarnación del escándalo. De hecho, el Vaticano acaba de condenar esta construcción, un eufemismo, paradójicamente, creado por sectores eclesiásticos (y acuñado por los ultras) para combatir la igualdad que predica el feminismo, porque, embozada en esta expresión, la igualdad sí es susceptible de ser refutada, e incluso señalada como un ardid diabólico para alterar el orden entre los seres humanos

Que atenta contra las familias tradicionales porque ignora las “diferencias naturales entre hombres y mujeres”, dicen, justo en el momento en que la comunidad LGBTi celebra el mes del orgullo. Ya lo ven, ellos tienen valores, principios, fe; lo otro es perturbadora ideología.

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