Las preocupaciones de Susana Díaz

En realidad yo lo que quería era hablar del tiempo, como me pedía una compañera. Del frío, del grajo, del ingenio nacional para sacarle punta, de los exagerados, y de los grados por debajo de cero, pero a la calle salgo yo con mi zapato mono.

Pero ha llegado el EGOPA, el CIS andaluz, y me pongo a hablar de encuestas. Porque una de las protagonistas de la encuesta, si no la protagonista, ha sido Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía y pluripotenciaria aspirante a secretaria general de su partido. Eso sí, sin ponerse aún el dorsal de corredora que tiene a buen seguro en el cajón. Y me pregunto si le preocuparán las encuestas.

Porque a pesar de sus declaraciones en modo “seguimos gustando”, creo que podrían preocuparle; es una suposición. Podrían preocuparle porque pese a haber ganado, la victoria socialista en el sur no es eterna por razones obvias (35 años, ahí es nada) y porque los partidos nuevos y sus resultados auguran tiempos de gobiernos difíciles multipartidistas que dejarán las mayorías absolutas en el olvido.

Podrían preocuparle algunos de sus datos, como que entre las inquietudes más importantes de los andaluces hayan escalado puestos, por encima de la corrupción, la sanidad y educación, banderas de las que presume el PSOE y cuyo disgusto y levantamiento había conseguido retener hasta ahora durante los años más duros de la crisis.

Podría preocuparle la alegría de algunos porque no salga bien parado el socialismo andaluz, porque sin la victoria en Andalucía el único partido que ha logrado gobernar España es el PP. Como podría preocuparle que los suyos se permitan presumir de que Andalucía baja pero, oiga, el resto del partido está peor: como si la mala salud socialista en el resto de comunidades no fuera con ellos. Sin duda, una simpar batalla en la que parecen estar cortándose las patas de la misma silla unos a otros hasta que la silla se les caiga encima.

O preocuparle la sombra de la sospecha de que las primarias del PSOE no vayan a ser primarias, si no un teatro. Que el rival no sea tal rival, y que los votantes se den cuenta y nos les guste.

Podría estar preocupada por conocer a ciencia cierta hasta dónde llega la fuerza y cohesión de una coalición interna antisusana. O el valor de la lealtad en los partidos en los que, como se ha visto, todos son leales hasta que se demuestre lo contrario y en muchas ocasiones se demuestra. Que son lealtades que, salvo honrosas excepciones, cambian con el cambio de viento o un aire mal dado.

Y yo con este viento me consuelo para poder decir que al final sí que he hablado del tiempo, aunque sea de vientos cambiantes. Y me dejo el frío para otro día, que él solo se lo dice todo.