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Cafre con solideo: la “atrevida ignorancia” del obispo de Córdoba

El Obispo de Córdoba ha calificado la fecundación artificial de "aquelarre químico"

Alberto Revuelta

Abogado —

Decía don Manuel Giménez Fernandez, catedrático de la Universidad de Sevilla, de la época en que los catedráticos hacían oposiciones a pecho descubierto, católico en tiempos revueltos donde era difícil reconocerlo y no amilanarse, de diaria comunión, que no tenía nada contra los obispos españoles salvo dos observaciones: “.. que no creen

en Dios y no han hecho el bachillerato“.

La tercera acepción de “cafre” en el diccionario RAE es la de zafio y rústico. En algún otro diccionario se le iguala a ignorante. Para zafio la Academia trae a colación el significado de falta de tacto en su comportamiento. Y a la rústica se dice de una forma y manera de hacer el precioso trabajo de encuadernar a la ligera y con cubierta de papel. O sea de cualquier manera.

Aunque, dada mi edad, procuro cuidar mi salud mental, caí en el grave error de leer estando en Córdoba, donde vive una de mis hijas casadas, la carta de la semana pasada firmada por el ordinario del lugar y cuyo tema central era exponer a sus ovejas el criterio y concepto que tiene tal prócer sobre la familia, el varón y la mujer, los hijos y su gestación y otras cuestiones relacionadas con los aquelarres químicos de laboratorio que científicos conspicuos practican arrebolando al tal ordinario para quien solo la copula carnal con eyaculacion del varón varón en el interior de la mujer mujer lleva a la concepción, olvidando por descuido la concepción de María, doncella que, según las

instrucciones que tiene dicho prelado, no conoció varón.

¿Por ventura habrá leído tan alto eclesiástico lo que cuenta Luis Coronas sobre los dignos antecesores de su autoridad?. “En el Libro de obvenciones del Sagrario de la Catedral de Córdoba hay anotaciones realizadas por José Vázquez Venegas sobre autos de fe celebrados en esa ciudad; entre las anotaciones figura: 'Domingo 24 de febrero de 1647. Zelebró Auto de fe, el Tribunal del Santo Oficio de esta ciudad, salieron 17 sentenciados, dos hechiceras; un blasfemo; uno casado dos veces; un lego de cierta Religion que, sin ser sacerdote, habia zelebrado; un encobridor y solizitador y factor de herejes judíos; onze judios. Zelebraron este Auto en el Cómbente de San Pablo el Real del Cordova; dieron 20 reales, de estos, dos reales a los sacristanes, los 18 repartimos'. Mas o menos como ahora. La Mezquita se inmatricula como propiedad exclusiva de la Iglesia diocesana. Se cobra a los turistas. Se reparte beneficios el clero cátedral -mas de 18 reales- y tras los dos reales a los sacristanes y seguratas que impiden rezar a los moros turistas, o in-genuos, se adecenta el monumento para garantizar también de paso la continuidad de la prebenda.

Sin sentirse heredero de tales torneos, tacha de aquelarre químico a las técnicas de fecundación in vitro. La ignorancia es atrevida. Desde hace unos años se emplea de forma habitual la “fecundación in vitro” con microinyección intracitoplasmática, también conocida como ICSI por sus siglas en inglés (Intra Cytoplasmic Sperm Injection). Consiste en la inseminación de un óvulo mediante la microinyección de un espermatozoide en su interior. Los pasos previos y posteriores a la inseminación son exactamente igual que en una fecundación in vitro clásica sin ICSI, sólo cambia la técnica de inseminación. Para realizar la ICSI se precisa sólo un espermatozoide por óvulo. Nada de química. Los espermatozoides son organismo del cuerpo humano, vivos. Los ovulos tambien. Aunque el ordinario del lugar, al ser célibe, no sea ducho en tales menesteres, puede leer, infórmarse y buscar, antes de pontificar haciendo encuadernaciones en rústica, a la ligera, sin cuidado.

¿Aquelarre?. Sin duda este ordinario del lugar de cuyo nombre no quiero acordarme ignora los aquelarres humanos en vivo y en directo organizados y realizados por sus sus congéneres y padres en la fe en la detección de malvados que no pensaban como ellos. Desde 1482 hasta el 15 de julio de 1834 funciono el Tribunal de la Inquisición en Córdoba. Entre los años 1499 y 1506 el inquisidor Diego Rodriguez Lucero lleva a la hoguera a casi trescientos cordobeses, incluyendo las macro ejecuciones en masa llevadas a cabo en los Autos de Fe de los días 13 de febrero de 1501, con 81 personas asesinadas, 1 de mayo de 1502 con 27 más y el día 22 de diciembre de 1504 con 107 personas quemadas en la hoguera. Estos, realizados en nombre y defensa de Cristo, si que eran aquelarres.

El descontento, el hartazgo y la sensación de abandono en Córdoba llegó al extremo de que en la noche del 9 de noviembre de 1506, el pueblo asaltó la cárcel inquisitorial dejando libres a cuatrocientos presos, tomando como rehenes a un fiscal y a un notario de la Inquisición arrasando el interior del edificio sin respetar nada a su paso. Margarita Orozco, harta como el hartazgo del pueblo cordobés en 1506, ha escrito a los obispos españoles una carta que termina así: “Por favor, háganse simplemente esta pregunta: ¿Por qué no leemos más el Evangelio, estudiamos más y mejor a Jesús y hablamos de lo que hizo y dijo el Señor, en lugar de tanto hablar de lo que hacen o tendrían que hacer las mujeres? Por lo que más quieran, señores obispos, ¡déjennos ya en paz! ¡¡Ya está bien, ya está bien!!”.

¡Ordinarios tiene la Santa Madre Iglesia!.

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