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Mejorando para peor

Un elector deposita su voto en una urna
10 de mayo de 2022 20:41 h

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Es la respuesta que suele darme cierto amigo cuando le pregunto por cómo la va la vida: “Mejorando para peor”, dice, y en el gerundio vislumbro el deseo de que las cosas vayan bien y, en el final, la estrepitosa realidad. La frase tiene su metafísica, porque habla del cambio –esa palabra tan de Heráclito y tan de cualquiera, y tan crematística en boca de tanto gurú motivacional-, pero avisa de que cambiar no siempre sale bien, que cuando transformamos algo, ya sea un corte de pelo o un país, hemos de contar con ese riesgo. En ocasiones incluso se cambian cosas para que todo quede exactamente igual que está.

Se me ocurre vender esta frase para las próximas elecciones andaluzas a algún partido -o espacio confederal- cuya línea de campaña apueste claramente por la sinceridad y el harakiri. “Andalucía, mejorando para peor” y, bajo el eslogan, la cara del candidato o candidata. Porque esto es lo que hay para las próximas elecciones, lo miremos por donde lo miremos. No me tachen tan pronto de derrotista, como mucho de no estar suscrita a la esperanza. El panorama que se presenta en las elecciones andaluzas deja escasas razones para la alegría.

Moreno se ha forjado el perfil de varón de extremo centro (al lado de Ayuso, cualquiera lo parece); tanto, que prefiere mostrar su nombre a sus siglas, aunque a nadie le son ajenos los bandazos de su partido

La llegada al poder, por primera vez en la historia, del Partido Popular al Gobierno andaluz en diciembre de 2018 dio a muchos, incluidos algunos que no votaron a esta formación, la sensación y el argumento de que era necesario refrescar los sillones después de tantos años recocidos. Entonces llegaron el PP y Ciudadanos. Supongo que ahora ambos argumentarán que los cambios no pueden verse de un día para otro, y que los dejemos por favor una legislaturita más, para que se vean de verdad las mejoras. Moreno se ha forjado el perfil de varón de extremo centro (al lado de Ayuso, cualquiera lo parece); tanto, que prefiere mostrar su nombre a sus siglas, aunque a nadie le son ajenos los bandazos de su partido, o el empeoramiento de la situación en la sanidad pública o que, siguiendo con esa cartera, su consejero Aguirre prefiera hablar últimamente de “violencia intrafamiliar” mejor que de “violencia de género”, como si acaso no supiera de sobra que la una y la otra no son harinas del mismo costal. Ahora, al centrista y mesurado Moreno le toca vestirse de funámbulo y no aclarar ni loco si, llegado el caso, piensa pactar con la de Abascal. Porque puede que le haga falta hacerlo; porque existe claramente la posibilidad de que le abra la puerta de Andalucía a la ultraderecha para poder continuar en el poder, como ha hecho en el norte Fernández Mañueco. Eso sí que sería mejorar para peor.

La lucha de Ciudadanos no es ya por seguir en el poder, sino por no desaparecer. Mejorando para peor

Ciudadanos, por su parte, tiene el futuro más negro que Juan Marín como modelo de posados de piscina. El vicepresidente tiene nulas probabilidades de quedarse como está, a pesar de que, de lo malo-malo, a la formación naranja no le ha ido mal en el poder, si lo comparamos, nuevamente, con el caso madrileño, de donde Aguado salió con las manos en la cabeza y dando grandes alaridos. Al menos Marín dice que con la extrema derecha no se toma ni la tensión. Pero la lucha de Ciudadanos no es ya por seguir en el poder, sino por no desaparecer. Mejorando para peor.

Vox, por su parte, envía a Olona a la “Reconquista” de Granada (de sobra es sabido que la mitología de este partido se ha quedado encasquillada en el siglo XV). Para estar en contra del sistema de autonomías, estos no se quieren perder ni una. Olona es un plato fuerte porque es efectista, y el efectismo es lo único que importa al populismo ultranacionalista y negacionista. En su circo, lo mismo se disfraza de gansteresa de Birminghan que de andaluza, que se apropia de Lorca (“Hoy, en España, Federico García Lorca votaría a Vox”, declaró, mientras que Federico se revolvía en su propia cuneta). En su estrategia siempre gana o, dicho de otro modo, pierde cualquiera: si no respondemos a cada barrabasada estomagante que, para provocar, deja salir por esa boca, el despropósito toma carta de naturaleza, y si respondemos, entramos al trapo, y así se da a conocer. Alto perfil comunicativo y artimaña de baja estofa. Empeorando para peor.

La imagen del PSOE andaluz ha quedado desgastada de tantos lavados y, sin embargo, aún no ha conseguido arrancarse sus manchas

Y seguimos con Espadas, al que aún no vemos arrancar con fuelle. Tiene en contra que han sido muchos años de PSOE por estas tierras, y de tan larga temporada, solemos acordarnos más de cuando han dejado de ser socialistas que de cuando lo han sido de veras. La imagen del PSOE andaluz ha quedado desgastada de tantos lavados y, sin embargo, aún no ha conseguido arrancarse sus manchas. Ya va tarde –y con la agenda demorada por su positivo en Covid, para colmo- y la demoscopia no lo ubica muy arriba, y no puede confiar en que la llegada de la autodenominada “granaína de adopción” vaya a movilizar a la izquierda. Mejorando para peor.

En el resto de la izquierda reina un mal rollo proverbial y un notable desencanto entre los votantes. La situación actual no nos hace olvidar cada espectáculo que llevamos presenciado, desde aquello de la expulsión de Teresa Rodríguez y otros diputados, hasta este último bochorno continuo en la gestación de la formación 'Por Andalucía'. Esta vez, el numerito trasciende incluso Despeñaperros. Tanto Rodríguez como Nieto saben de sobra que la mera amenaza de que la ultraderecha toque poder en nuestra tierra no es suficiente para mover a las andaluzas y andaluces de izquierdas. El descacharrante espectáculo que estamos presenciando estos días en torno a la configuración de la coalición desmoviliza a las y los votantes de la izquierda más de lo que la extrema derecha puede llegar a movilizarlas. No se puede ir todo el rato a votar con la sensación de que, a la izquierda del PSOE, la política está invertebrada y detenida en las listas más que los programas. Mejorando para peor.

 

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