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Democracia y participación electrónica: más pronto que tarde

Una encuesta pronostica una bajada del PP y una ligera recuperación al PSOE

David Benavides y Salvador Muñoz

La crisis en su amplio espectro -económica, social, política- unida a una corrupción política institucionalizada han incrementado, con altibajos, el interés de la ciudadanía por una mayor transparencia y participación dentro de los pilares que sujetan el estado de lo que ha venido a llamarse régimen del 78. La demanda cristalizó en un movimiento ciudadano en Mayo de 2011 cuyas características todavía tienen, y tendrán entretenidos, a sociólogos, antropólogos y en general estudiosos relacionados con ese tipo de fenómenos durante algunos años más.

El movimiento se fraguó dentro de comunidades virtuales utilizando las redes sociales y herramientas de participación a través de internet para autogestionarse, hacer propuestas, tomar decisiones, mediante procesos participativos, estableciendo un nuevo sentido común compartido que incluso rompía las fronteras políticas de los ejes izquierda/derecha y que reclamaba una “democracia real ya” que de alguna forma desprendía una apuesta por una participación más continua y directa, lo que podría hacerse gracias al uso de las TIC: ¿si puedo participar virtualmente en debates en televisión o eventos deportivos, por qué no puedo hacerlo en política, en lo que nos es común en su amplio espectro?

Según los últimos datos sobre gobierno abierto (o-Government) y demanda de participación ciudadana publicados por el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información, el 81,4% de la ciudadanía reclama nuevos canales para incrementar la participación en las instituciones. En parte, esta demanda social de participación y del uso de medios electrónicos ha impulsado a las Administraciones Europea (agenda digital 2010-2020) y estatal (nueva Ley de Procedimiento Administrativo Común) a promover no sólo una administración cada vez más electrónica, sino más transparente y cercana a la participación ciudadana directa, a través de proyectos e iniciativas de gobiernos abiertos. Incluso a nivel local, en diferentes municipios como Madrid o Barcelona se han habilitado plataformas de participación electrónica para que la ciudadanía realice propuestas o colabore directamente en la elaboración de los presupuestos.

Las instituciones parecen dar tímidos pasos (en muchos caso de una manera más formal y aparente que real) hacia la adopción de plataformas de participación (mediante votaciones sobre determinados aspectos como ha sido el caso de la Feria de Sevilla) y transparencia (mediante portales de transparencia y cuentas “claras”) que intentan dar salida a dicha demanda.

¿Y qué pasa con otros pilares del estado como los partidos políticos? Otra de las aparentes peticiones por parte de la ciudadanía (relacionado con lo anterior) es que también la democracia interna de los partidos sea mayor y que los procesos de primarias abiertas sean asumidos como síntoma de salud democrática. Esto ha hecho que incluso el Partido Popular haya introducido en su vocabulario las primarias y que hayamos oído hablar de “caucus” a los nuevos partidos sin saber incluso muy bien lo que significaba el palabro.

En la primera mitad del año hemos asistido a tres procesos de “democracia interna” en tres partidos que a nivel estatal son protagonistas del día a día del país: Ciudadanos, Podemos y PSOE en este orden. En los tres casos se han elegido a los tres cabezas de las citadas formaciones a través de primarias por sufragio universal de los componentes de los censos. La participación ha sido desigual. En el caso de Ciudadanos poco más de 6.800 personas, en el caso de Podemos y PSOE en torno a 150.000. Poco después, Susana Díaz se ha ahorrado el trance democrático pues su contrincante no ha superado el número de avales necesarios para poder activar el proceso congresual que la llevaría a medirse con un opositor interno.

Se habla sin embargo de que en el futuro el PSOE dará pasos hacia una mayor democratización de sus estructuras impidiendo, por ejemplo, que un candidato cope avales poniendo un techo a los mismos, lo que daría en principio, más oportunidades a posibles aspirantes. El relato es que se están dando caminos hacia un “tiempo nuevo”.

Por el contrario, en Podemos Andalucía se ha dado el primer paso para hacer un censo de militantes del partido (en contraste con el censo de inscritos que había regido el partido hasta ahora). De momento el resultado ha sido una tímida cifra de 3.500 militantes mientras que, por ejemplo, el Partido Comunista de Andalucía dice tener 4.000 e Izquierda Unida 7.000 frente a los 45.000 del todopoderoso PSOE-A aunque, como reconociera el propio Josep Borrell, hay más militantes con cargos orgánicos e institucionales cobrando del partido socialista que militantes que no lo hacen; y los que no lo hacen, según sus propias palabras, están deseando hacerlo.

Se han tecleado millones de caracteres sobre lo sorprendente que resultó que Pedro Sánchez, siendo el candidato defenestrado y con menos apoyos por parte de las estructuras del propio partido, venciera a toda una generación inmortalizada (o tal vez podría decirse momificada) en aquella foto en Ifema el 26 de marzo. Sin embargo, no tantos análisis han ahondado en el hecho de que Pedro Sánchez supiera conectar con esa gran cantidad de personas que demanda mayor participación, que usan los medios electrónicos y que están presentes en internet y en las redes sociales. El nuevo secretario general del PSOE tuvo la habilidad de movilizar a las bases a través de internet, mediante una web para recibir adhesiones, y la utilización acertada de los medios electrónicos. Pedro Sánchez tiene en torno a 560.000 seguidores en Twitter y cerca de 40.000 en Instagram, mientras que Susana Díaz tiene cerca de 120.000 en Twitter y no se le conoce cuenta en Instagram.

Además de eso, claro, Pedro Sánchez se apropió del discurso que el Podemos salido de Vistalegre 2 había abandonado. Redes y discurso, de manera acompasada, son armas políticas a todas luces eficientes. En todo caso, a pesar de las muestras vividas en este primer semestre, parece que existe todavía una importante brecha político-digital entre representantes (ya sean institucionales u orgánicos de partido) y representados (ya sean ciudadanos o militantes).

Parece anómalo que mientras tenemos artilugios electrónicos que nos permiten ver una película en la playa o reservar un taxi (o sus sucedáneos) en un clic, la mayoría de organizaciones políticas utilicen todavía sistemas tan manuales, presenciales y obsoletos en procesos de primarias (excepto Podemos que utilizó votación electrónica) o en recogida “puerta a puerta” de avales, como hizo el PSOE entre el 20 de abril y el 4 de mayo, o la reciente proclamación de Susana Díaz como única aspirante a dirigir el partido que ha gobernado Andalucía en los últimos 40 años.

Pero esta obsolescencia de los procesos democráticos no sólo sucede en los partidos sino también en otros agentes políticos y sociales como organizaciones sindicales (con congresos a la vieja usanza), universidades (la Hispalense es la única que no elige al rector por sufragio universal), colegios profesionales, asociaciones, entre otros. ¿Quizás en parte le interesa a las cúpulas de los propios partidos mantener, en mayor o menor medida, esta brecha político-digital que favorece estructuras orgánicas verticales y rígidas que centralizan el poder y el control de los procesos?

Tal vez el ejemplo más palmario es el del Partido Popular: no realiza procesos de primarias abiertos ni hace prácticamente uso de las nuevas tecnologías en esos procesos. Pero no son los únicos. En general, todos de una u otra forma tienen falencias en este tipo de procesos. La brecha sigue abierta. Según el informe Global Mobile Data Traffic Forecast Update 2016-2021, en 2021 el tráfico mensual de dispositivos móviles superará los 49 exabytes. En 2016, se añadieron 429 millones de dispositivos móviles a la red mientras que el incremento de la población mundial rondó los 87 millones. Se espera que en 2021 haya 1,5 dispositivos móviles por habitante en la tierra.

Para luchar contra la desafección política y avanzar hacia una mayor participación, la democracia y participación electrónica estará presente más pronto que tarde. Esa participación no podrá ser sólo reducida que los militantes/ciudadanos puedan ejercer el voto por internet (prácticamente sólo cambiaría la forma aunque sería un primer avance importante) sino que se tendrá que ir más allá e incluir nuevos procesos democráticos en los partidos/instituciones, como procesos previos informativos, participativos y colaborativos en red como antesala para implicar desde el principio y motivar a los participantes en los procesos finales de toma de decisiones. La tecnología está lista para poder implementarse. Queda por ver quién será la vanguardia. ¿Podría ser Andalucía?

David Benavides es profesor titular de la ETSI Informática de la Universidad de Sevilla. Salvador Muñoz es analista en la Sociedad Provincial de Informática de Sevilla

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