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La princesa y los mendigos

La infanta Cristina regresa a Ginebra tras pasar la noche en Madrid

María Iglesias

Al fin la infanta Cristina entró en los juzgados de Palma. El planeta aún gira en contra de lo que preconizaban Maruenda y otros irrazonables agoreros. Cierto que la infanta se escudó en razones de seguridad para llegar en coche a la puerta, a diferencia del día de su boda cuando recorrió en descapotable Barcelona. Es más agradable recibir vítores que abucheos, aunque los segundos estén más justificados que los primeros.

La infanta entró sonriente y saludando, como si acudiera a un acto oficial y no imputada por dos supuestos delitos: fiscal y de blanqueo de capitales. Aún no se sabe que ocurrió en la sala, pues la declaración no se ha transcrito. Sólo tenemos testimonios de parte, acusadora y defensora, discrepantes como podía esperarse e interesadas ambas.

“La princesa ha declarado, ¿qué le pasará a la princesa?” -podemos preguntarnos parafraseando el verso de Rubén Darío. Para suerte nuestra -¡y de ella!- lo que ocurra no lo decidirán acalorados tertulianos jugando a ser Dios en un plató de TV, sino un profesional. Y no de uno cualquiera. Uno que no tiene que ceñirse a la obediencia jerárquica, como ocurre al fiscal, dependiente del Fiscal general nombrado por el Gobierno. Un juez de instrucción. Común y corriente. Con el despacho hecho un desastre como nos han mostrado los periodistas de El Objetivo. O sea, uno de tantos en España, donde es un escándalo que los juzgados no estén informatizados. ¡A diferencia de Hacienda! ¡Que cuenta con todos los medios para pillar a los que defraudan! ¡Y manda técnicos a defender ante el juez que tres facturas de la empresa de la infanta que antes dio por falsas, ahora son ciertas! Oh, casualidad, en caso contrario lo defraudado pasaría de los 120.000 euros que implican cambio de falta administrativa a delito.

La impaciencia está en el ADN de la prensa. Y de ciudadanos acostumbrados a lo mediático e inmediático. Pero habrá que esperar a ver qué decide el juez Castro y si considera que lo declarado por la infanta despeja un ápice las sospechas que le llevaron a imputarla en un insólito auto por su extensión (aquí los 227 folios) y profusión de datos.

El día antes de la declaración, la vicepresidenta Sáez de Santamaría hizo hincapié en que hay que respetar la presunción de inocencia de la infanta, como parte de la legalidad. En su misma comparecencia, sobre la corriente independentista catalana, aseveró que “no hay atajos ilegales para cambiar la Constitución”.

Es encomiable el respeto a la ley de nuestro Gobierno. Salvo en lo que atañe al trato dispensado a los inmigrantes. ¿No es cierto?

Porque mientras la infanta se pensaba si hacía un paseíllo de cincuenta o quince pasos, catorce cadáveres flotaban frente a nuestras costas. Y como las imágenes de ciudadanos nos han mostrado -¡con esas grabaciones domésticas que el Ejecutivo quiere penalizar en su proyecto de Ley de Represión Ciudadana! eran inmigrantes que pisaron suelo español a pesar de los disparos -disuasorios o peor intencionados- de efectivos de la Guardia Civil desde la playa ceutí del Tarajal. Inmigrantes obligados por los beneméritos, una vez en la orilla, a regresar al otro lado de la frontera, a Marruecos. En lo que los guardias civiles han calificado de “expulsión en caliente”. Que no es otra cosa que una deportación ilegal que contraviene la ley española e internacional en materia migratoria. “Para el control de frontera no vale todo” recuerdan ONG (Vídeo: 00.59’). Porque a lo que estamos obligados, con quienes llegan a nuestro país, es primero a atenderlos, luego a identificarlos y en tercer lugar a considerar sus condiciones de edad, procedencia, etc. Pues algunos podrán ser expulsados ¡ojo, a su país, no a un tercero! Y menos si como Marruecos no respeta los derechos humanos. ¡Que la Policía marroquí acaba de matar a un menor camerunés tirándolo ventana abajo! Pero otros, si huyen de guerras, por ejemplo, tienen derecho de asilo. ¡Derecho!

¡Cuánto cinismo el de estos políticos que esgrimen la legalidad con más brío que un abanderado olímpico cuando se trata de defender a una infanta, pero se saltan la leydía sí y día también en lo que respecta a los parias de la tierra!

Sumiso con el poderoso, altivo con el mendigo. Como dicta no sólo la ley y la humanidad más esencial, sino el Evangelio en nombre de cuyos principios, supuestamente, se da tantos golpes de pecho este tan pío Ejecutivo. Santa Teresa, que se le aparece al ministro del Interior Jorge Fernández Díaz -ultracatólico que vincula el aborto con ETA, y admite incumplimientos puntuales de la ley de inmigración (Vídeo: 00.28’)- ¡estará encantada!

Dejando el cielo, aquí en la tierra ya habíamos descubierto que no es igual nacer en la Familia Real española que en una anónima de esos países que Occidente inventó con escuadra y cartabón en el continente africano históricamente usado de vivero de esclavos. No es lo mismo aprender a amar el mar, navegando desde niña en barcos Fortuna, que cifrar la esperanza de escapar de una vida maldita en una travesía por el Estrecho en patera o en balsa neumática. Obviamente no es lo mismo. Pero este doble rasero en lo que al cumplimiento de la ley respecta ya es vomitivo.

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