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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El día en que el Metro pasó por Málaga

Susana Díaz, junto a Elena Cortés y Francisco de la Torre, saluda a un malagueño en el Metro

Néstor Cenizo

Las inauguraciones son así. Hay ilusión nerviosa, alguna crítica a lo que se pudo hacer mejor, confusión y autoridades. Todo eso se vio este miércoles en la puesta de largo del Metro de Málaga. A la una de la tarde se abrieron las puertas para el público en la estación de El Perchel, junto a la estación de trenes María Zambrano. Los primeros se encontraron con que la escalera mecánica de acceso no funcionaba, probablemente para evitar riesgos ante la avalancha. “Esto es como los barcos, que si no se rompe la botella es de mal agüero”, dijo alguien, aunque no se entendió demasiado bien la comparación. Hubo muchas preguntas a propósito de las líneas y las direcciones y no tantas respuestas, pero al final de cada trayecto ganó la satisfacción. Probablemente porque muchos llegaran ya convencidos de que después de un túnel de ocho años con una ciudad levantada por las obras tenía que haber algo de luz. Fue el fin de la espera.

Antes de todo, fueron las autoridades quienes se dieron un paseo. Llegaron a El Perchel cerca de las 12.30. El recibidor, que hasta entonces casi estaba vacío (solo la Joven Orquesta Provincial de Málaga ensayaba y los trabajadores de la empresa constructora esperaban con sus regalos: un pendrive y dos imanes) se llenó en tres tandas. Cada cuatro minutos, las escaleras mecánicas depositaban allí a personas con traje que venían de escuchar los primeros discursos que Ana Pastor, ministra de Fomento, Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, Elena Cortés, consejera de Fomento y Francisco de la Torre, alcalde de Málaga, habían pronunciado en las cocheras. Tantos se juntaron ante el estrado (y en el estrado) que muchos se abanicaron con el primer papel que tuvieron a mano y alguien comentó que incluso los discursos se acortarían “porque hace mucho calor aquí”. Así que Susana Díaz contactó como si tuviera prisa con el puesto de mando, al que no se escuchaba demasiado bien. Y entonces ocurrió:

- ¿Todo preparado allí, Juan? – preguntó Susana Díaz.

- Todo preparado, señora Presidenta.

- Pues vamos a dar inicio a un momento histórico (…) Cuando quiera.

- Gracias, Señora Presidenta – respondió Juan, que luego se dirigió a la conductora del primer convoy -. Tiene autorización para empezar el viaje al Palacio Martín Carpena (…) Tiene usted autorización para empezar el viaje al Palacio Martín Carpena (…)

Todos miraban la pantalla, y las puertas de los vagones seguían abiertas.

- Repito: tiene usted autorización para empezar el viaje al Palacio Martín Carpena (...)

- Ya queda menos… - la presentadora del acto interrumpió la tensa espera, y su compañero aclaró un poco más…

- De aquí no nos vamos hasta que arranque el Metro – dijo.

Y tras algo así como medio minuto que se hizo muy largo, el tren partió y quedó oficialmente inaugurado el Metro de Málaga. En él viajaban los trabajadores y Vicente Ruiz Vázquez, 90 años y conductor del último tranvía de la ciudad y símbolo de unión entre la ciudad que fue y la que pretende ser.

Cuando se fueron los políticos y los invitados llegaron los ciudadanos, que agotaron las 50.000 tarjetas monedero puestas en circulación en las últimas semanas. Este miércoles viajar era gratis. “No sé si me voy a montar… A mí es que me da miedo. Aunque oye, ya me he montado en Madrid…!, explicaba Rosa, una señora mayor. ”Nos ha parecido bien, pero con tanta gente alrededor, uno casi no se entera“, comentaba Paco Trujillo. Los trenes, con capacidad para 221 personas, iban tan llenos que un empleado de seguridad comentó que no se veía a través de los cristales empañados. ”Falta un poco de civismo para dejar salir antes de entrar, pero la gente se acostumbrará“, añadió este trabajador.

Aun así, Miguel Gómez se apoyó en su bastón y en la ayuda de una mujer joven para entrar en el vagón. Tiene 88 años y la lucidez para detectar que al Metro de Málaga aún le falta algo para estar completo: “Me parece muy bien, porque es más rápido que el coche y el autobús. Ahora hará el avío, pero cuando llegue a la Alameda será cuando explote”. “Somos la quinta ciudad de España, pero la séptima en tener Metro. Esto debería llegar a los pueblos, así que no es metropolitano, porque cubre un 15% del área metropolitana. ¿Y tres años para hacer los 300 metros hasta la Alameda? Que no nos tomen el pelo…”, es la retahíla que soltó Salvador García, antes de remachar: “Pero estoy contento, eh, que conste”.

Confusión con las señales: “¿Me tengo que bajar o no?”

Está previsto que las obras de ampliación hasta la Alameda y el Hospital Civil culminen en 2017, pero las previsiones con las obras del Metro fueron equivocadas desde que se planteó su inauguración en 2009. De momento, la estación de ferrocarril y la de El Perchel tampoco están unidas, y hubo confusión con la cartelería, que parece pensada para cuando las dos líneas funcionen independientemente. Así que muchos no sabían cómo ir o por dónde volver. “¿Me tengo que bajar o no?”; “esto si lo cojo aquí, ¿dónde voy?”; “yo quería ir al Palacio de Deportes, me he bajado y no tenía que haberlo hecho”; “no me he perdido en Madrid o Londres y me voy a perder aquí…”. Hasta acusaciones al personal de seguridad se escucharon: “¡Oiga, que aquí no es! Y usted me lo había dicho…”.

Manuela del Castillo bajaba por tercera vez a las instalaciones: “La primera vez nos dieron una charla; la segunda, un paseíto [durante una de las jornadas de prueba]; y ahora ya es de verdad”. Pero siempre se puede pedir más. O más cerca: “Tendrían que haber hecho una parada junto a la Comisaría”, soltó Alfonso Parejo, de 67 años, y a su alrededor se hizo la conversación. “Es que si cada uno tiene una parada en la puerta de su casa, apaga y vámonos”, replicó alguien. “Pero es que allí hay parada de autobuses, pasa la línea y va mucha gente…”. La conversación sobre las infraestructuras llevó al dinero y de ahí fue a parar, como tantas veces, a donde acaban las conversaciones de estos tiempos: “Y tenía que haber sido antes, pero ¿de quién es la culpa? Pues de que van tirando pellizcos y llegan aquí y 'ah, no hay dinero'. Bárcenas, los sindicatos…”.

Nadie sabía bien qué era aquello de Andalucía Tech, un campus de excelencia de las universidades de Sevilla y Málaga, pero allí paró el tren de la Línea 1 y se bajó, poco después de las 14.30, Verónica Ganado, la encargada de conducir el primer viaje del Metro de Málaga. Vitoriana, es la única mujer entre 60 conductores y lleva años conduciendo autobuses y trenes. Ha recibido cuatro meses de formación para conducir estos trenes, porque “cada explotación exige unos conocimientos y tiene sus propios permisos”. “Casi se me saltan las lágrimas cuando he cogido el Metro lleno de gente”, comentaba al final del viaje; “porque llevar esto vacío era como un vaso sin agua”.

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