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Domingo, un redero tradicional en medio de la crisis

Domingo asegura que aún "no se ha inventado ninguna máquina que pueda hacer este trabajo"

Fermín Cabanillas

“¿Dónde vive el redero?”. “¿Domingo? Allí, donde ese garaje”. Sólo hace falta una pregunta para localizar a Domingo Jurado, Domingo “el redero”. A pesar de vivir en Lepe (Huelva), localidad que cuenta con más de 30.000 habitantes, y de ser parte del vecindario de la populosa barriada de Blas Infante, Domingo es una persona sumamente conocida y su silueta en el garaje donde trabaja se ha convertido en parte del paisaje urbano de su barrio.

Domingo forma parte del reducido grupo, él calcula que son veinte como mucho, de rederos artesanales que quedan en la costa de Huelva, y sigue defendiendo un oficio que parece condenado a desaparecer, pero que se resiste a formar parte sólo de los libros de historia.

“Me dedico a esto desde siempre. La gente viene con las redes, pescadores más o menos modestos, y me hacen los encargos para poder tener su herramienta de trabajo lo antes posible”, explica el redero a eldiario.es/andalucia con una sorprendente habilidad para no bajar la mirada mientras maneja la aguja, el hilo y la red al mismo tiempo.

“Este me ha traído una perra”. Con esa frase señala a un marinero que le ha hecho un encargo concreto sobre un tipo de red, que se posa en el fondo marino con un lastre, y desde ahí es manejada por los pescadores apostados en el barco o barcaza.

Son redes complicadas, explica, ya que las que no se pierden por el efecto de las mareas sufren mucho, llegan con muchos remiendos por hacer, y para los pescadores es muy trabajoso en comparación con el beneficio que obtienen con el trabajo que realizan con ellas.

Curiosamente, se trata de uno de los pocos oficios que no se pueden aprender en academia o instituto alguno. El redero recuerda que “te pueden dar clases de costura, o de confección, pero no hay ningún diploma que acredite que eres redero. Eso se aprende a fuerza de mucho fijarte en cómo lo hacen los maestros, hasta que al final eres un maestro más en este arte”.

“No se ha inventado la máquina que haga esto”

Igual que no hay título oficial alguno para su arte, tampoco hay forma de remendar una red que no sea con las manos expertas de un profesional. “No se ha inventado la máquina que haga esto, entre otras cosas porque es algo muy concreto, muy trabajoso, y sólo con mucha dedicación y echando muchas horas se puede conseguir terminar el trabajo bien. Eso no lo puede hacer, ni podrá nunca, una máquina”.

La duda, en este punto, es clara: ¿La crisis ha tocado a su aguja? En cierto modo no, aunque se nota. La explicación es que “es verdad que ahora los marineros, como cualquier persona, tienen menos dinero para todo, así que las redes se aguantan mucho más tiempo, y se compran muchos menos, pero también es verdad que son trabajos que forman parte del sustento de ellos, los necesitan, pero tardan más en pagarlos por culpa de la misma crisis”. Lo explica mientras señala algunas pilas de redes terminadas hace tiempo, pero que no ha ido a buscar el marinero que semanas antes se las llevó, esperando posiblemente que soplen mejores vientos también para el mar. En ocasiones no tiene contacto alguno con quien le encargó las redes, así que tiene que esperar a que vuelvan a buscarlas para poder cobrar el trabajo.

Domingo, por cierto, no dedica todo el día a las redes. Tiene otra gran afición: la ayuda a los demás. Aunque no habla mucho de eso, todos en el barrio saben que es uno de los pilares más importantes de Cáritas en el municipio. Conoce prácticamente a todas las personas a las que ayuda, con especial habilidad para identificar a los inmigrantes que viven en los campamentos en los alrededores del municipio.

Acompañando a sus compañeros, a la gente de Cruz Roja, o a cualquier persona que quiera aportar algo, pasa buena parte de su tiempo libre en los asentamientos de cartón y plástico que se reparten por el pueblo, y se dirige por su nombre a todos aquellos a los que echa una mano.

Con todo lo visto y vivido durante su carrera, cerrando la conversación sobre su vida en torno a las redes de pesca, Domingo es una de esas personas que ironiza con esa frase de que “el pescado es caro”, ya que conoce a la perfección los sacrificios que los marineros tienen que hacer cada día para llevar su sustento a casa, y por sus manos pasa cada jornada el testimonio más claro de ese sacrificio.

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