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“Cada mes les pago algo a mis tías de mi trabajo como camarero por el adelanto que me hicieron de la Erasmus”

Erasmus

Álvaro López

Lo llamaremos Luis, pero no es su nombre real. Prefiere mantener su identidad en el anonimato para poder explicar la delicada situación que tuvo que vivir hace ahora algo más de cinco años cuando se marchó de beca Erasmus. Él es uno de los 2.000 estudiantes de la Universidad de Granada que aún hoy no han recibido buena parte del dinero que dicha subvención debía darles. No oculta su descontento y admite haberlo pasado mal sobre todo por sentirse “engañado, estafado y sobre todo que valía poco, porque no tenía medios para explicar mi situación y que por lo menos se disculparan”.

A Luis y al resto de sus compañeros, un desencuentro entre la Universidad de Granada y la Junta de Andalucía les dejó sin percibir unos mil euros de media por estudiante. No fue un problema exclusivamente granadino sino que se extendió a toda la Comunidad cuando el Gobierno andaluz decidió contravenir su propio BOJA y descender, sin avisar, la cuantía que le tocaba aportar de su parte en las becas Erasmus (Unión Europea y Ministerio de Educación sufragan las otras partes de esta ayuda). La diferencia es que las otras universidades utilizaron fondos propios para solucionar el problema y la UGR no.

“A mí me correspondían en total 8.100 euros, 900 euros durante 9 meses pero me pagaron unos 6.000 así que me dejaron sin 2.100 euros” explica Luis sobre su experiencia Erasmus. Él se marchó a Turín con el objetivo de mejorar su soltura en idiomas y para aprovechar la oportunidad de estudiar fuera de su tierra la carrera que cursaba entonces, Comunicación Audiovisual. Sin embargo, su estancia en la ciudad italiana no fue sencilla por los problemas económicos que comenzaron a aparecer. “Vivía en un cuarto compartido que me costaba 350 euros al mes, comía en los comedores universitarios por 3,5 euros, iba andando o en bicicleta a todos lados y no usaba internet en el móvil por no tener grandes gastos” relata el estudiante.

Era su modo de apretarse el cinturón. Tampoco le quedaban más opciones cuando al poco tiempo de irse de Erasmus y sin saber aún que no recibiría todo el dinero que en teoría debían pagarle con su beca, “echaron a mi padre del trabajo” recuerda Luis. Una situación que venía a agravar un panorama que de por sí no era sencillo. El joven, afectado por la situación, añade que su “madre cobraba el 50% de su jubilación por una minusvalía y en nuestra casa éramos cinco personas porque mi hermana vivía con su hijo ya que se acababa de separar... vivíamos con 1.000 euros y no llegábamos a fin de mes”. En esas circunstancias, su familia tuvo que hacer malabares para permitirle estudiar en Turín contando con que recibiría el dinero de su beca Erasmus.

La familia como sustento

Ese encaje de bolillos económico se logró en el caso de Luis gracias a la ayuda de dos de sus tías. Como muchos de sus compañeros de aquella promoción que se marcharon de Erasmus, los familiares acabaron siendo los particulares bancos que les permitieron estar en el extranjero sin temer quedarse sin dinero. Porque aunque la beca estipulaba entre 600 y 900 euros mensuales por estudiante dependiendo de sus condiciones económicas, los pagos se hacían fraccionados en cuatro veces. “Hasta diciembre que me hicieron el primer pago de la beca no teníamos ni para los billetes de avión y entonces dos de mis tías me dijeron que ellas todos los meses me adelantaban el dinero de la beca y que cuando yo lo fuera cobrando se lo daría directamente a ellas”, explica.

La estrategia funcionó durante casi todo el Erasmus. Pudo tener el dinero gracias a la ayuda familiar pero en mayo, casi concluida su estancia, la situación se volvió a torcer. “Cuando estaba acabando el Erasmus no me llegó el último ingreso por lo que aquellos 2.100 euros no me los dieron nunca y no se los pude devolver a mis tías” asume el estudiante. Desde ese momento había contraído una deuda que no podía satisfacer con su propia familia y que aún hoy sigue tratando de solucionar. Como tantos otros, lleva cinco años remando para arreglar lo que entienden que entre la UGR y la Junta le han negado.

“A mi padre lo readmitieron al tiempo porque ganó un juicio y le pagaron dinero atrasado. Entonces él les devolvió un poco (a sus tías), y yo todos los meses les pago también porque trabajo como camarero y voy poco a poco”, aclara Luis. No en vano siente que es una situación incómoda para él: “Aunque ellas entienden que soy joven y que las cosas están difíciles y no me han pedido nunca el dinero yo quiero devolverlo porque es mi manera de agradecerles lo muchísimo que me ayudaron”.

“Para mí el culpable fue la UGR”

Con todo, un grupo de estudiantes decidieron en 2014 poner en marcha una denuncia directamente contra la Junta de Andalucía porque entienden que es el Gobierno andaluz el que se ha saltado el contrato Erasmus que firmaron antes de marcharse. En esa denuncia aparece también la Universidad de Granada pero lo hace en condición de testigo. Pese a ello, para Luis “el culpable fue la UGR, es ella la que debe pelearse con la Junta; no los estudiantes y además nunca nos avisó de nada”.

Aunque pasado tanto tiempo, “el dinero es lo de menos ahora, la situación fue complicada y el Erasmus es la mejor experiencia de mi vida y ese engaño no lo va a afear nunca... Doy gracias de saber que no iba a cobrar todo el dinero hasta el final porque sino no podría haberme ido de saberlo”. Para Luis, el hecho se reduce a que “no quería que mis padres dejaran de dormir pensando en cómo pagar la luz y el agua... nunca ha faltado comida en mi casa y no quería que por mí faltara”. Precisamente por eso, relata que algunas personas “me decían: pues para qué te vas... y yo les contestaba que porque mi universidad y mi Gobierno me daban el dinero para que lo pudiera hacer y para que dentro de años mis hijos también”. Al final, “conocí a gente de todo el mundo y aprendí muchísimo que de eso se trataba”. Con ese aprendizaje se queda, aunque ahora, cinco años después, ese capítulo aún no se haya cerrado porque siguen sin recibir un dinero que Luis y el resto de estudiantes defienden que les pertenece.

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