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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Un enfermero malagueño participa en el ensayo clínico de la vacuna contra el coronavirus de la Universidad de Oxford

Fernando Ramos, en el laboratorio

Néstor Cenizo

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Una serie de casualidades han llevado a Fernando Ramos a la vanguardia de la búsqueda de una vacuna contra el SARS-CoV-2, el coronavirus causante de la actual pandemia mundial. Hace cinco años este malagueño de adopción, de vocación algo tardía por la enfermería, hizo las maletas para marcharse a Oxford. Cambió el sol por el frío, pero ganó una perspectiva laboral que en España es difícil encontrar. Desde hace tres trabaja como enfermero en el grupo de investigación de la Universidad de Oxford que está a punto de comenzar los ensayos en humanos de una vacuna contra el virus causante de la COVID-19, responsable hasta este domingo de la infección de más de 2,3 millones de personas y la muerte de al menos 161.000 en todo el mundo.

Sarah Gilbert, una de las responsables del proyecto, anunció hace una semana en The Lancet lo que sigue: “En el mejor de los casos, podemos tener un resultado válido y la posibilidad de producir grandes cantidades de vacuna para el otoño de 2020. Pero estos plazos son ambiciosos y están sujetos a cambios”. Después ha ido más allá, en un reportaje de Bloomberg: “Nos gustaría tener al menos algunas dosis listas para usar en septiembre”. La vacuna ya tiene nombre: ChAdOx1 nCoV-19.

Con estas declaraciones se han sucedido los titulares y se ha redoblado la atención a este proyecto, que cuenta con una financiación extra de 2,2 millones de libras por parte del Gobierno británico. El objetivo es ir más deprisa. Este viernes, en Hora 25, David Pulido-Gómez, otro investigador en el proyecto, anunció que “en los próximos días comenzarán los ensayos”.

La OMS reconoce 70 candidaturas a vacunas, entre ellas tres que ya se están probando en humanos. Hay una carrera por llegar a la solución, lo que está provocando un acortamiento de los plazos habituales. Ramos, que participa en la parte ejecutiva de estos trabajos, no puede indicar cuándo probarán la vacuna en el primer paciente, pero confirma que será “pronto”. Él será uno de los encargados de “pinchar” ese pretendido antídoto en los voluntarios.

“La única forma de acelerar es tener más gente trabajando más tiempo”

Trabaja para el Jenner Institute, uno de los dos grupos de vacunas de la Universidad de Oxford, cuyos investigadores han logrado una candidata a vacuna a partir de un “vector viral” ya desarrollado para otras enfermedades. “Se trata de una plataforma vírica, no peligrosa porque no se replica en humanos, que puedes usar con partes de otros virus. Esta se había usado para el MERS, el zika o el chikungunya, entre otros”, explica Ramos.

La posible vacuna ya existe, pero ahora toca probar su eficacia en humanos, y las posibilidades de acelerar el proceso son limitadas porque deben cumplirse unos estándares de seguridad. Por eso, el Jenner Institute y el Oxford Vaccine Group han creado un equipo de trabajo conjunto.

“No te puedes saltar los pasos de seguridad, y una forma de acelerar es tener más gente trabajando más tiempo”, señala el enfermero, que ha participado en el desarrollo del protocolo que debe garantizar la salud de los voluntarios, recopilando datos preclínicos y asegurando que los procedimientos de enfermería sean idénticos para evitar el sesgo en los datos.

Cinco mil voluntarios en total

De momento, sigue abierto el proceso de reclutamiento (los llamados screenings) de voluntarios, aunque ya no se recogen más solicitudes. “Normalmente en los estudios de fase 1 solemos necesitar entre 30 y 40 personas, y nos lleva entre dos y tres meses conseguir ese número; para este estudio hemos parado las solicitudes porque nos saturaron. Suelen hacerse de cinco a diez screenings por semana, y ahora hacemos 42 al día, de lunes a domingo”, señala el enfermero.

En los próximos días, administrarán las primeras vacunas e iniciarán un proceso dividido en tres fases. La inicial involucrará un número reducido de voluntarios, 88 personas sanas de edades entre 18 y 55 años, con el objetivo de valorar la seguridad de la vacuna y si tiene efectos adversos. En la fase 2, que generalmente implica administrar la dosis decidida en la fase 1, participarán 422 voluntarios de hasta 70 años, y se evaluará la seguridad y la respuesta inmunitaria. La fase 3 implicará a cinco mil voluntarios e involucrará a un grupo de mayores de 70 años.

Por la urgencia de la vacuna, los 510 voluntarios de la fase 1 y 2 podrán incluirse en la muestra de la fase 3 para medir la eficacia. “Supone reducir tiempo sin reducir seguridad”, explica Ramos: “Se sigue vacunando de forma escalonada: primero una persona con la vacuna experimental, esperaremos dos días para recoger datos de seguridad, luego vacunaremos tres más, y recogeremos sus datos. Un comité de seguridad lo revisará, y se empieza con la vacunación del resto hasta llegar a 510”.

Los voluntarios que se administren la vacuna deberán registrar su temperatura y puntuar la incidencia de sus síntomas en un diario electrónico. “Una vez vacunados, se hace un seguimiento a esa persona, que vendrá a citas clínicas en las que se les hace una revisión, se recogen sus síntomas y efectos adversos, y si necesitan ser evaluados por un médico, se derivarán a un médico del estudio”.

Al final del ensayo, de las 5.000 personas que hayan participado solo la mitad habrán recibido la vacuna ChAdOx1 nCoV-19. La otra mitad habrá recibido, sin saberlo, la vacuna comercial de meningitis. El análisis posterior permitirá observar si hay menos casos de COVID-19 entre quienes hayan recibido la vacuna en investigación, y si la diferencia es estadísticamente significativa. Será lo que determine si la vacuna es efectiva. No es descartable que Reino Unido comience la producción antes de obtener los resultados, de modo que pueda disponer de stock en cuanto se demuestre su eficacia.

“Es una presión positiva”

Dice Ramos que poder trabajar estos días le ayuda a mantener la rutina. A falta de pub, en sus días libres hace turnos en el hospital en labores asistenciales: “Te mandan donde te necesiten, puede ser cardiología, urgencias… Sigue habiendo gente con cáncer y necesita tratamiento, sigue habiendo infartos y sigue habiendo accidentes”.

Hasta ahora, había participado en dos proyectos de vacuna: uno contra la malaria muy avanzado y en ensayo en África, y otro contra el MERS, otro tipo de coronavirus, que actualmente se está estudiando en Arabia Saudí: “Ahora nuestra prioridad está en esto, pero cada año mueren medio millón de personas de malaria, la mayoría niños, y hay un repunte de polio, sarampión o ébola”.

Sin embargo, ahora todo es distinto. Trabaja más días, más horas y su trabajo recibe una atención que a veces no tiene. Pero él insiste: “No nos sentimos cansados, sino al contrario. Hay más ánimo, porque es una presión positiva”.

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