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Sí, las mujeres son víctimas y supervivientes

No a la violencia machista

Ana I. Bernal Triviño

Empieza a cansar. Y a irritar.

Resulta impresionante comprobar cómo, ante cualquier respuesta desde el feminismo, ya no se reacciona con el típico argumento vacío de “puritanas” o “reprimidas”, sino que se da un paso más, absolutamente vergonzoso, y se señala directamente a la víctima.

Resulta impresionante, además, cómo a víctimas de atentados terroristas o de cualquier otra situación (desahucios, enfermedades crónicas…) no se les niega su reconocimiento como víctimas, ni el hecho de que después incluso impartan conferencias o recuerden en los medios su caso y el de otras personas afectadas. Ya puedan pasar décadas. Y no se las cuestiona porque, por dignidad humana, alguien que pasa por una experiencia crítica y traumática debe sentir, cuanto menos, el apoyo social y el repudio a quienes la llevaron a esa situación. Es fundamental hacer memoria y denunciar sin parar hasta crear la conciencia necesaria.

En cambio, me voy a quedar con las ganas de ver esa misma reacción con el resto de las víctimas de la violencia machista. Es habitual que cuando se denuncia un caso, o justo ahora tras el manifiesto de las francesas contra el #MeToo, salgan voces para señalar que esas víctimas se pasan de la raya.

Siempre planea esta idea: que el feminismo fortalece la imagen de la mujer como víctima. Que sí, dicen que esas mujeres luego desarrollan un victimismo exagerado, del que llegan incluso a vivir. Y que, para rematar, son mujeres despechadas. Ojo, que cuando se dice eso se deja oculto que lo denunciado son delitos, ataques de derechos.

Este discurso es intolerable. Y lo es porque quien lo pronuncia, evidentemente, jamás ha pisado un centro de acogida de mujeres o ni siquiera ha hablado con muchas de ellas. Quien pronuncia esa frase desconoce dos cosas clave de las mujeres que sufren esta violencia.

Una, que no quieren reconocerse como víctimas, de ahí que sea tan complicado salir del maltrato o que las denuncias puedan llegar tarde. No es plato de buen gusto para una mujer asumir que ha sido engañada y utilizada, siendo objeto de violencia continuada y, en muchas ocasiones, justo por la persona a la que quería. Tiene derecho a esa reticencia y, una vez reconocido, tiene derecho a hablar todo lo que le dé la gana y a llorar. Tiene derecho a mostrar su dolor sin tener miedo a que le digan “victimista”.

Y dos, una vez reconocido ese paso, esas mujeres SOLO quieren salir de la situación. Jamás, y he conocido ya a muchas, ninguna quiere quedarse en su papel de víctima. Todas sacan una fuerza interior impresionante para pasar página y aliviar su dolor, pero sin dejar de tener los pies en el suelo. Por eso muchas se introducen en el feminismo. No para seguir viviendo en su papel de “víctima”, como muchas personas dicen alegremente. Sino justo para ayudar a otras mujeres en su situación y evitar nuevas víctimas.

Quien pronuncia esa frase ignora el feminismo, porque el feminismo jamás victimiza sino que da poder a esas mujeres para salir de su situación. El feminismo abre los ojos ante el machismo para reconocer sus actitudes y comportamientos que durante siglos el patriarcado nos ha hecho normalizar. El feminismo hace que una mujer víctima pase a ser una superviviente de esa violencia y se salve.

Y sí, son víctimas. Porque mientras cerremos un año como 2017 con 98 feminicidios, con 24 menores huérfanos y 8 niños asesinados, hay víctimas mortales. Porque mientras cerremos un 2017 con casos de violencia machista, violaciones y maltrato psicológico que no se llegan a denunciar, seguirá habiendo víctimas necesarias de reconocimiento.

¿Y por qué no denuncian? Porque justo hay una parte de la sociedad que le transmite dos cosas. Una, no te acerques al feminismo porque es como el Tribunal de la Santa Inquisición. Una falsedad como una catedral. Y dos, a la semana de denunciar puede ser que termine escuchando: “para ya, y no seas victimista”. Decir eso en un clima donde las mujeres son las asesinadas, violadas y maltratadas es cuanto menos un despropósito y una injusticia ante su dolor. Decir eso provoca que silencien muchas mujeres, justo lo que busca el patriarcado desde hace siglos. Porque lo que se necesita es una sociedad que no las machaque y que no blanquee a los agresores.

Luego vendrá la típica frase de “quién reparte los carnets”, siendo la misma persona que lo pronuncia la que se cree con capacidad de otorgarlos. No es cuestión de carnet. Es cuestión de no engañar. Porque desde luego, de toda la historia feminista que he leído, hay algo que he sacado claro. Y es que el feminismo y las feministas nunca han hecho de menos a las víctimas, porque son sus compañeras.

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