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Cuatro décadas de Arctic Sunrise: de cazador de focas a pesadilla de las grandes petroleras

Arctic Sunrise, barco de Greenpeace, durante su campaña en tierras árticas

Alejandro Ávila

Una patada en la puerta da la bienvenida al barco. Enmarcada y serigrafiada con una huella de bota y las palabras “made in Russia”, el agujero recuerda que la vida como activista de Greenpeace entraña sus riesgos. Sufrir el asalto de tropas rusas en alta mar es uno de ellos.

A sus 40 años, el Arctic Sunrise vive su madurez con dignidad. Bautizado bajo el nombre de Polarbjorn, este rompehielos pasó su juventud cazando focas bajo bandera noruega. Veinte años después lo vendieron, lo nacionalizaron holandés y lo rebautizaron con su nombre actual.

Desde entonces, enarbola la bandera de la paz verde y sirve de plataforma de denuncia para los ecologistas de Greenpeace. Donde antes se almacenaban focas muertas, ahora hay un gimnasio y el 'cuartel general' de los activistas. Equipado con cuatro lanchas motoras de alta cilindrada, el barco cuenta además con su propio helipuerto.

Marcado con una enorme H amarilla, Conrado García, miembro de la asociación ecologista, explica que fue en ese punto donde las fuerzas de asalto rusas abordaron su barco en 2011 después de dos días de acoso. Fue el resultado de una acción contra una plataforma petrolífera de Gazprom en el Ártico. Querían denunciar la extracción de crudo en un lugar tan delicado y sus 30 tripulantes terminaron acusados de piratería y encarcelados durante tres meses. El barco tuvo que aguardar cinco meses más.

No ha sido la única vez que su tripulación, una Torre de Babel con 18 nacionalidades, ha vivido sustos de este tipo. A bordo del rompehielos, anclado durante unos calurosos días de verano en el Puerto de Sevilla, Julio Barea, responsable de energía de Greenpeace, cuenta que la misión en Canarias contra las prospecciones “no iba a ser de riesgo”.

Para su sorpresa, la armada española “actuó con más violencia que la de Rusia”, causándole heridas de gravedad a una activista mediante las hélices de las lanchas con las que atacaron a los activistas. “Fue muy duro. La activista todavía se encuentra convaleciente y ha tenido que sufrir varias intervenciones”, asegura Barea. Les confiscaron el barco y solo pudieron recuperarlo tras pagar 50.000 euros de fianza.

El Mediterráneo: en el punto de mira

También Andalucía se encuentra en el punto de mira de la organización. De hecho, tras pasar el invierno bajo 'custodia' rusa, la primera misión que llevó a cabo este barco de 49,62 metros de eslora y 11,50 de manga fue en Málaga. Los ecologistas denunciaron que a apenas ocho kilómetros de Mijas, en pleno Mar de Alborán, se pretendían hacer unas prospecciones de gas que ponían en jaque el espacio protegido, la calidad del turismo y un importante corredor de cetáceos.

“Pusimos un hombre boya para demostrar lo cerca que estaba de la costa y cómo se vería afectada si hubiera un vertido”, aclara Julio Barea. Actualmente el permiso para la búsqueda de hidrocarburos de Repsol se encuentra en suspenso.

“El Mediterráneo no puede soportar más agresiones”, afirma el responsable de Greenpeace. Por esa razón, la organización ha organizado una campaña estival denunciando la larga lista de amenazas que sufren sus aguas.

Tras salir de Ámsterdam, el primer punto de embarque ha sido Huelva. No es casualidad. Huelva es el “punto de contaminación industrial más grave de Europa”, según Conrado García. ¿La causa? Las balsas de fosfoyesos: 1.200 hectáreas de material radiactivo al aire libre junto a la capital onubense. No es la única ciudad que sufre vertidos: en Algeciras preocupan tanto los de carácter industrial como los urbanos.

En cuanto a las prospecciones, los permisos se extienden por todo el litoral andaluz, empezando por Cádiz y terminando en Almería, donde se encuentra otro de los grandes conflictos costeros de la región: el hotel Algarrobico de Carboneras. Su construcción se encuentra paralizada desde hace años y su caso es pasto de tribunales, por haber vulnerado un espacio protegido y la zona de servidumbre. El Algarrobico se ha convertido en un símbolo de la destrucción del litoral.

El Artic Sunrise no solo ondea la bandera de Holanda y la del pacifismo verde, sino la de las energías renovables, una de las puntas de lanza de la organización. Greenpeace apuesta por una Andalucía que, lejos de invertir en los combustibles fósiles de las prospecciones o el fracking, siga siendo líder en energías renovables. Igual que el hermano ‘pequeño’ del Arctic Sunrise, el Rainbow Warrior, un velero capaz de darle dos veces la vuelta al mundo…. con tan solo 1.000 horas de motor.

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